El procesamiento de los expresidentes de la Junta por el escándalo de los ERE devuelve la corrupción andaluza al primer plano y desgasta las opciones de Díaz de liderar el PSOE. Aunque lleva tiempo tratando de romper amarras con sus predecesores, la baronesa nunca podrá borrar una trayectoria que debe todo al ‘dedazo’ de Griñán. El socialismo andaluz cotiza a la baja en las encuestas y todo apunta a que se verá superado por el PP el 26-J.
Las personas que presidieron el PSOE de 2000 a 2014 y la Junta de Andalucía de 1990 a 2013 ya no tienen carné socialista. Manuel Chaves y José Antonio Griñán abandonaron el partido este miércoles, antes de que Ferraz tuviera tiempo de aplicar su código ético y expulsar a los que han sido dos de los mayores referentes del socialismo los últimos 25 años.
Su procesamiento por presunta prevaricación en el escándalo de los ERE -el juez cree que consintieron la articulación de una trama que manejó arbitrariamente hasta 854 millones de euros e imputa a Griñán también malversación de fondos públicos- supone la culminación en la denominada “rama política” de un proceso que estalló hace más de siete años y que ha puesto en la diana a los aludidos y a otros 24 exaltos cargos de la Junta. También salen mal parados los numerosos compañeros de partido que pusieron la mano en el fuego por ellos, destacando figuras como José Bono, Alfredo Pérez Rubalcaba, Elena Valenciano… y Susana Díaz.
Otros 24 exaltos cargos socialistas, entre ellos seis exconsejeros, van camino de sentarse también en el banquillo de los acusados
Díaz, actual baronesa andaluza y heredera política de los ídolos caídos, hace tiempo que trató de romper amarras con un pasado oscuro y trató de cultivar su propio perfil. Así, renovó el Gobierno autonómico y la cúpula del PSOE-A en cuanto tuvo ocasión, intentando distanciarse de un Griñán cuyo dedazo le había colocado en la cima administrativa de la comunidad más poblada de España y al frente de la federación socialista más poderosa. El barón saliente se despidió con tono lúgubre en 2013 sin esconder que la dimisión era un intento por levantar un cortafuegos entre el PSOE-A y la presunta corrupción.
“Muchos no tenemos mandíbula de hierro, no somos insensibles, es más: creo que esto tampoco es lo que se nos exige. Me afecta, sí, el daño personal y el daño familiar, pero sobre todas las cosas me duele el daño a la Junta de Andalucía y por eso hoy doy un paso atrás con el que pretendo favorecer que este asunto deje de entorpecer la política cotidiana”. Son palabras que Griñán pronunció el día de su dimisión, que no supuso su adiós definitivo a la política porque poco después fue elegido senador por el Parlamento autonómico.
«Pretendo favorecer que este asunto [los ERE] deje de entorpecer la política cotidiana», declaró Griñán cuando dimitió dejando paso a Díaz
Consecuentemente, resultó aforado ante el Tribunal Supremo, misma condición que ostentaba Chaves, diputado en Cortes. Su paso al costado tampoco acabó con las sombras de corrupción sobre la Junta, que a los ERE pronto sumó el escándalo de los cursos de formación, aún más grave en cuanto a cantidad presuntamente desviada. La propia presidenta declaró hace dos días en la comisión parlamentaria que lo investiga. Y la investigación de los ERE ha concluido con el procesamiento de otros 24 excargos socialistas regionales, entre ellos seis exconsejeros –Gaspar Zarrías, José Antonio Viera, Magdalena Álvarez, Francisco Vallejo, Carmen Martínez Aguayo y Antonio Fernández– y cinco exviceconsejeros.
Al tiempo, Díaz ha visto meguar su capital político. La legitimidad que le dieron las urnas en últimas elecciones autonómicas -conservó el poder tras un resultado más que digno y un pacto global con Ciudadanos- y generales -el PSOE solo ganó en diciembre en Andalucía y Extremadura- se le está escapando en los últimos sondeos. Todo indica que la región andaluza dejará de ser el 26-J la reserva espiritual del socialismo y, por segunda vez en democracia, el PP será el primer partido en votos y escaños allí. Solo existe el precedente de 2011.
La encuesta de GAD3 que el martes publicó ABC estimaba que el PSOE-A cotiza a la baja y perdería ahora mismo dos escaños respecto a diciembre, bajando de 22 a 20. Los populares conservarían sus 21 actas y se harían con la victoria, dejando a Díaz sin el discurso de que ella sí es capaz de ganar al centro derecha. Además, su retroceso iría en beneficio de Unidos Podemos, que se haría con doce diputados -Iglesias obtuvo diez el año pasado y ahora crecería en Jaén y Sevilla-. Ciudadanos mantendría sus ocho representantes. Un estudio de la Universidad de Granada publicado en febrero también daba ganador al PP andaluz en unas hipotéticas nuevas generales, otorgándole 1’6 puntos de ventaja sobre el PSOE -en diciembre, los socialistas se impusieron por 2’4-.
En busca de alternativa
Todo ello ha contribuido a lastrar las aspiraciones de una lideresa hoy de capa caída. Desde que hace unas semanas volvió a renunciar a la batalla por el liderazgo del PSOE -pidiendo el aplazamiento del Congreso Federal, primero, y aceptando que se haga sine die, después- ha perdido muchos enteros como candidata a relevar a Sánchez. Fuentes socialistas apuntan que los barones críticos con el secretario general miraban hacia Andalucía cada vez más por descarte -¿quién tiene hoy empaque para liderar el PSOE?- que por convencimiento. Ahora, estarían pensando en articular otra alternativa -en torno a Madina u otro político de nueva hornada- para descabalgar a Sánchez en caso de hundimiento el 26-J.
Otras fuentes del partido dan por hecho que Díaz mantendrá estas semanas el mismo perfil bajo que viene trabajando desde la disolución de las Cortes. En su único desplazamiento a Madrid desde entonces, el pasado 19 de mayo, pidió al PSOE “unidad” para tratar de sacar el mejor resultado posible en los comicios.
El PSOE solo ganó el 20-D en Andalucía y Extremadura; los sondeos indican que el PP se impondrá en la primera el 26-J
De modo que Sánchez puede dejar de sentir en la nuca el aliento de la presidenta andaluza, al menos por un tiempo. Él sigue insistiendo en que intentará repetir como secretario general en el próximo Congreso -espera ser para entonces presidente del Gobierno-, aunque el horizonte electoral no se lo pone fácil. Si Podemos confirma el sorpasso, su partido será un polvorín y se sucederán las presiones para que dimita.
En ese camino de espinas, la caída de Chaves y Griñán no le supone un contratiempo añadido, descontado el desgaste de que regrese al primer plano de la corrupción andaluza. Porque Sánchez siempre mantuvo que ambos dejarían el partido en cuanto se ratificara cualquier indicio delictivo sobre sus personas -algo a lo que luego se sumó Díaz, obligada por las circunstancias y para disgusto e indignación de sus antecesores-, y así ha sido. Ayer, el líder socialista reiteró su respeto a la “presunción de inocencia” y presumió de dureza contra la corrupción: “Soy un político limpio que, cuando entré en el PSOE, aprobó un código ético exigente”.
Griñán y Chaves son «dos personas honestas que nunca se han beneficiado de los cargos que han ocupado», proclama Díaz tras conocerse el último auto del juez
Ante las implicaciones del caso de los ERE, el discurso de Díaz tuvo durante largo tiempo muchos más matices. “Defiendo, porque creo en ella, la decencia y honestidad de quienes han trabajado al frente de la Junta de Andalucía”, declaró sobre los encausados hace menos de dos años, cuando ya el Alto Tribunal había puesto el foco sobre ellos. Como “hombre honesto, bueno, trabajador e inteligente” calificó a Griñán al relevarle en el PSOE-A. Ayer, tras conocerse el último paso de la Justicia y la salida del PSOE de este y de Chaves, aseguró que el gesto “les honra” y de nuevo manifestó confianza en su inocencia: son “dos personas honestas que nunca se han beneficiado de los cargos que han ocupado”.
Lo que nunca harán, a buen seguro, es regresar a la política ni participar de la actividad interna del PSOE. Su caída definitiva tiene mucho del adiós a una era. Además de presidentes de Andalucía y del partido a nivel nacional, fueron miembros de los Gobiernos de González -Griñán ocupó de 1992 a 1996 las carteras de Sanidad y Trabajo- y de Zapatero -Chaves fue responsable de Política Territorial y Vicepresidente Tercero entre 2009 y 2011-. Este último, además, representó en la primera legislatura de Aznar la auténtica oposición al PP, junto a los barones de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, y Castilla-La Mancha, José Bono. También fue miembro del grupo fundacional del PSOE moderno, junto a González y Alfonso Guerra, que dio en llamarse clan de la tortilla. Muchos apuntaban a que de nuevo del sur llegaría la regeneración que relanzaría al socialismo. Una opción que, de momento, queda en stand by y lejos de poder materializarse.