El que no llora no mama, reza el dicho. Y Vodafone está dispuesta a llorar y a meter presión al regulador tanto como sea necesario.
Los argumentos reflejados por la compañía británica tienen cierto sentido cuando se trata de las condiciones impuestas por el regulador sobre la compra de DTS (Canal+) y sobre la situación creada, que ha convertido a los azules en una potencia de contenidos que nadie más puede replicar. Es normal que les parezca mal. Todos los rivales de Telefónica consideran que ha sido una regulación muy favorable a los azules. Pero, por otro lado, cabe preguntarse también por qué Vodafone u otro no compraron la compañía de contenidos.
La postura de los rivales de Telefónica consiste, demasiado a menudo, en protestar ante el regulador en lugar de hacer mejor su trabajo. A veces me recuerdan a mis hijos pequeños. Son perfectamente capaces de llevar sus mochilas al cole. No pesan apenas. Pero cada día protestan y me piden que, por favor, se las lleve yo.
En el caso de la fibra sucedió algo parecido. Los operadores alternativos se resignaron a llevar la mochila, ya que la abuelita CNMC no obligó a papá Telefónica a cargar con ella. ¿Algún problema? Ninguno. Hicieron lo que tenían que hacer y acarrearon el bulto. Hasta que el regulador cometió un error catastrófico y optó por forzar a abrir la fibra de Movistar a sus competidores salvo en unas pocas decenas de grandes ciudades. ¿La primera reacción de los niños? Salir corriendo y olvidarse de la mochila. ¿Para qué invertir si ya está papá incumbente para hacer el primo?
Paradójicamente, yo defendí con uñas y dientes la apertura del bucle desagregado para los competidores de Telefónica hace una década. Eran redes de cobre desplegadas en tiempos pretéritos y que, pese a la privatización, podían aún ser consideradas como «de todos los españoles». Pero no es el caso de la fibra. La fibra hasta el hogar fue una apuesta de una compañía empeñada en invertir para obtener ventaja y ofrecer mejores servicios que sus competidores.
Algo parecido sucede con los contenidos. La compañía que dirige Luis Miguel Gilpérez ha gastado más que nadie en productos exclusivos para sus clientes. Y no lo ha hecho para que sus competidores hagan cabriolas, lo ha hecho para triturarlos, que es la aspiración normal de enemigos que compiten.
A veces me pregunto qué pasaría si los rivales de Mercadona pidieran al regulador abrir el bucle de magdalenas de chocolate Hacendado. «Es que están muy buenas», dirían. «Así no hay forma de competir, las tienen sólo para ellos». O qye les obligasen a dar una oferta mayorista de sus productos sin gluten.
Soy partidario de una oferta mayorista de contenidos como la que ya existe, pero Vodafone sabía perfectamente que los ciclos de la temporada de motor le perjudicaban hace un año, cuando renunciaron al canal de motor. Que hoy se quejen por ello es, básicamente, una forma de no relajar la presión, no vaya a ser que el regulador piense que están contentos con algo.
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