«Si para un pacto PP-PSOE Rajoy debe irse, tendrá que irse»

Mariano Rajoy, presidente del Gobierno en funciones, se enfrenta a la decisión más dura de su carrera.

“Con Rajoy aferrado a La Moncloa, nada que hacer; si Rajoy se va, todo será posible”. De esta manera resumía ayer a SABEMOS un destacado directivo del Ibex 35 las posibilidades de acuerdo en el último minuto -por lo que aun quedarían semanas de tiras y afloja por delante- entre el PP y el PSOE para que los socialistas acepten que la derecha siga en el poder, en principio durante un año más. Justo hasta agotar la vigencia del Presupuesto aprobado.

 

Ocurre, sin embargo, y en ese poderoso sindicato económico y financiero que marca el rumbo de la Bolsa son bien conscientes, que el enfrentamiento entre Rajoy y Sánchez ha llegado a un extremo que hace inviable una marcha atrás por parte del segundo. Si pareció posible hace escasas semanas, cuando se especuló con una posible decisión de la líder de la Junta andaluza, Susana Díaz, de disputar el poder en Ferraz al actual secretario general, así como la jefatura de la oposición o, alternativamente, el ser cabeza de candidatura a la Presidencia en las siguientes generales. Pero, por motivos que nuestro confidente confesó ignorar, esa posibilidad pasó. Parece que sin marcha atrás en tiempo útil para salir del actual embrollo político.

LO DE SÁNCHEZ SUENA A LOCURA

La opinión dominante entre los primeros espadas de la economía española apunta a que la jerarquía socialista, bajo influencia de la mandataria sureña, ha decidido dar cuerda a Sánchez hasta que él mismo reconozca el fracaso de su utopía. Que nuestra fuente calificó de “macedónica” porque responde a un diseño parejo al que Alejandro Magno quiso materializar fusionando los pueblos y civilizaciones griega y persa en una sola entidad militar, social y política, dirigida por él. Sólo que en Alejandro, dada su personalidad excepcional, tal disparate quedó en la Historia como la idea imposible de un visionario. En el caso de Sánchez, el juicio que emite nuestra fuente es mucho más duro.

Pero el gran empresariado es consciente de que sólo con el debilitamiento de Sánchez al frente del PSOE y su eventual desposesión a posteriori del puesto que ocupa no bastará para despejar la niebla que difumina en este momento el camino de la nación. Hay otros responsables con nombre propio que ocupan, en algunos casos con desacierto y en otros con diagnósticos peores, despachos muy principales del palacio de La Moncloa y de la sede popular en la madrileña calle Génova.

Entre otros, el del número uno, hombre que acumula importantes aciertos de gestión e indiscutibles valores personales, pero cuya torpeza a la hora de escuchar, dialogar, concordar y templar gaitas le ha llevado a perder un tercio de sus diputados en las últimas elecciones y a tener una imagen de pasado y antiguo incluso en muchos que eran incondicionales suyos hasta hace poco. Empuja, además, para que deba irse su actuación, absolutamente insatisfactoria, en la lucha contra la corrupción. Hasta el punto de que algunos ilustres irónicos sugieren como epitafio de su lápida política  la frase: “Luis, sé fuerte”.

DEPRESIÓN ALARMANTE

El pesimismo empresarial ante la etapa que vive España significará, en opinión de esta fuente, que exigió la más estricta confidencialidad, mucho más que “ese punto y pico que ha crecido en un solo mes” recogido en la encuesta publicada el jueves. Equivale a un redoble de tambor que anuncia un parón de la inversión hasta que el panorama se despeje. Y, si no se aclarase de una manera respetuosa para con las normas que imperan en el mercado, “el parón será brutal, prácticamente un sálvese el que pueda que buscará horizontes de crecimiento o de expansión en otras latitudes que tengan un suelo firme o, al menos, una clase dirigente que escuche las advertencias sensatas”.

Según reveló dicha fuente, el mundo de la gran empresa española (advertencia de paso: asimismo, el catalán) ha consensuado unas líneas rojas, a las que piensan atenerse con el mismo empecinamiento que manifiestan las fuerzas políticas dominantes. Está claro que no coordinarán una salida corporativa a sus recelos porque los intereses de cada macroempresa son diferentes, y en unas la reacción a una salida país mala será distinta a las de las otras. Pero en su mayoría tienen ya esbozado un plan B, por si pintan bastos.

Ese plan B, resultado de los contactos permanentes entre los equipos asesores (algunos, verdaderos think tanks) y de los intercambios de impresiones casi diarias al máximo nivel, dibujan esa divisoria entre lo admisible o lo intolerable para el mundo del capital en las siguientes variables:

  1. Nadie concede credibilidad al deseo expresado a diario por  Pedro Sánchez de constituir lo que él llama un Gobierno de progreso, formado o sostenido por una amalgama en la que se mezclarían el talibanismo más rojo y el liberalismo burgués más corrompido. Tal sopa de letras y de objetivos, históricamente enemigos de sangre, aterrorizan a una flor tan deseada como de difícil cultivo y mantenimiento: el Euro. Huiría escopetado de un escenario tan tenebroso en busca de horizontes más plácidos, que a unos les costaría encontrar más que a otros, mas todos terminarían por hallar acomodo. A pesar de ese escepticismo dedicado a la galería, los jerarcas del dinero se intercambian, aunque sólo en la confianza del cara a cara o de la telecomunicación encriptada, frecuentes llamadas avisos y solemnes toques de alarma. No hay que olvidar –como señaló nuestro confidente- que España se ve sacudida de cuando en cuando por ataques de amok (término malayo que significa “atacar y matar ciego de ira”), y en esa  circunstancia cabe cualquier insensatez. Incluido el suicidio social.
  2. Existe casi unanimidad a la hora de enjuiciar a Pedro Sánchez como un dirigente inmaduro, emocionalmente inestable por su inseguridad sobre la posición que ocupa y su futuro económico personal, en el caso de que esta se rompa. Por tanto, es proclive a resoluciones de autoprotección guiadas por el más primario egoísmo pero justificadas a través de una cháchara repetitiva, y que se ha revelado ineficaz a la hora de obtener nuevos apoyos e incluso de mantener los antiguos, como bien probó con su resultado electoral, el peor de los socialistas desde que está en vigor la Constitución del 77. Poner el país en sus manos, junto a las de una extraña mescolanza de idealistas y desmadrados con proyectos irrealizables, equivaldría a cuando una empresa se declara en quiebra y, al mismo tiempo, anuncia que repartirá dividendos entre sus accionistas.

Sánchez, transcurrido su turno y materializado el cantado fracaso –si no se produce el amok antes aludido-, tendrá que ceder y transar con el PP, o ir a nuevas elecciones. En las que el resultado que obtuvo en las últimas probablemente le parecerá el sueño de una noche de verano al lado del repaso que quizás le dé Podemos en las siguientes. A menos que las encuestas previas produzcan el suficiente pánico en su partido para que, para bien o para mal y simbólicamente hablando, sus propios compañeros le vuelen la cabeza.

Aparentemente, esta perspectiva debería llevar la tranquilidad al ánimo de los peperos, porque se estaría en vísperas de unas elecciones en que su rival directo llegaría haciendo eses de sonado o sería nuevo. Y con muchas cosas que justificar para haberse cargado a la opción predecesora. Sólo que no es tan sencillo.

Entre las líneas rojas del mundo empresarial que cuenta no está sólo el incesto de patriotas de mentirijillas y exterminadores de España que  propone Sánchez. También figura, y en primerísima línea, que si condición insoslayable del PSOE para pactar la abstención es que se vaya Rajoy, Rajoy tendrá que irse. Es cierto que el mensaje de que la sociedad quiere un cambio en los modos de la dirigencia sonó claro y alto en las últimas elecciones. Pero esa sociedad, más cabreada aún por tener que repetir, lo puede rematar en las siguientes, si las hay. En ese caso, la actual desestabilización que vive España puede parecer  un paraíso al lado del acertijo de siglas que se derive de las urnas.

En todo caso, y según la información recopilada por SABEMOS, los tycoons hispanos no están dispuestos a seguir por ese camino. Y harán saber a quienes deben saberlo que los errores se pagan (con asombrosa astucia en el caso, por ejemplo, de Artur Mas, quizá con más impericia en otros), pero que no se puede echar los yerros y la basura propios en los hombros de la colectividad.

Si Rajoy es la barrera que impida un acuerdo de última hora para que el PSOE, y un poquito Sánchez, salven la honrilla, deberá hacerse a un lado. Las arcas del PP están ahora mismo vacías, después del último derroche electoral. Es fácil que sigan igual, si hay nuevos comicios, porque Rajoy decida que España entera debe inmolarse sólo por salvaguardar sus intereses personales. Obligado es decir que nuestra fuente se declaró “absolutamente incrédula” de que se llegue a un supuesto así, dada la coherencia que le reconoce al político gallego.

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