Carmona, candidato por Madrid, sale a defender al antiguo lider del PSOE, del que dice que no protagoniza ninguna disensión interna.
Fue la comidilla durante la Conferencia Municipal que los socialistas celebraron el pasado fin de semana en Madrid. A casi nadie pasó desapercibida la imagen del expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero -el rictus serio, los brazos cruzados-, escuchando los discursos de otros dirigentes del PSOE con la inmovilidad de un jarrón chino.
La incomodidad del antiguo jefe del Ejecutivo era triple: en primer lugar, no le dejaron hablar durante el cónclave socialista; en segundo término, no le sentaron ni siquiera cerca del líder del partido, Pedro Sánchez, sino junto al número dos, César Luena; y, por último, vio como Felipe González se llevaba todo el protagonismo del acto.
En este punto, hay que decir que nunca Zapatero y González se han llevado bien. Todo empezó allá por el año 2003, durante la presentación del ensayo El Relevo, escrito por el periodista Gonzalo López Alba. Fue entonces cuando Zapatero tuvo que escuchar de boca de su antes admirado Felipe González que todavía faltaba mucho para que consolidará su liderazgo en el partido.
Un año después, Zapatero llegaba a la Moncloa. Fueron años de relaciones tirantes y con altibajos, en las que González se quejaba recurrentemente de que el entonces presidente del Gobierno no contaba con él para asesorarle en ningún asunto de importancia.
En la noche del pasado domingo, la cadena de televisión Cuatro emitió una entrevista con González, en la que el antiguo dirigente socialista lanzó sus más duros dardos contra el que fue su sucesor en la Moncloa, salvada la etapa de José María Aznar.
Según el primer presidente del Gobierno socialista tras la Transición, Zapatero tenía que haber dimitido en mayo de 2010 para no aplicar la política de recortes que tanto daño ha hecho a los socialistas y de la que todavía no se han recuperado.
El contacto entre Zapatero y Sánchez tampoco ha sido fluido desde que este último ganó las primarias y alcanzó las Secretaría General del PSOE. Y, tras las vacaciones de Navidad, la relación está completamente rota. Es más: ni siquiera se hablan, según cuentan a Sabemos fuentes de la dirección socialista.
Las hostilidades comenzaron el pasado verano cuando Sánchez dijo que su referente en política era Felipe González (al político de León ni siquiera le mencionó). Y fueron a más el pasado mes de noviembre cuando Sánchez enmendó la plana a Zapatero al asegurar que fue un error la reforma del artículo 135 de la Constitución impulsada por el Gobierno socialista, con el apoyo del PP, ya que se debía dar prioridad a los servicios públicos antes que al pago de la deuda. Las palabras de Sánchez incomodaron a Zapatero.
Poco después tuvo lugar la famosa cena en la casa de Bono, a la que asistieron el expresidente del Gobierno y el líder de Podemos, Pablo Iglesias. El enfado de Sánchez, que se enteró del ágape por la prensa, fue supino. Semanas después se produjo el viaje de Zapatero y Moratinos a Cuba y se empezaron a oír voces que desde la dirección socialista acusaban al antiguo líder del PSOE de estar todo el día enredando.
Incluso, según contó en su día El Confidencial Digital, Pedro Sánchez renegó del expresidente del Gobierno, al decir off the record ante un corrillo de periodistas que si por él fuera, Zapatero se hubiera quedado en Cuba.
Desde entonces no han parado las acusaciones de Ferraz contra el expresidente. A finales de enero, Público sacó a la luz un supuesto plan de Zapatero, José Blanco y Carme Chacón para desestabilizar al partido. Citando fuentes cercanas al secretario general del PSOE, la información se hacía eco de los movimientos del expresidente, «quien no pierde ocasión para comer o tomar café con destacados dirigentes socialistas para desacreditar a Sánchez y decir que la única solución del PSOE es Susana Díaz».
Por aquellas fechas, los dos dirigentes se negaron a saludarse en un acto en el que el ex ministro Jordi Sevilla presentaba un libro.
El penúltimo episodio de esa animadversión entre el líder socialista y su antecesor en el cargo tuvo lugar el pasado fin de semana durante la Conferencia Municipal.
La tensión entre ambos fue notoria desde el mismo momento en que los principales dirigentes socialistas entraron en el pabellón: por delante, Pedro Sánchez y Felipe González; y unos metros detrás, Zapatero, César Luena y el candidato socialista al Ayuntamiento de Madrid, Antonio Miguel Carmona.
«Hay cuestiones internas»
Precisamente, el expresidente del Gobierno tuvo ayer en este último dirigente un inesperado defensor. Carmona, molesto con la dirección del partido por cuestiones de protocolo -cree que no recibió durante la Conferencia el trato destacado que se debe al candidato por Madrid-, aprovechó los micrófonos de la Cadena Cope para asegurar que Zapatero «no protagoniza ninguna disensión interna», sino que es «un gran amigo, un gran compañero y un gran asesor».
Según dijo el candidato por Madrid, habla con él regularmente y le habría gustado escucharle este domingo en la Conferencia Municipal del PSOE. A su entender, el motivo de que Zapatero no interviniera habría que preguntárselo a la dirección federal del PSOE, a la que él no pertenece.
En todo caso, reconoció que en su partido hay «runrún» pero que no se despista por cuestiones internas, «que las hay», según informa la agencia Europa Press.
El encono de Sánchez y Zapatero recuerda a la anécdota protagonizada por Antonio Cánovas del Castillo. Según cuenta la historia, al destacado político de la Restauración un día le contaron que había una persona que hablaba muy mal de él, a lo que él contestó: «Qué raro. Nunca le he hecho ningún favor».