Tan sólo uno de cada cuatro trabajadores españoles ha visto aumentar su salario durante los últimos dos años. A pesar de la bajada del IPC y de un leve incremento del sueldo medio en 2015 no se ha podido recuperar la pérdida de poder adquisitivo acumulada tras la crisis.
Mientras las cifras del paro se reducen mes a mes, los salarios se mantienen congelados desde hace más de dos años. El daño de la recesión económica fue especialmente grave en materia de empleo, una variante a la que España es más sensible en comparación con el resto de sus vecinos europeos.
El descenso de la tasa de paro (-2,9 puntos en 2015) es un indicador optimista de que se puede producir un cambio de tendencia. Sin embargo, hay que leer la letra pequeña del nuevo empleo generado en España: de los 18,6 millones de contratos firmados en 2015, por tipo de jornada, el 35% fueron a tiempo parcial, mientras que por modalidad contractual, el 92% fueron temporales.
Las perspectivas a corto plazo dan pie a la esperanza, en el mercado ganan las empresas con planes de contratación para los próximos seis meses (47%) y se unen a aquellas cuyo plazo se extiende a los próximos dos años (54%). Son una minoría las compañías que prevén reducir sus contrataciones (4%), según los datos del informe sobre el mercado laboral en España elaborado por InfoJobs y ESADE.
Pero todavía existe una asignatura pendiente a la que España lleva demasiado tiempo dando largas. El salario nacional no se ajusta a la media de la UE, junto al de países como Grecia, Portugal o Eslovenia.
El salario mínimo interprofesional actual según Eurostat nos sitúa por debajo de los 1.000 euros, una cifra que clasifica a España en los países del denominado «grupo 2» (países con salario mínimo entre los 500 y los 999 euros).
En concreto, el sueldo base para 2016 está definido en 655,20 euros brutos mensuales distribuidos en 14 pagas.
En este sentido, tanto las empresas como la población activa opinan que esta cantidad es insuficiente y abogan por aumentar en un 55% este salario, hasta los 1.015,10 euros brutos mensuales, según la encuesta del propio informe.
Esta medida acercaría a España a los niveles europeos y posicionarse en la franja salarial del “grupo 3”, donde se encuentran las principales economías europeas como Reino Unido, Francia o Alemania.
No obstante, la recuperación parece haber llegado a todos los recovecos de la economía española a excepción de los sueldos. El 54% de los empleados reconoce que su salario no ha variado nada durante los últimos dos años, y el 24,5% sí que ha visto reducida su paga a fin de mes. Las principales causas de este fenómeno se relacionan con la pérdida de extras como bonus o variables o a la reducción de la responsabilidad en su puesto.
Respecto a las diferencias salariales por sexos y grupos de edad; un 18,5% de las mujeres que forman parte de la población activa española y que realizan una jornada laboral de 8 horas afirma que su salario bruto mensual es inferior a los 1.000 euros. Sin embargo, el porcentaje de hombres que hace la misma afirmación es la mitad: un 9%.
El colectivo más joven, formado por aquellos que tienen entre 16 y 24 años, también admite en un 44% de los casos percibir un sueldo bruto mensual inferior a los 1.000 euros por el desempeño de una jornada completa. Este porcentaje, sin embargo, se reduce drásticamente hasta un 16% cuando pasamos a la franja de 25 a 34 años.
La congelación de los salarios ha provocado un leve repunte del poder adquisitivo de los individuos que no compensa la pérdida experimentada durante los años de crisis. En 2015 se produjo un efecto neto positivo (0,5%) entre la variación media anual del IPC (-0,3%) y de los salarios (0,2%).
Sin embargo, a excepción de 2014 (+0,1%), los años de recesión han dejado una cadena de descensos que lastran la recuperación del poder adquisitivo entre los trabajadores españoles: un -1,2% en 2013, -4% en 2012, -2,3% en 2011.