Sigmund Freud. Con tan solo oír su nombre ya se nos vienen a la cabeza términos como psicoanálisis, superyó, sueños… A lo largo de su vida, son muchos los casos que ha tenido entre manos. Viajar en el tiempo no es posible (aún), pero en SABEMOS hemos hecho una recopilación de los 5 pacientes más extraños del padre del psicoanálisis.
Anna O, digna de El exorcista
A lo largo de los años, Freud acabaría siendo un auténtico experto en casos de histeria: en 1985 escribió «Estudios sobre la histeria» junto al médico Josef Breuer. Uno de los casos más destacados fue el de Bertha Pappenheim en 1880, llamada Anna O por Breuer.
Anna O padecía una fuerte histeria que le llevaría a tener un complicado cuadro clínico con síntomas inconexos propios de una posesión demoníaca. La chica, con solo 21 años, padecía sordera, ceguera, estrabismo, parálisis parcial de brazos y piernas, incapacidad para beber…¡y hablaba idiomas que desconocía! Anna sufrió parafrasia, una grave afección en el lenguaje que provocó que dejara de hablar o que incluso olvidara su idioma nativo, el alemán, para hablar en italiano, francés o inglés.
Breuer decidió improvisar, y a través del relato de hechos traumáticos sentó las bases de la psicoterapia. Sin embargo, la paciente no se curó del todo y fue internada en dos ocasiones en centros psiquiátricos.
Miss Eckstein, ronzando lo macabro
Este caso es fuerte. En 1982, Emma Eckstein visitó la consulta de Freud para poner remedio a sus abundantes hemorragias menstruales, su ligera depresión y su dolor de estómago crónico. El caso fue calificado de una histeria que precisaba de psicoterapia, y Freud achacó los síntomas a una masturbación excesiva. Pero el padre del psicoanálisis decidió experimentar con nuevos métodos. Cuidado.
Junto con el médico Wilhelm Fliess, la sometieron a una serie de complejas cirujías y extirpaciones nasales al considerar que había una fuerte conexión entre la nariz y los órganos sexuales. La paciente empeoró terriblemente después de la operación, y fue entonces cuando descubren que Fliess se había dejado olvidada una gasa de medio metro de longitud en la nariz de Eckstein. Vamos, una negligencia.
A pesar de que la paciente quedó desfigurada y con fuertes hemorragias, Freud seguía manteniendo que sus problemas derivaban de deseos sexuales reprimidos. Años después le encontraron un tumor en el útero. Freud siempre consideró este caso como un auténtico éxito.
Alucinaciones olfativas con Miss Lucy R.
Vamos con las alucinaciones. Miss Lucy R. acude a la consulta de Freud por un problema con el olor a harina quemada. Todo venía de un recuerdo en el que ella cuidaba de unas niñas pero quería irse con su madre. Mientras tanto, jugaba con las pequeñas usando harina. Freud apunta que el conflicto ocasionado en ese momento ha acabado derivando en un trauma que se activa con la sensación olfativa de la harina.
Hasta aquí todo más o menos normal. Freud le dio una vuelta al caso y acabó concluyendo que todo derivaba del amor que sentía Lucy por el padre de las niñas que cuidaba. La paciente no solo sufría traumas con el olor a la harina sino también con el del tabaco, ambos en relación con el dichoso padre de familia del que estaba enamorada.
Esta vez todo acaba bien. Después de relatar unas escenas en las que entraban en juego estos olores, la paciente se tranquiliza y encuentra paz y alegría. Reconoce que sigue locamente enamorada del padre de las niñas pero conserva el secreto y ya no padece más síntomas.
El hombre lobo
No, este no se transformaba en lobo. Sergei Pankejeff fue un aristócrata ruso que necesitó acudir a la consulta de Freud por sus problemas de nervios, entre los cuales destacaba la imposibilidad de ir al servicio sin la ayuda de enemas. Pero los problemas iban más allá.
Pankejeff sufría una neurosis muy grave que le llevaba a tener pesadillas recurrentes. En sus sueños aparecían unos lobos blancos en un árbol que no le dejaban dormir del terror, por lo que Freud denominó su caso como «Hombre Lobo». Después de sesiones de interpretación de sueños, el padre del psicoanálisis determinó que se trataba de un trauma sexual. Freud explicó que el aristócrata habría visto de niño a sus padres teniendo sexo en posición «de perrito» o a un par de animales apareándose.
Este caso fue muy criticado por otros psiquiatras y psicoanalistas como Otto Rank y Hervey Cleckley, pues según ellos el paciente fue empeorando y necesitó más tratamientos hasta su muerte. También se acusó a la Fundación Sigmund Freud de pagar a Pankejeff para que no revelara el fracaso de su tratamiento.
Ernst Lanzer y su obsesión con las ratas
En 1909, el abogado Ernst Lanzer acudió a Freud para tratar sus fantasías obsesivas con ratas. Lanzer estaba aterrorizado con estos roedores y temía que torturaran a su padre y a su novia con ellos. Además, tenía impulsos suicidas y se había vuelto muy supersticioso. Freud determinó que era un trastorno obsesivo y se puso a indagar.
Descubrió que durante su servicio militar, uno de sus superiores describió un método de tortura en el cual estaban implicados nalgas humanas y ratas. Tras una compleja inmersión en los hechos y en las obsesiones que habían derivado de ellos, el paciente quedó del todo curado. Poco después perdió la vida en la Primera Guerra Mundial.