El órdago de Podemos sitúa al líder socialista ante una encrucijada diabólica: O gobierna dando medio Ejecutivo y gran protagonismo al partido morado o rechaza la oferta y abona el terreno para que el discurso contra el búnker se despliegue por tierra, mar y aire. Ferraz se prepara para una negociación hacia dentro -con los barones- y hacia fuera -con Podemos, IU y PNV- que marcará la política española las próximas semanas. El Comité Federal socialista del 30 de enero tiene la clave del futuro.
Pablo Iglesias lo ha vuelto a hacer. Una vez más ha marcado la agenda, los ritmos y los discursos de la política española en momento decisivo. Si Podemos tiene una cosa clara es que debe dominar el marco narrativo, lograr que el resto de actores se mueva en el escenario que ellos diseñan a conveniencia. Y algo estaba fallando los últimos días, con el partido arrinconado tras la línea roja del referéndum catalán y sus mensajes eclipsados por la polifonía de las confluencias y el ruido de los fallidos grupos parlamentarios.
Necesitaban un golpe de efecto y lo dieron. Si al final no hay pacto de izquierdas, que no se perciba que ellos no lo han intentado. La mano está tendida y el camino marcado, aunque aparece plagado de minas para un PSOE que ayer se vio sorprendido por la audacia de Iglesias y los suyos, que incluso provocó la renuncia de Rajoy a ser el primero en intentar ser investido. La política española no acaba de acostumbrarse a esas formas, a esos frecuentes giros de guion que la cocina morada diseña con precisión de cirujano.
Podemos quiere que entren en el Gobierno sus cuatro dirigentes más importantes, sus dos fichajes estrella y el hombre de Colau en Madrid
¿Sánchez quiere un Gobierno de izquierdas? ¿Pretende de verdad emular la maniobra de su homólogo portugués, Antonio Costa? ¿Opta sin cortapisas por un plan que desmonte la gestión de Rajoy? Podemos le marca la senda: podrá hacerlo, pero con Iglesias de vicepresidente primero -y quizá único-, al menos seis carteras más en manos moradas –entre ellas Defensa, Justicia y Administraciones Públicas– y una hoja de ruta nítidamente fijada que incluye una amplia reforma de la Carta Magna “con espíritu constituyente”. La Moncloa sería para el líder socialista, sí, pero es “una sonrisa del destino que tendrá que agradecer”, en palabras de quien quiere ser su socio.
Iglesias se gustó en su comparecencia en el Congreso. Los susurros en la sala de prensa se desataron cuando entró junto al exJEMAD, desaparecido desde que no logró un escaño el 20-D. Continuaron al ver que el orador se disponía a intervenir escoltado por el propio exmilitar y cinco compañeros más -Errejón, Bescansa, Montero, Rosell y Domènech-. Y se acallaron de puro pasmo cuando soltó la bomba, nada más comenzar: “Vengo de reunirme con el jefe del Estado y sin más preámbulos voy a informarles de que le he transmitido nuestra voluntad de formar un Gobierno del cambio con el Partido Socialista y con Izquierda Unida”.
Zozobra socialista
El líder de Podemos se sacudió así de un plumazo la presión que Ferraz le venía metiendo durante días. Ya no debe decidirse entre apoyar a Sánchez o provocar nuevas elecciones; ha optado por la primera alternativa y además lo ha hecho claramente, sin viajes a Portugal ni a través de intermediarios. Eso sí, sus condiciones son difícilmente admisibles por el PSOE, que ha reaccionado con una mezcla de estupor, escepticismo y una reiterativa llamada a respetar los tiempos de la democracia. Sánchez no sabe si creerse o no el ofrecimiento de Iglesias.
Es obvio que no puede descartarse que con la jugada de ayer Podemos persiga el objetivo contrario al pregonado -un “no” socialista que le permita profundizar en la estrategia anti-inmovilismo y anti-búnker buscando la hegemonía de la izquierda- pero, si al final se materializa, Iglesias estaría dando a Sánchez el abrazo del oso. Provocaría una situación a priori fraternal que esconde la intención de llevarse todo el protagonismo de la acción de Gobierno, marcando el rumbo estratégico y colocando en el escaparate ministerial a los activos más importantes del partido.
Un Ejecutivo de PSOE-Podemos-IU necesitaría 15 escaños más para cada medida importante que quisiera aprobar
El núcleo de la dirección de Podemos -Iglesias, Errejón, Bescansa y Montero- y los dos fichajes más importantes de la precampaña -Rosell y Rodríguez- estarían en un gabinete donde tendrían su hueco el candidato de la confluencia catalana, Xavier Domènech, y el de IU, Alberto Garzón, reduciendo aún más el espacio socialista. Sánchez sería rehén de sus compañeros de viaje pero además tendría que buscar 15 escaños adicionales para cada decisión importante de la legislatura.
Los 161 diputados de PSOE, Podemos e IU suman menos que los 163 de PP y Ciudadanos, que además tienen la mayoría en la Mesa de la Cámara y decidirán qué asuntos tramita el Congreso y cuáles no y de qué forma. Pasada esa criba, cada ley -además de la investidura- habría de pactarse con PNV y los independentistas catalanes. La mayoría absoluta del PP en el Senado, por último, dificultaría toda tramitación e imposibilitaría cualquier reforma constitucional. Es difícil presagiar larga vida a un Ejecutivo en esas condiciones.
“Se parece mucho más a un intento de humillación al Partido Socialista que a una voluntad real de negociar nada”, aseveró Eduardo Madina sobre la propuesta de Podemos. Más duro fue Alfredo Pérez Rubalcaba, que consideró a su formación insultada «gravemente».
En efecto, aceptar las condiciones de Podemos sería para el PSOE algo muy parecido a humillarse y quizá concluiría con la muerte por asfixia a manos del oso Iglesias en las próximas generales. El problema es que Sánchez está ante la última oportunidad de salvar su carrera. Si no gobierna, tiene claramente marcada la puerta de salida en el próximo congreso socialista. Y hacerlo de la mano del PP ha quedado claro que no es una opción para él.
Se parece mucho más a un intento de humillación al Partido Socialista que a una voluntad real de negociar nada. El PSOE merece respeto.
— Edu Madina (@EduMadina) enero 22, 2016
Se entregará, pues, a intentar fraguar esa alianza, también bendecida por Garzón. Pero para ello deberá superar la prueba interna del sábado 30 de enero, día en que se reunirá el comité federal del PSOE, máximo órgano entre congresos. Los socialistas debatirán la situación y convocarán el próximo congreso, previsto para primavera. En la anterior cita del comité, los barones más reacios a pactar con Podemos le fijaron a Sánchez la línea roja: no se negociará con nadie que cuestione la soberanía nacional y defienda la autodeterminación de Cataluña. Un postulado que puede ser revisado -para hacerlo más duro- tras el anuncio de Iglesias, que muchos socialistas vieron prepotente e irrespetuoso.
La retirada de Rajoy y el órdago de Podemos dejan a Sánchez, pues, a los pies de sus barones. El comité federal llegará antes que una hipotética convocatoria de investidura aunque después de que el secretario general haya iniciado conversaciones con posibles aliados. Continuará.