Lo suyo con el asunto de la corrupción, Sr. Presidente, y como verá se lo decimos con el máximo respeto pero se lo decimos, empieza a desprender un hedor insoportable.
No ha superado usted ninguna de las asombrosas charcas anteriores (Gurtel, Bárcenas, Púnica, Rato y un interminable etcétera que abruma enumerar), ni siquiera la primera fase de las que le han germinado en los últimos meses en pleno baile electoral, cuando, mientras retenemos el aliento esperando el arranque de unos contactos serios con partidos creíbles para salir de este vacío de todo en que nos encontramos, le brotan a usted nuevos y purulentos sarpullidos que hacen pensar a muchos que el PP es hoy un pudridero.
Es una imagen patética y alarmante, Sr. Presidente.
Patética, y con seguridad injusta para esos centenares de millares de militantes, que son una riqueza insólita en las formaciones políticas surgidas en la España de la Transición, que tanto y tan frívolamente invoca a cada poco. No digamos los millones que han votado el 20-D al partido de la gaviota, en buena parte tapándose la nariz para dominar las arcadas mientras depositaban la papeleta y con la esperanza de llegar aún a tiempo de parar la amenazante ola radical que amaga desde la extrema izquierda y los separatismos con arrasar la convivencia.
LA RECUPERACION ES COSA DE TODOS
Deje ya de adjudicarse la recuperación económica aún balbuceante que conoce España. La ha construido la asombrosa capacidad colectiva de sacrificio mostrada por los españoles. A pesar de que –cualquier primerizo de una facultad de economía podría decírselo- la coima, el trinque, el privilegio, el utilizar las reglas para saltárselas a la torera y llevarse la comisión de turno es el peor escenario posible a la hora de sacar adelante una economía moderna. Justo a donde algunos de sus equipos nos han llevado, Sr. Presidente. Esta lacra que pulula desde hace ni se sabe por sus cercanías ha arrojado la valoración internacional de nuestra transparencia –termómetro del que se vale el gran capital mundial a la hora de planear inversiones- a targets de tercer mundo y del degenerado Este europeo. Y la propia autoestima de los españoles, a las pestilentes calderas de Pedro Botero.
El caso es que estos sarpullidos de mezquindad y codicia que surgen a cada poco, y que, por lógica, nos hacen ponernos en lo peor de cara a los próximos días y semanas, vienen casi siempre de gentes que usted ha ido elevando a posiciones de poder, en Madrid y en el resto de España. Luego, han actuado cual si dispusiesen de patentes de corso para cometer ludibrios escandalosos con el dinero público. Destinados a su beneficio personal y a intolerables iniciativas en la actividad política.
Es cierto que ya es larga la lista de farsantes y estafadores que han ido cayendo. En algunos casos, sus propios oídos habían quedado saturados por avisos previos que la pasaban peperos decentes, además de frecuentes repiques mediáticos, sobre sus codiciosas tropelías. Pero usted ha mirado para otro lado por sistema y pareció, así, que intentaba protegerles. Y dejamos aparte, por cansancio, los mensajitos de ánimo y cariño personal que les enviaba y sonroja releer. Piense en esto: mucho nos tememos que todavía hay tiempo antes de que salgamos de esta emboscada que ha sido el 20-D a que le rebote en plena cara su defensa, el martes, de Rita Barberá.
NECESITAMOS AL PP
Y el caso es que, para abandonar el barro y no meternos en una basura totalitaria, necesitamos al PP, Sr. Presidente. Pero sin usted y enviando también al olvido a algunos de los que le rodean y que, por las razones que sean, no han sabido llevarle a abandonar esos fangales. ¡Y mire que ha (han) recibido advertencias y disfrutado de ocasiones! ¡Mire que las encuestas de opinión vienen dejando claro que usted está en mínimos, y, contrariamente al resto de los demás líderes, siempre varios enteros por debajo del suelo de su Partido…!
Los españoles no somos estúpidos por naturaleza, Sr. Presidente. Con la Constitución del 78 dejamos atrás la condición de súbditos y asumimos, con toda plenitud, la entidad de ciudadanos. Y ustedes, los que no parecen haberse dado cuenta del cambio, no han entendido que podrán tomar el pelo a algunos ciudadanos, incluso a muchos, durante cierto tiempo; pero no a todos los ciudadanos, durante todo el tiempo.
Pensamos, Sr. Rajoy, don Mariano, que su crédito como Presidente capaz de rectificar errores, algunos tremendos, ha expirado.
LO ESTÁ PONIENDO IMPOSIBLE
Está claro como un cielo azul de agosto que el PP tiene que depurar el vértice de su pirámide. Y empezar a negociar el desenlace de esta crisis proponiendo a los partidos concernidos en una gran coalición algún rostro alternativo al suyo, y hasta ajeno quizás al PP. Si lo ve necesario para salvar la cara, pactando una discreción de los motivos reales de esos cambios de posición. En el caso de que se lo permitan, por nosotros que no quede. Venda si quiere desinterés y sacrificio para hacerse a un lado. Estamos dispuestos a comprárselo. Aunque convencidos de que, al final, acabará sabiéndose todo.
Pero, con la que está cayendo, usted todavía ha osado declarar el martes que “la corrupción no tiene por qué afectar” a las negociaciones en curso. Lo cual es una majadería impropia de un hombre de su experiencia.
Se lo está poniendo chupado a Pedro Sánchez para decir que con su “indecente” persona no va ni a la vuelta de la esquina; imposible, a la vieja guardia y los barones del PSOE, dispuestos que estaban al parecer a forzar la mano en un gran sacrificio por mor de la gobernabilidad; a Albert Rivera, que ha llegado a esta encrucijada mostrando una limpieza, generosidad y disposición positiva insólitas lo está sacando del cuadrilátero a base de arrojarle bombas fétidas. No hablemos del papelón que está imponiendo al Rey.
Parte al menos de quienes creemos en una salida sensata, equilibrada, ajena los saltos en el vacío, queremos enviarle un mensaje: usted es de las personas con más capacidad de autoengaño que se conocen, pero aún luchamos por creer que es bienintencionado y honesto, pese a su innegable torpeza.
¡Déjelo ya, Sr. Rajoy, y váyase! Hágalo por esta sociedad que se ha ganado con sangre, sudor y lágrimas el disponer de un rumbo claro; hágalo por este país con tanta mala suerte en su Historia, al que un insólito período de prosperidad y paz que estaba disfrutando se le va torciendo por días. Y usted no es ajeno a ello.