Desde el año 2012, y tras obtener jugosos beneficios con el carry trade , los bancos españoles han ido reduciendo sus inversiones en deuda pública española, según los datos difundidos por el Tesoro Público.
Año 2011. La banca española atravesaba lo peor de la crisis económica, que se evidenciaba en las cada vez mayores tasas de morosidad y en un cierre casi total a la financiación mayorista. Países de la periferia europea como España, además, sufrían en sus finanzas públicas las dudas de los mercados y los inversores internacionales, que elevaban sus primas de riesgo a niveles de récord. En ese contexto, cuantro letras pronunciadas por el presidente del Banco Central Europeo y que formaban el acrónimo LTRO suponían una solución parcial para ambos.
El LTRO, una operación de liquidez a largo plazo, fue una gran, inmensa, barra libre de liquidez monetaria puesta a disposición de los bancos de la zona euro para que pudieran seguir hacia delante cuando se cerraron los mercados interbancarios. Con una gran variedad de activos podían apelar al BCE, que les otorgaba toda la liquidez que quisieran a bajos tipos de interés. En teoría una de las ventajas de una financiación tan barata podría ser conceder más créditos, pero no, en su mayoría los recursos fueron a otra parte.
La otra parte que se beneficiaba de los LTRO no era el sector privado, sino la administración. En concreto, los estados con mayores déficit públicos y por tanto una mayor necesidad de financiación con el exterior. Así durante meses se desarrolló en la banca europea (sobre todo en la española) el llamado carry trade. Una operación tan sencilla y sin riesgo como adquirir dinero prácticamente gratis en el BCE para acto seguido acudir a las subastas del Tesoro y comprar deuda pública española, que por entonces pagaba unos buenos intereses en el entorno del 5% y 6%. Una operación sin costes políticos inmediatos y que contentaba a casi todos.
La banca pasa de la deuda…
Tal era la rentabilidad entre 2011 y 2012 del famoso carry trade que en apenas un año la deuda soberana española en manos de la banca nacional pasó de los 94.378 millones de euros (un 16,9% del total emitido) a unos 196.733 millones de euros (un 31,9%) a finales de año. Más del doble de exposición a los bonos de deuda del Tesoro, tal como muestran los datos del organismo emisor público.
Pero todo lo bueno acaba terminándose, y la fiesta de la deuda pública también. Las operaciones de liquidez como se entendían hasta entonces tocaron a su fin y la intervención del BCE a mediados de 2012 comenzó un rápido descenso de las primas de riesgo europeas. La deuda soberana española seguiría siendo un valor refugio, pero ya no tanto un valor rentable. Tal ha sido el descenso de los intereses pagados por el Tesoro que este año el bono español a 10 años ha llegado a pagar tan solo un 1,14% de interés y hasta se han registrado las primeras subastas con tipos negativos; es decir, que en la práctica el que paga es el que presta el dinero.
Con esas condiciones, la banca no es un inversor que pueda estar interesado. Así, y a pesar de que el endeudamiento del Estado no ha dejado de crecer (bordea el 100% del PIB), desde 2012 el porcentaje de deuda pública en manos de las entidades de crédito se ha reducido progresivamente en los últimos tres años. Si en 2013 la deuda pública en poder de bancos y cajas era el 27,6% del total, a finales de 2014 este porcentaje aún bajaba más, hasta el 24,94% del total de emisiones.
En lo que va de año, los datos muestran un proceso acelerado de desapalancamiento de la deuda pública por parte de los bancos españoles. Si en enero éstos tenían en sus balances 189.900 millones de euros en bonos, obligaciones y letras, en marzo (últimos datos disponibles) esta parte del pastel descendía hasta los 172.702 millones de euros. Uno de los factores detrás de esta continua desinversión puede estar en el propio BCE, que en la última medida para proveer de liquidez a la economía (el llamado Quantitative Easing) ha admitido la compra de bonos de deuda pública como activo liquidable.
… pero los extranjeros cada vez compran más
En paralelo a la desinversión de los bancos españoles, se constata un cada vez mayor interés y peso relativo de los llamados inversores no residentes hacia la deuda del Tesoro. Es decir, que los bonos españoles cada vez son más demandados por fondos e inversores extranjeros.
Entre 2012 (año en el que la aversión de los foráneos hacia todo lo que fuera España alcanzó su cénit) y lo que va de 2015 el porcentaje del endeudamiento público que está en manos de no residentes ha pasado del 36% a casi el 53% del total: Si en 2012 eran apenas 224.662 millones de euros de los bonos y las letras las que estaban en manos de extranjeros, en marzo de este año la cifra casi se ha duplicado (394.171 millones de euros).
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