Cómo hacer frente a la inmigración masiva

La campaña contra la inmigración en Australia ha sido muy dura, pero ha funcionado

Cómo hacer frente a la inmigración masiva no tiene una respuesta sencilla para la Unión Europea. Reforzar las fronteras suena arcaico. ¿Se podría llegar a ver un muro trazando los confines europeos? Inimaginable. Recuerda a historias de guerra. China construyendo durante siglos su gran muralla para defenderse de los ataques de los Mongoles, Israel acorazándose entre muros de hormigón para protegerse de sus vecinos… todo muy lejos del sentimiento europeo. Sin embargo, son muchos los que ven en el Mediterráneo un muro invisible.

Por Lidia Soria (Bruselas)

Tampoco parece viable copiar otras políticas de inmigración, como por ejemplo la australiana. La isla cuenta con una de las políticas más duras y controvertidas. Con el nombre código de Operación Fronteras Soberanas, el gobierno conservador lanzó una campaña con el eslogan «De ninguna manera. No harán de Australia su hogar». La imagen de la misma, que bien podría pasar por un cartel de una película americana, muestra un militar serio en primer plano, velando por la seguridad del mar, en cuyas bravas aguas se ve a lo lejos una embarcación a punto de naufragar. No hay lugar para la inmigración sin un visado.

Quien decidió poner en marcha esta iniciativa fue el primer ministro, Tony Abbott, conocido por sus excentricidades. Hace apenas unas semanas saltaba a las portadas por beberse una pinta de un trago y dos días después daba lecciones sobre inmigración a la Unión Europea. “Debería rechazar todas las embarcaciones de inmigrantes ilegales”, aseguraba, a semejanza de la política emprendida por Australia. 

Abbott no sólo determinó que no dejaría entrar ningún barco, también extendió la prohibición a toda persona sin visado. Firmó acuerdos con la isla de Manus, en Papúa-Nueva Guinea, o la isla de Nauru, para poder trasladar allí a los inmigrantes que alcanzaran costas australianas, pagando por este “servicio”. Las opciones de los inmigrantes son pocas. Volver al lugar donde embarcaron, generalmente Indonesia, o llegar a los centros de retención de las islas para terminar viviendo allí incluso si su demanda de asilo se acepta. En ningún caso Australia les acoge, lo que le sirvió incluso una condena de Naciones Unidas por violar el Estatuto de los Refugiados de 1951.

Pero Australia presume de su política. ¿Por qué? Porque puede decir que en sus aguas ya no hay muertos. El balance de fallecidos en el mar es cero después de la controvertida Fronteras Soberanas. Desde el año 2000 han perdido la vida 1970 personas, donde se incluyen los desaparecidos intentando llegar a la costa australiana. En el último año, no ha llegado ningún barco y no ha habido ninguna muerte. Pero, al margen de los resultados, una operación militar de esta envergadura no puede trasladarse a Europa.

En el Mediterráneo, Mare Nostrum se ponía en marcha en octubre de 2013 como medida urgente después de la tragedia en Lampedusa, donde 300 personas fallecieron ahogadas en la costas de la isla italiana. En un año ayudó a salvar la vida de 150.000 personas. Pero Italia no podía en solitario continuar en esta batalla y, desbordada, clamaba ayuda. Y Europa respondió.

La UE puso en marcha a principios de año un refuerzo de la Agencia Europea de Control de Fronteras (Frontex), que se tradujo en el programa Tritón. Desde el comienzo, 21 estados miembro participaban con recursos humanos y técnicos, pero su presupuesto no alcanzaba ni un tercio de su predecesor. 2,9 millones de euros al mes frente a los 9 millones mensuales de Mare Nostrum.

En lo que va de año al menos mil personas han arriesgado y perdido la vida en los «barcos del infortunio»

Apenas cinco meses después de su nacimiento se cumplían los pronósticos de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) o del Consejo Europeo de Refugiados y Exiliados (ECRE). Llegarían más muertos. La anunciada tragedia conmocionaba al mundo al oír los testimonios de los pocos inmigrantes que habían conseguido salvar su vida. Las historias son demoledoras y las cifras, también. En lo que va de año al menos mil personas han arriesgado y perdido su vida en los “barcos del infortunio”.

No ha sido hasta entonces cuando se ha declarado como insostenible la situación y la Unión Europea ha terminado por reconocer el fracaso de su operación. Los líderes de los Veintiocho se reunían de urgencia en Bruselas en una de las Cumbres más decepcionantes de la historia. No consiguieron alcanzar acuerdos de envergadura más allá de triplicar el presupuesto de las operaciones de Tritón, volviendo por lo tanto a destinar los mismos recursos que tenía la operación extinta Mare Nostrum. 

Amnistía Internacional aseguraba en uno de sus informes que se podrían haber salvado vidas en las últimas actuaciones de Tritón. Recogiendo testimonios en una investigación sobre tres incidentes entre enero y marzo, la organización asegura que se utilizaron pocos y pequeños barcos, que no iban preparados para atender a las personas en esa situación extrema.

Alemania, primera en acoger refugiados 

Las causas de la inmigración masiva son múltiples. La pobreza, las guerras o la inestabilidad política en los países de origen mueven a las personas a buscar una estabilidad, un refugio, una ayuda. El caso en Libia es considerado una de las principales causas de las tragedias humanitarias en el mar. Mundialmente se registraron 866.000 demandas de asilo en 2014, un 45% más que en 2013. Sirios, iraquíes y afganos fueron entonces las tres principales nacionalidades de origen.

¿Hacia dónde se dirigen? En una primera parada, al país de entrada a la Unión Europea. El más cercano. España, Malta y principalmente Italia actúan como el primer paso para llegar a los países del centro y Norte de Europa. Sin embargo, Alemania fue el año pasado el país con mayor número de demandas de asilo. No sólo de Europa, sino de entre los países denominados industrializados. Es el primero del mundo, por delante incluso de Estados Unidos, que ocupa el segundo lugar en la lista del último informe de ACNUR.

Esta situación hizo que la canciller alemana, Angela Merkel, no perdiera la oportunidad y durante la cumbre de presidentes en Bruselas aprovechara para pedir un “esfuerzo solidario” al conjunto de la UE para establecer un sistema de cuotas por países, según el peso de su economía. Su propuesta ya ha sido recogida por la Comisión Europea que hará pronto una propuesta en esta línea.

Cinco Estados miembros acogen las tres cuartas partes de las demandas de asilo. Con las regulaciones de Dublín, los refugiados tendrían que solicitar asilo en el primer país de la UE al que entran, sin la posibilidad de elegir entre países. Sin embargo, al ser Alemania quien más refugiados acoge significa que los inmigrantes al pisar suelo europeo se mueven entre Estados “ignorando las reglas”. Alemania ha ido denunciando esta situación en varias ocasiones, acusando incluso a los países receptores de la inmigración de animar a los recién llegados a buscar asilo en otras naciones.

Al margen de la política, la sociedad alemana comprende cada vez más la situación de los refugiados y se entrega a la causa. Un proyecto tan innovador como emotivo nació de la solidaridad ciudadana. Una iniciativa ofrece la posibilidad al refugiado de convivir con una familia o compañeros de piso para evitar en la medida de lo posible el alojamiento masivo y que se den situaciones marginales. “Bienvenidos, refugiados” es la carta de presentación de un proyecto al que se han sumado más de 700 personas que les abren las puertas de sus hogares.

En 2014 Alemania recibió 173.070 peticiones de asilo, mientras a otros países como Reino Unido llegaron 31.260. Estados Unidos permanece en segundo lugar con 121.200 demandas de asilo, principalmente procedentes de México y América Central. Turquía y Suecia continúan la lista, seguidas de Italia con 63.700 solicitudes principalmente de Mali, Nigeria y Gambia.

Rusia, por su parte, aunque no se incluye en el informe de ACNUR, recibió 265.400 aplicaciones para asilo temporal y 5.800 para el estatus de refugiado de ucranianos. Después del conflicto entre Rusia y Ucrania, la demanda de asilo de ucranianos se ha disparado desde los 1.400 en 2013 a 15.700 el año pasado.

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