El primer número de Agente Provocador (y los que vengan: la gente de La Felguera está inmersa en la realización del segundo, y quieren permanecer fieles a una cita trimestral) es un auténtico milagro.
Ya prácticamente todas las publicaciones de La Felguera pueden calificarse de milagrosas, de hecho, pero el formato revista, el acabado gráfico y la buena acogida de esta primera entrega (aunque bueno, eso es menos milagroso: entra dentro del sentido común) convierten al número uno de Agente Provocador en todo un hito.
Inspirándose en el Gabinete Negro de Joseph Fouché (que en tiempos de Napoleón interceptaba correos, espiaba a políticos y periodistas y dirigía a los Agentes Provocadores, órgano de inteligencia del Gabinete), esta publicación de La Felguera es tan peligrosa y subversiva como lo son siempre los textos de la editorial: a través de la cultura, la historia, el ocultismo pop y las biografías de seres humanos absolutamente ajenos a la norma social, demuestran que hay otras formas de entender lo que nos rodea. Y no hay nada más peligroso que eso.
Dividido en cuatro partes (Espionaje, Agentes encubiertos, Infiltración y De la provocación a la revolución) este primer número de Agente Provocador habla de temas tan diversos como una sociedad secreta de bailarines españoles del siglo XVIII (historia negra española), la Iglesia de los Subgenios (subversión pop), los coqueteos de Burroughs con la demonología (literatura tronada), la auténtica personalidad de Larra (periodismo bronco), la historia en verso de Juana La Valerosa (romancero del siglo XIX), nazis y ocultismo (ese clásico), grupos secretos paramilitares católicos (los auténticos ángeles exterminadores), la figura de las amazonas en la cultura popular (feminismo superheroico), y entrevista a gente tan singular y necesaria como el ilustrador Mario Rivière o el cantante de Los Saicos, Erwin Flores. Entre otras muchas cosas.
Un tremendo combo de información subterránea y mensajes corrosivos que, a diferencia de quienes piensan que la subjetividad es un mal del periodismo, abraza una visión del mundo propia y particular, pero a la vez universal, inteligible y poliédrica. La de los hilos que mueven nuestros destinos en la sombra y la de los agentes provocadores que los observan y documentan.
Necesitamos más medios como Agente Provocador: radicales, libres y con una agenda transparente y reivindicable. Y en este caso particular, no sabíamos -hasta que La Felguera se puso manos a la obra- hasta qué punto lo necesitábamos.
Agente Provocador #1
La Felguera