Guerra de mandarinas

La guerra siempre olvida los nombres

El mundo está cercado por guerras de nadie que no interesan a nadie. Así, desde hace décadas las contiendas bélicas viajan sin rumbo ante rencores que no tienen sentido histórico y ríos invisibles de sangre.

La estupidez humana tiene un recorrido casi infinitivo. En esencia, a lo largo y ancho de la historia las personas han demostrado una capacidad incuestionable para infligir dolor. Raza, sexo o religión, durante siglos hemos sido capaces de ver diferente a quien no lo era, de sentir distinto nuestro propio legado y, lo más triste, de matar por todo ello y seguir haciéndolo.

Con una expresividad pausada en las faldas de un valle se presenta Mandarinas (Tangerines). Una película que nos recuerda, de nuevo, la miseria de los hombres ante la guerra. A base de una música hecha a punzadas con algún instrumento de cuerda, el paisaje gris, frío y sin apenas un rayo de sol que escenifica el director Zaza Urushadze dibuja el conflicto bélico que a principios de los 90 convulsionó a Georgia en una suerte de Guerra Civil que dejó 20.000 muertos y 300.000 desplazados.

Sin tránsito entre la vida y la muerte, y con un peligroso escalofrío de indiferencia ante la bondad humana, Mandarinas abofetea al espectador para recordar que en el mundo siguen existiendo guerras que no son de nadie y muertos que compartimos todos. Eso lo hace con una película bélica sin armas, una guerra sin soldados, sólo personas.

Mandarinas (nominada en los últimos Oscars a Mejor Película de habla no inglesa) ha sido retratada de película antibélica. El argumento, que une bajo el mismo techo a dos combatientes de bandos enfrentados, se enroca en la amable historia de dos viejos que se dedican al negocio de las mandarinas en mitad de un páramo de guerra.

En la guerra no hay poesía ni bondad, sólo silencio entre muerte y muerte

Lo cierto es que no se trata de un largometraje antibélico. Hay muerte, dolor, amargura y el tufo pérfido de la guerra. Hay familias desangradas, presentes sin futuro y pasados sin recuerdos. Buscar la poesía entre los aullidos del mortero es un golpe de efecto que pretende causar la película, pero como brama el protagonista en una secuencia: “El cine es un gran engaño”. No hay poesía ni bondad, sólo silencio entre muerte y muerte, la guerra no permite mayor respiro.

Comprender a las personas resulta igual de complejo que entender la guerra. ¿Por qué nos matamos? El propio conflicto georgiano que escenifica Mandarinas es absurdo e incomprensible. A caballo entre lo religioso y geopolítico, los dos combatientes (georgiano y miliciano checheno) se enfrentan en la casa del viejo al enigma de abrir sus corazones para pretender arrancárselos.

Miradas eternas que simbolizan la ridiculez de la guerra dotan a Mandarinas de un relato pausado y creíble. ¿Por qué nos matamos? La locura nos absorbe entre creencias milenarias y fantasías territoriales. “¿Por qué lucháis en esta guerra de nadie?”, pregunta el viejo… El silencio responde de forma violenta sin articular una sola palabra. La sangre derramada les hace enmudecer de vergüenza.

FICHA

Título original | Mandariinid (Tangerines)
Año | 2013
Duración | 83 min.
País | Estonia
Director | Zaza Urushadze
Guión | Zaza Urushadze
Música | Niaz Diasamidze
Fotografía | Rein Kotov
Reparto | Lembit Ulfsak, Giorgi Nakashidze, Misha Meskhi, Elmo Nüganen, Raivo Trass
Productora | Coproducción Estonia-Georgia; Allfilm / Georgian Film
Premios
2014: Premios Oscar: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2014: Globos de Oro: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2014: Satellite Awards: Mejor película de habla no inglesa

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