El 2015 felizmente superado no ha sido bueno para ese proyecto colectivo llamado España, aunque algunos pretendan apearse de él en marcha y otros hasta lo nieguen. Es, sin embargo, igualmente cierto que a un número creciente de españoles sí les ha significado mejoras respecto a los años anteriores. En muchos casos, modestas. Pero así son los comienzos.
Cuando hace casi un lustro estalló la crisis mundial, cantada desde hacía tiempo y hasta pormenorizada por los más laureados economistas pero que Zapatero, entonces en el Gobierno, despreció hasta el hartazgo, mientras despilfarraba orgiástica e irracionalmente los saneados recursos públicos que manejaba, entramos como pueblo en una dinámica de depresión psicológica. Y, como entidad política, en otra económico-financiera-social.
No pocos medios de los más sesudos, aparte una larga serie de especialistas con pretensiones de profetas, aventuraron que pasarían lustros o décadas hasta que de nuevo levantáramos cabeza. Eso, si algún día lográbamos hacerlo.
Si dudan de lo que decimos, tiren de hemeroteca. Pero háganlo con tiento, porque les van a faltar manos que llevarse a la cabeza por la fragilidad de nuestras memorias sobre lo que entonces se anunciaba como “un abismo que duraría una o dos generaciones”. Se escandalizarán en especial si completan el ejercicio nemotécnico escuchando acto seguido como los sucesores de ZP ponen a parir la política de austeridad seguida por el PP y predican la restauración de la `Big Bang Derroche Theory´ que enunció y desarrolló el sonriente leonés.
Ahora, muchos han pasado la goma de borrar sobre los funestos vaticinios de entonces. Pero unos cuantos los tenemos aún presentes y estamos dispuestos a manejar la moviola para castigar la memoria de los olvidadizos que hoy piden una cesión del poder a un mosaico de partidos de izquierdas en el que se integran especies más diversas y hasta opuestas que las que ocuparon el Arca de Noé.
Cuatro años e inmensos sacrificios después, España crecía a un ritmo insospechado para lo que ofrece Europa. Éramos muchos los que imaginábamos que una mayoría suficiente empujaría el 20-D a continuar en la misma dirección. Aun acudiendo a la urna con pinzas en la nariz para renovar el mandato de alguien que no nos seduce, ni siquiera nos gusta, gallego y llamado Rajoy; de un partido trufado de ejemplos de corrupción hasta provocar ataques de histeria al más paciente…Pero…
…Pero que también aportó aciertos en una coyuntura infernal. Cierto que con una estrategia fundamentada en el sacrificio de los más débiles. Es verdad, y tarde o temprano habrá que pasarles factura por ello. Pero no ahora, cuando España sufre los tirones en direcciones contrarias entre quienes iniciaron esa endeble y hasta injusta recuperación y los herederos de quienes nos mandaron al hoyo. Con el añadido, nada baladí, de una neurosis separatista alimentada al socaire de una debilidad del Estado que da grima. Créannos: en este momento, tocan otras cosas.
Toca exigir al PSOE que negocie con el PP un acuerdo parlamentario y hasta una coalición de Gobierno, en el que se integre Ciudadanos como partícipe activo, aunque menor, y notario de que las normas que se concreten en el mismo se cumplan adecuadamente.
Toca emprender esa negociación con luz y taquígrafos. Sabemos que no es lo que se acostumbra por estos pagos. Pero para evitar las deshonestidades al uso en la clase política necesitamos saber quién rompe los compromisos, si se rompen, y por dónde. Para retribuir adecuadamente el juego sucio a quien lo practique cuando llegue la siguiente justa electoral.
Toca articular plazos y reglas claras para acordar esa tregua entre la derecha y la izquierda democráticas en aras de que España saque la cabeza de la ruina en que casi caímos y de la podredumbre moral en que caímos del todo. Y si algún personalismo egoísta ha de quedarse en el camino o aceptar un plazo de caducidad, que así sea. Debemos permanecer impávidos.
Toca aprovechar este 2016 para regenerar España. Y si las fuerzas en presencia no son capaces de hacerlo, convóquense nuevas elecciones al plazo más breve posible. ¡Cuánto antes! El país no está para mamoneos.
Confiamos en que los españoles, escarmentados por el espectáculo que hoy vivimos, no nos dejemos arrastrar otra vez por flautistas de Hamelin que nos confunden con ratas y repitamos errores.