Estadísticas y discriminación social

La belleza estadística

Imaginemos, Dios no lo quiera, que una guerra nuclear acaba con la Humanidad. ¿Cuál sería, al día siguiente, el titular de un hipotético periódico lleno de ideología “políticamente correcta”? Es fácil de imaginar: “ El fin del mundo. La mayoría de las víctimas son mujeres ”

Para atacar el asunto de cómo se debe “medir” la discriminación empezaré con un ejemplo nada “machista” (es éste uno de los insultos que sirven para descalificar cualquier argumento que ponga en cuestión la superioridad moral de cualquier minoría cultural, incluido el “género” femenino, claro está).

Imaginemos unas oposiciones para cubrir diez plazas de jueces. Se presentan 1.000 personas, la mitad mujeres y la otra mitad varones. La nota media obtenida en las oposiciones por las mujeres es ligeramente superior a la de los varones, pongamos un 1% más alta. Además, la distribución de las notas, tanto de varones como de mujeres, es una distribución normal (la conocida “campana de Gauss), entonces, de los 10 nuevos jueces, 9 serían mujeres y tan solo 1 sería varón.

¿Cómo es posible que una diferencia tan solo del 1% (que arrojaría como mucho 6 mujeres y 4 hombres) pueda dar lugar a esta “discriminación”?

Porque, aunque la media de las notas de las mujeres sea sólo ligeramente superior a la de los varones, las mujeres obtienen una mayoría aplastante sobre los hombres en las notas más altas, que son las que permiten obtener plaza (extremo de la derecha en las dos campanas de Gauss). El ejemplo, real “como la vida misma”, ilustra acerca de las muchas “discriminaciones” aireadas que no son tales. Vayamos a otro ejemplo:

La empresa Juguetería Domenech se acaba de instalar y en su entorno el 75% son españoles, el 25% son inmigrantes y el 5% son homosexuales. La dirección de la empresa (que no sabe que sólo el 2% de los inmigrantes son homosexuales mientras que el 6% de los españoles también lo son) encarga a su jefa de personal que contrate a 1.000 trabajadores y que lo haga sin discriminación alguna respecto a la nacionalidad ni a las inclinaciones sexuales.

Lo que hace la jefa de personal es contratar a 750 españoles y a 250 inmigrantes, consiguiendo así que no haya discriminación por nacionalidad. Pero ¿y los homosexuales? Pues habría el 2% de los 250 inmigrantes (5) y el 6% de los españoles (45). Total: 50 homosexuales, es decir, el 5%. Pero los inmigrantes homosexuales podrían decir que se les ha discriminado, pues lo son el 2% de los seleccionados, mientras que en el conjunto de los seleccionados son homosexuales el 5%.

Como se ve, siempre hay “estadísticas” que apoyan la existencia de alguna discriminación, real o, como en este caso, imaginada.

En España, por ejemplo, está muy mal visto que alguien ponga en duda los datos de pobreza o de paro, y si alguien se atreve a romper ese tabú lo más probable es que sea tachado de derechista o incluso de desalmado.

Leo un titular de no hace mucho: “El 27,3% de los hogares españoles vive por debajo del umbral de la pobreza”, es decir, 12.900.000 españoles vivirían en la pobreza (ese “umbral” se coloca en el 60% de la mediana d las rentas familiares).

Ilustraré la mala calidad de este indicador con un ejemplo. Sean dos países: A y B. En A la renta familiar es de 2.000 euros anuales y en B de 400.000. Sin recurrir a más cálculos, cualquier persona diría que A es un país pobre y B uno rico, sin embargo en A todos los hogares ingresan la misma cantidad (no hay nadie por debajo de la mediana) y en B la distribución no es uniforme sino que tiene una mediana de 370.500 euros y su “umbral de la pobreza” se coloca en 222.000 anuales, por debajo del cual vive (y muy bien) el 40% de sus hogares. Pues bien, según los criterios del INE –que son los de Eurostat- en A no hay un solo pobre mientras que en B el 40% de sus hogares está sumido en la pobreza.

Además, los datos sobre las rentas se obtienen preguntando a los encuestados, que tienen la mala costumbre de mentir como bellacos cuando se les pregunta lo que ganan.

Estas sospechas se multiplican si acudimos, por ejemplo, a otra pregunta (de la Encuesta de Condiciones de Vida del INE): ¿Tiene usted problemas para llegar a fin de mes? En 2006, es decir durante la fase alcista del ciclo, el 64,4% de los encuestados dijo tener esos problemas, y cuando la situación económica era mucho peor, en 2010, declaró tener problemas para llegar a fin de mes tan solo el 58,6% ¡¡5,8 puntos menos!! Lo cual resulta, simplemente, increíble.

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