El miedo es una emoción, a priori, catalogada como negativa, pero si nos detenemos a pensar más detenidamente sobre tal catalogación, encontramos que en el cine triunfan películas de este género, Stephen King vende todas y cada unas de sus novelas a millones y, cada vez más, nos sentimos atraídos por visitar lugares tenebrosos, como puede ser el campo de concentración de Auschwitz, cercano a Cracovia, que en 2011 recibió 1,4 millones de visitantes, la Zona Cero en Nueva York o la prisión de Alcatraz en San Francisco, en la que algunos afirman haber visto fantasmas.
Yo misma he disfrutado de la visita a Pompeya horrorizándome y aun así, sin poder separar los ojos de los cuerpos petrificados, y he asistido a una fiesta con visita nocturna en una de las prisiones más espeluznantes que se puedan imaginar, la de Patarei, en Estonia.
¿Qué tiene el miedo que nos atrae? Es una pregunta que todavía no tiene una respuesta única. Existen diversas teorías, unas más científicas que otras, unas postulan una mala interpretación de la activación por parte de nuestro organismo. Es decir, podemos estar sintiendo miedo, pero al ser similares las respuestas fisiológicas del miedo a las de otras emociones, como la excitación sexual, atribuimos esa activación de manera incorrecta. Otras teorías, en este caso relativas a la atracción por los lugares tenebrosos es, tan simple, como que nos conectan con nuestro sentido de la mortalidad o que nos ayudan a pensar en nuestra muerte a través de la de otros; y algunas más, que afirman que el terror controlado, esto es, el terror que sentimos ante estímulos que sabemos que no son reales, nos ayuda a soltar adrenalina.
Si siente atracción por el miedo y quiere experimentarlo durante sus próximas vacaciones, estos son algunos de lugares más tétricos del mundo:
La mencionada prisión de Patarei en Tallin, Estonia. Situada en una impresionante fortaleza junto al mar, está plagada de viejos fantasmas de la era soviética. Fantasmas con forma de somieres oxidados, ropajes viejos y desgarrados, amarillentos papeles, sombras tan rápidas que dudas de haberlas visto, teléfonos antiguos descolgados que temes llevarte al oído por si no están mudos, pintura desconchada, paredes mordidas por las balas y manchadas de sangre. Como Disneyland pero en sórdido.
Otro lugar impresionante por sus características es el viejo cementerio judío de Praga, en la República Checa, que data del siglo XV. Al ser un cementerio de dimensiones bastante reducidas los cuerpos se enterraban unos sobre otros. En algunas zonas se pueden contar hasta 11 enterramientos. El cementerio alberga unas 12.000 lápidas -no tantas como cuerpos enterrados- todas amontonadas de cualquier manera. Lo más sorprendente es el escaso espacio que ocupa este camposanto tan característico y cuya visita, sin duda, recomiendo.
El siguiente lugar de nuestro lúgubre recorrido es la Isla de las Muñecas, en los canales de Xochimilco, en Ciudad de México. Muñecas destrozadas por el paso del tiempo, la lluvia, el sol… Muñecas por todas partes, colgadas de estacas, de árboles y construcciones. Muñecas de todos los colores, tamaños y formas… Y todas igualmente horripilantes. La isla pertenecía a un tal Julián Santana, quien comenzó a colgar las muñecas en los años 50 del siglo XX como protección contra los malos espíritus. Cuenta la leyenda que una joven murió ahogada entre los lirios del canal en el que se encuentra esta isla, apareciendo el cuerpo en las tierras propiedad de Santana, quien comenzó a experimentar fenómenos extraños. Al poco, apareció una muñeca flotando en la misma zona en la que había fallecido la muchacha, Santana la sacó de las aguas y la colgó en señal de respeto.
Hay muchos más lugares así por todo el mundo. La isla de Hashima en Japón, la Capilla de los Huesos en Portugal, el Cambridge Military Hospital en Reino Unido, la Iglesia de St. George en la República Checa o las Catacumbas de París son solo algunos de ellos. Nos atraen, no sabemos explicar por qué, pero lo hacen a pesar de sentirnos atemorizados… ¿Quién no se ha sentido atraído por las imágenes de las momias en el museo? ¿Por las lápidas en antiguas iglesias románicas? ¿Por una casa abandonada? El miedo forma parte de nosotros, para bien y para mal, es una emoción que rechazamos cuando aparece en forma exagerada y no acorde a la situación, pero en sus formas más benignas, es una emoción que buscamos y la buscamos incluso cuando viajamos.