Es Primero de Mayo y los sindicatos salen a la calle, llamando a que se sume a ellos toda la clase trabajadora. Porque sigue habiendo clases, en opinión del secretario general de Comisiones Obreras, Ignacio Fernández Toxo, que enumera un rosario de motivos para manifestarse hoy y recalca que no hay mejor modo de comprobar que la división en clases es «una incontestable realidad» que mirar «cómo ha crecido la desigualdad» en los últimos años.
Toxo resta importancia a la caída de afiliación sufrida por los sindicatos, que achaca en exclusiva a la crisis económica, y asegura que las centrales siguen siendo u actor imprescindible. No concede nada al Gobierno de Mariano Rajoy y sostiene que la mejora en las cifras de paro y afiliación a la seguridad social se debe al cambio de ciclo económico, no a la reforma laboral del PP. CC. OO. nunca verá con buenos ojos una gran coalición, asegura, aunque tras el 26J se abra de nuevo un escenario de bloqueo político. Este, afirma, es culpa de todos: «El PSOE sobreactuó con Ciudadanos, Podemos tuvo escasa voluntad inicial por negociar y Ciudadanos un acusado sectarismo hacia Podemos».
¿Por qué salir a la calle este Primero de Mayo?
Porque la economía sigue enferma y el empleo que se crea es precario; porque el proyecto europeo continúa en crisis; porque las consecuencias de las políticas de ajuste y recorte de derechos siguen vigentes; porque la desigualdad y la exclusión social siguen creciendo; porque los servicios públicos pierden terreno frente a la iniciativa privada; porque es necesaria una distribución más justa de la riqueza; porque hace falta una renta mínima; porque la tasa de cobertura a las personas desempleadas se ha desplomado; porque el SMI debe llegar a los 800 euros; porque hay que robustecer el sistema público de pensiones; porque ha aumentado el número de personas y familias en riesgo de pobreza; porque hay que revertir los recortes en Sanidad, Educación y Servicios Sociales; porque hay que poner fin a la brecha social y salarial entre hombres y mujeres; porque hay que combatir con mayor decisión y medios la violencia de género; porque hay que recuperar los derechos perdidos durante la crisis.
¿Qué responde a quienes dicen que ya no tiene sentido conmemorar una jornada de ensalzamiento del movimiento obrero porque las divisiones en clases -y por ende la lucha de clases- quedaron superadas?
Que esa crónica es producto de la fabulación y el engaño. Basta con observar cómo ha crecido la desigualdad entre pobres y ricos o asistir a la inmoral existencia de los paraísos fiscales, para constatar que las clases sociales son una incontestable realidad. Reivindicar en este contexto el valor del trabajo, la mayor riqueza de una sociedad, es algo más que necesario; es imprescindible.
Usted comenzó en el activismo sindical muy joven, durante el franquismo. ¿Han sabido los sindicatos ir adaptándose a los cambios de paradigma o ha faltado capacidad de reacción en algunos casos? ¿A qué achaca la caída en la afiliación de los últimos años: en exclusiva a la crisis económica o a causas más estructurales?
Los sindicatos somos parte activa de esta sociedad y como todas las organizaciones que en ella operan, en ocasiones no hemos sido capaces de actuar con la suficiente celeridad en el impulso de los cambios de organización y propuesta que la sociedad demandaba. La caída de la afiliación se produjo durante la crisis, pero la última evolución de la afiliación ya experimentó un cambio de tendencia, lo que debe analizarse como un dato alentador. La afiliación se resintió porque las personas afiliadas a los sindicatos no son extraterrestres. Son personas normales que cuando pierden su empleo tienen que dejar de pagar la cuota. Creo que la causa principal de la pérdida de afiliación hay que buscarla en el impacto de la crisis, quizás la mayor desde la gran depresión. Otras causas, las que denominas estructurales, creo que no han tenido incidencia reseñable en la afiliación.
¿Qué Gobierno o qué presidente del Gobierno le parece que ha hecho más por proteger los derechos de los trabajadores y por qué?
En los últimos 20 años, los gobiernos han basado su gestión en administrar con mayor o menor eficacia los ciclos de la economía. Ninguno se ha atrevido a prever ciclos de crisis como el que hemos tenido y han gobernado siempre a favor de corriente. Quizás el primer gobierno de Zapatero fue capaz de imprimir una nueva dinámica de gestión, liderando un cambio del cuadro de derechos sociales y laborales, cambio que se truncó en su segundo mandato.
Han sido muy críticos con la gestión de Mariano Rajoy y en especial con su reforma laboral de 2012. Los datos de paro y afiliación a la seguridad social son muy positivos ya desde hace dos años. ¿Cree que es a pesar de la citada reforma y no en parte gracias a ella?
No es verdad que los datos de paro y afiliación sean “muy positivos”. En primer lugar debemos precisar que la tasa de actividad sigue estando por debajo de la que existía en 2009, lo que es un dato preocupante para le economía española. Lo mismo le pasa a la tasa de afiliación a la Seguridad Social. Y aunque la tasa de paro se ha reducido, conviene advertir que su rotación y precariedad lo convierten en un factor de inestabilidad y riesgo para la financiación del sistema público de protección social (fundamentalmente, pensiones y desempleo), lo que ha obligado al Gobierno a recurrir más allá de lo tolerable al fondo de reserva de las pensiones.
Insisto en lo apuntado más arriba: los gobiernos actúan a favor de ciclo y son incapaces de activar nuevas políticas que ataquen los desajustes estructurales de la economía española. La reforma laboral del Gobierno de Rajoy ha abaratado el despido, ha roto los equilibrios de las relaciones laborales y ha sacrificado la negociación colectiva al interés empresarial. No ha servido para crear empleo; este se crea porque la economía sale de la recesión, aunque no supera la crisis.
Recientemente han mantenido encuentros con PSOE, Ciudadanos y Podemos. ¿Cómo ve el fracaso de las negociaciones para formar Gobierno? ¿Cree que alguien ha sido más culpable que otro?
Hemos mantenido encuentros con todos los grupos parlamentarios. Les pedimos que fueran capaces de evitar el peor de los escenarios posibles, la repetición de elecciones, y que abriesen sin descanso la negociación para un acuerdo de gobierno. PSOE, Podemos y Ciudadanos tenían la mayor responsabilidad, y a mi juicio, una vieja idea de la política -la que deriva de confundir el diálogo con el trágala- ha impedido hasta la fecha sumar una mayoría suficiente para sacar adelante la investidura de Pedro Sánchez y formar gobierno. Evaluar responsabilidades sirve de poco, pero habría que reprochar al PSOE una cierta sobreactuación en su acuerdo con Ciudadanos; a Podemos una escasa voluntad inicial por negociar y más tarde una exagerada incompatibilidad con Ciudadanos; y a Ciudadanos un acusado sectarismo hacia Podemos que llegaron a convertir en bandera del pensamiento conservador. Solo un ejercicio de responsabilidad de estas tres fuerzas políticas podría haber conducido al acuerdo. No pudo ser y parece que volveremos a las urnas el 26 de junio.
Si tras las generales del 26 de junio el panorama es similar y se abre paso algún tipo de gran coalición, ¿Comisiones Obreras podría verlo con buenos ojos siempre que incluyera ciertas medidas programáticas imprescindibles para el sindicato? ¿O ve prioritario relevar al PP del poder?
Nunca veremos con buenos ojos un gobierno de gran coalición. Con cuanta moderación se estime oportuna, gobernar es aprobar políticas para favorecer a los más débiles, a las personas que más lo necesitan; no se puede gobernar con declaraciones de fe. Vemos prioritario relevar al gobierno conservador, no como un objetivo en sí, sino para poner fin a unas políticas que han demolido la arquitectura del derecho del trabajo, han ensanchado la brecha de la desigualdad y han debilitado el estado social a favor de la iniciativa privada. Por supuesto, que de formarse un gobierno de esas características, CCOO peleará, como lo ha hecho en otras ocasiones por mejorar las condiciones de trabajo de la población asalariada y de las/os pensionistas, recurriendo a todos los medios que la democracia pone a nuestro alcance.
En alguna ocasión, Podemos ha sido crítico con la gestión de los sindicatos de clase, acusándoles de acomodarse en el sistema y defender sus propios intereses por encima de los colectivos. Tampoco Ciudadanos parece muy cercano en su discurso ni a CCOO ni a UGT. A la luz de estos hechos, ¿cómo han vivido el despegue de los partidos emergentes desde los sindicatos?
Con interés y actitud crítica. Podemos empezó su andadura en la vida política con evidentes gestos de hostilidad hacia el sindicalismo de clase y confederal, pero hace ya algunos meses que ha ajustado su análisis a la realidad. Hemos mantenido varias reuniones con Podemos y el grado de coincidencia en los principales temas abordados (empleo, pensiones, renta mínima, servicios públicos…) ha sido muy alto. Ciudadanos tiene un discurso económico y fiscal alejado de la propuesta sindical y hemos de juzgar esta situación de lógica y normal. Se trata de constatar las diferencias y explorar todas las posibilidades de acuerdo en política laboral y económica. No será fácil.
Ambos partidos han emergido con fuerza a izquierda y derecha –aunque a ellos no les gusta ubicarse en estas latitudes ideológicas- y el movimiento sindical, que hace política a partir exclusivamente de sus propios análisis, sabrá establecer las relaciones pertinentes.
La corrupción ha sido uno de los grandes problemas de España en los últimos años, causa del descrédito de instituciones, partidos y también sindicatos. A CCOO le han afectado casos como el de las tarjetas black de Caja Madrid o los ERE de Andalucía. ¿Creen que han dado una respuesta contundente ante ello y que la sociedad lo ha percibido así?
No lo creo, lo afirmo. La respuesta ha sido contundente (expediente informativo y expulsión del sindicato de las personas inculpadas), pero seguramente no con la celeridad requerida. El problema lo hemos detectado en otro ámbito: han fallado los instrumentos de control de las estructuras del sindicato para haber evitado lo ocurrido. Y ahí, nos vamos a centrar en el futuro. Se trata, no de sancionar las conductas irregulares, incompatibles con nuestro código ético. El objetivo es impedir que puedan darse. Y para ello estamos corrigiendo y modificando las normas, reglamentos y principios que regulan nuestra participación en este los órganos institucionales de las empresas.
Usted llegó a la secretaría general de CCOO en 2008, tras ganar el congreso por ajustado margen a José María Fidalgo. Luego, su predecesor se ha dejado ver en eventos del PP y llegó a sonar en 2011 como ministrable de Rajoy. ¿Cómo vio usted esta evolución de Fidalgo?
Solo puedo juzgar su actuación al frente de CCOO, que es mi sindicato. Y aunque no es un secreto que yo manifesté en el último periodo diferencias con algunas decisiones, su gestión al frente del mismo debo calificarla de globalmente positiva. Su evolución al margen de CCOO no merece mi opinión.
Si no me equivoco, CCOO tiene congreso confederal el año que viene. Ha habido rumores sobre su retirada. ¿Tiene tomada ya la decisión de si se presentará o no? ¿Cree que la reciente retirada de Cándido Méndez en UGT -y de otras figuras públicas relevantes, como Rubalcaba, Cayo Lara y Rey Juan Carlos- le presiona en ese mismo sentido?
Siempre doy la misma respuesta. Por respeto a la gente que me rodea (mi familia, mis compañeros/as del sindicato) han de ser ellos los primeros a los que debo comunicar mi decisión.