La caza de la inmortalidad del hombre rico

La clínica Neolife ha atendido a personalidades como Jesús Bárcenas.

En la madrileña calle Velázquez de Madrid hay una clínica diferente. Sus puertas la han atravesado algunos de los hombres y mujeres más ricos de España. Y Jesús Bárcenas. Muchos vienen para cubrir los síntomas de la andropausia o de la menopausia. Directivos adinerados pagan miles de euros para prolongar sus vidas de la manera más saludable posible. Se llaman Neolife y prometen ‘medicina preventiva anti-aging’. ¿Pero son un timo para ingenuos adinerados en el que les engañan con falsas promesas o una revolución científica que, como en la película Elysium, alarga la vida de los privilegiados?

El director médico de Neolife y de su Unidad de Hombre es Ángel Durántez, doctor en Medicina y Cirugía, veterano de la medicina deportiva y con una titulación poco habitual por la Age Management Medicine Education Foundation en EEUU. La clínica presume de ser la primera de Europa de su clase, aunque en Amsterdam y Londres están abriendo otras dos, y en su página web destacan, básicamente, sus capacidades a la hora de tratar la menopausia y la crisis de los 40. 
 
Reconozco que atravieso las puertas con el detector de timos encendido, pero Durántez parece un doctor más que serio. Y la conversación resulta realmente apasionante.
 
Durántez explica que, para ellos, el paradigma sanitario del siglo XXI consiste en pasar de la medicina curativa a posponer la aparición de las enfermedades. «La mayoría de las enfermedades de las sociedades desarrolladas son las llamadas enfermedades no transmisibles, propias del proceso de envejecimiento: las cardiovasculares, el cáncer, las neurodegenerativas, las metabólicas (especialmente la diabetes) y las del aparato locomotor (osteoporosis y artrosis). Todas estas las vamos a tener sí o sí en caso de que vivamos mucho tiempo. Puede que nos saltemos una si alguna de las otras es la que nos mata».
 
Por supuesto, todo esto tiene que ver con el aumento de la longevidad en los países desarrollados. El número de supercentenarios no va a dejar de crecer en el mundo, lo que no implica que nuestra calidad de vida vaya a mejorar. ¿La clave? «Posponer la aparición de estas enfermedades todo lo posible, lo que desde los años 80 se conoce como la compresión de la morbilidad». 
 
Durántez pone como ejemplos a César Alierta o el difunto Emilio Botín: directivos con vidas muy activas. En el último caso, murió pero después de tener una vida larga y saludable. «Muy diferente de lo que sucedió con Isidoro Álvarez, que murió a la misma edad que Botín y tuvo muy mala calidad de vida durante los últimos años. Tuvieron el mismo ‘life span’ pero muy distinto ‘health span'». Entre vivir muchos años y vivir sano muchos años.
 
Normalmente, la vida libre de enfermedades abarca hasta los 40 y, a partir de ahí, comienzan los achaques. ¿Cómo aplazar lo inevitable? «Con las mismas herramientas que las de la medicina curativa: pruebas diagnósticas e historia clínica incluidas. Pero pueden ser pruebas distintas de las habituales. Si queremos medir el grado de envejecimiento celular podemos medir la longitud de los telómeros, algo que no se hace en un hospital común. Si queremos ver el grado de afectación de arterioesclerosis en tus arterias coronarias podemos hacer un CAC, que mide la cantidad de calcio en tus arterias. Esto está publicado en revistas científicas pero no se utiliza en la medicina clínica convencional».
 
Durántez habla de lo que llama «las cuatro p», medicina preventiva, proactiva, predictiva y personalizada. «Preventiva para intentar la compresión de la morbilidad, proactiva porque el paciente toma en sus manos el control de su salud en lugar de reaccionar a las enfermedades, predictiva porque somos capaces de saber cuál es tu riesgo de padecer cada una de las enfermedades y personalizada porque es difícil protocolorizarla para toda la población«.
 
«Si esto lo empiezas a hacer desde los 35-40 años, lo llamamos medicina de la gestión de la edad. Es otra forma de decir ‘anti-aging’, pero es que esa expresión ha tenido connotaciones poco afortunadas al vincularse con la estética, la cosmética o la cirugía plástica. Además, el anti-aging de la década de los 90 estaba en entredicho. Si con 60 años estás activo y sano porque has prevenido enfermedades, ¿no estás haciendo anti-aging? Yo creo que sí, pero es una cuestión terminológica. En el mundo del anti-aging de EEUU hubo una escisión, porque los médicos no queríamos estar en el mismo foro que un osteópata o una peluquera. Yo me formé en EEUU y cuando voy a estos congresos me encuentro con especialistas de todas las ramas. Gente que ha desarrollado una carrera profesional en cualquier rama de la medicina y que quieren saber más de otras especialidades que no han tocado en su vida. En cambio, la asociación española está básicamente formada por médicos estéticos porque muchos clientes sólo están interesados en aparentar ser más joven. Nosotros no tenemos nada de cosmética pero, al final, utilizas el término anti-aging para que la gente lo entienda». 
 
Hay esperanzas, sí,  en llegar a frenar el envejecimiento a nivel celular, pero mientras tanto, todo pasa por la medición, por los buenos estilos de vida, sueño reparador, suplementos nutricionales, eliminar hábitos tóxicos… Todo lo cual suena bastante razonable.
 
«Pero hay que hacerlo de una manera obsesiva y saludable. Es muy típico ese perfil competitivo en el entorno directivo, que es lo que hace que sean triunfadores en sus negocios. Hace 30 años eran obsesivos en el puro y en la buena comida, y hoy lo son en terminar la maratón en menos de tres horas o hacer la San Silvestre casi a la velocidad de un profesional«.
 
 
En realidad, lo que propone Neolife no deja de ser a la salud lo que el plan de pensiones a una economía familiar. «Los gerontólogos advierten de que cuando nuestros pacientes llegan con más de 70 años, hay poco que poder hacer, teníamos que haber empezado a trabajar con 30-35 años para empezar a prevenir. Dada la enorme posibilidad de que la diabetes acabe incidiendo en tu vida, y afectando a todo tu organismo, y teniendo en cuenta que se puede prevenir, ¿por qué no prevenirla cuando aún es posible?»
 
Pero, ¿y los factores genéticos? ¿No estamos condenados a las enfermedades por nuestra programación genética? «Menos del 35% de las enfermedades dependen de tu genética. Entre el 70% y el 80% de tu salud depende del ambioma, no del genoma, y puede controlarse. Si te toca nacer en Siria o Afganistán, tu esperanza de vida no depende de ti. Pero los problemas de salud en sociedades avanzadas dependen de cosas que hemos hecho en nuestra vida. Por ejemplo, comer bien es más caro que comer mal. Si estás triste por cómo te va en la vida es más difícil salir a correr. Cuando te van mal las cosas tiendes a fumar. Así, las clases más castigadas tienen peores estilos de vida. Eso está archidemostrado. La esperanza de vida por clases sociales es mucho más elevada en las altas».
 
¿Qué pasa con los estudios genéticos? En algunos casos, como el cáncer de mama, sí permiten tomar decisiones, pero a partir de ahí lo único que te pueden decir son ciertas probabilidades de contraer enfermedades y el consejo sigue siendo el mismo: estilos de vida y prevención. «Todavía hay que esperar para conocer más datos y otra cosa es que si yo sé con certeza que voy a sufrir Alzheimer y no hay ninguna cura, realmente prefiero no saberlo», explica Durántez. «También puede ser que analices tu sangre y encontrarte con matrículas genéticas a través de la biopsia líquida. ¿Y si sale que tienes un cáncer óseo? Lo puedes haber pillado en su fase molecular. ¿Qué haces entonces? ¿Y si tu sistema inmunológico ha acabado con esas células tumorales? Hay un futuro prometedor, pero por ahora no podemos hacer esa medicina tan vanguardista». 
 
 
¿Y cuánto cuesta todo esto? Pues barato, lo que se dice barato, no es. Pero el público objetivo siempre preferirá gastarse el dinero en esto a cambio de pasar más tiempo pudiendo gastarse el resto. Estamos hablando en sumas que van desde los 800 hasta los 6.000 euros por la foto inicial. «El prototipo de la foto inicial ideal es el de 3.500 euros, es una revisión que es la que recomendamos a mayores de 40 años. Con eso tienes el diagnóstico y se empieza a trabajar. Hay cosas como la comida, el ejercicio o el sueño, que dependen mucho de cómo se haga. Pero el coste viene de la terapia de reemplazo hormonal y de los suplementos nutricionarios. La horquilla va desde los 75 euros al mes hasta los 450 euros, y la media suele estar en los 200 euros». ¿El suplemento más caro? «El T-65, una molécula de la raíz del astrágalo que produce una alteración leve de la telomerasa, que repone el telómero. Hay pocas publicaciones sobre ello, pero las hay». Un bote de 90 pastillas cuesta más de 400 euros. ¿La sensación? Si quieres gastar en salud, no van a faltarte formas de hacerlo.
 

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