Los socialistas esperan evitar el sorpasso de Unidos Podemos, pese a que todas las encuestas lo detectan ya tanto en votos como en escaños. Ferraz confía en un fenómeno parecido al que tuvo lugar hace 20 años, cuando los sondeos vaticinaban hasta diez puntos de ventaja y mayoría absoluta de un Aznar que al final solo se impuso por 300.000 votos. El PSOE también obtuvo mejor resultado del previsto en la cita anterior, la de 1993.
Febrero de 1996. Las encuestas de los principales periódicos coinciden en sus estimaciones: el PP de José María Aznar lleva una gran distancia al PSOE de Felipe González y va camino de consolidar en las elecciones generales el cambio de ciclo iniciado el año anterior en municipales, autonómicas y europeas. Es altamente probable, incluso, que Aznar alcance el 3 de marzo la mayoría absoluta. Dichos sondeos calculan que su partido obtendrá entre 160 y 184 escaños, por los 113-145 de los socialistas, que se dirigen hacia el peor resultado de su historia. El retorno del centro derecha al poder, 14 años después de la primera victoria de González, parece inexorable.
A González le faltó «un debate o una semana más de campaña» para lograr su quinta victoria consecutiva
Sin embargo, las urnas dibujaron un panorama bien distinto al vaticinado por la demoscopia. El PP ganó, pero tras un escrutinio de infarto que arrojó un resultado ajustadísimo: menos de 300.000 votos de distancia entre la primera fuerza y la segunda. González declararía después que le faltó “un debate o una semana más de campaña” para apuntarse el quinto éxito electoral consecutivo. Las crónicas calificarían de “amarga victoria” el resultado que dejaba a Aznar en condiciones de gobernar pero muy lejos de las expectativas creadas y obligado a pactar con los nacionalistas.
Veinte años después, Ferraz espera que ocurra algo similar. O más bien lo anhela. Se quiere autoconvencer de que es posible que las demoscópicas estén errando en sus estudios y que, al mismo tiempo, la publicación de esos sondeos acabe teniendo una influencia positiva para ellos. Exactamente lo mismo que ocurrió en 1996. El 11 de febrero de ese año, a menos de un mes de las elecciones, El País publicó una encuesta que otorgaba al PP el 41’7% de intención de voto, al PSOE el 32’6% y a Izquierda Unida el 12’8%.
Ya en campaña, un sondeo de ABC daba a Aznar la mayoría absoluta (176-184 escaños) con amplia ventaja sobre González (117-125), cifras muy similares a las ofrecidas por El Mundo (170-179 diputados por 113-123). El estudio más favorable a los socialistas se publicó en La Vanguardia: PP, 160-170 escaños; PSOE, 135-145. En cuanto al CIS, su encuesta preeelectoral -con trabajo de campo realizado del 12 al 21 de febrero- detectó 7’1 puntos de ventaja de Aznar (41’2%-34’1%), aunque el barómetro de febrero -trabajo de campo del 27 de febrero al 1 de marzo- dejaría la distancia en 2’4 puntos.
El escrutinio fue muy diferente a lo esperado. Los populares se quedaron en poco más de 9’7 millones de votos (38’79%) y 156 escaños; los socialistas, en 9’4 millones (37’63%) y 141 diputados. La IU de Julio Anguita, que en algún momento de la legislatura soñó con superar al PSOE, obtuvo el 10’54% de los votos y 21 actas. El caso se cita a menudo como ejemplo paradigmático de efecto underdog. Con ese nombre se refiere la sociología electoral al fenómeno por el cual los ciudadanos cambian en porcentaje decisivo sus intenciones para acabar apoyando al partido que aparece castigado en las encuestas. Es uno de los dos efectos clásicos de incidencia demoscópica en comicios, junto al bandwagon o carro ganador, que consiste justamente en lo contrario: numerosos electores se apuntan en la recta final a la formación que va primera, que termina ampliando su ventaja.
Fallos en la ‘cocina’
No obstante, hay expertos -como el sociólogo de la UNED Juan Jesús González- que apuntan a un fallo en la detección del pulso electoral de los españoles, tan o más decisivo que el impacto que las encuestas tuvieron en el electorado. El cambio de paradigma acaecido en la España sociopolítica de principios de los 90 debía haber llevado a las demoscópicas a revisar sus técnicas, explica González en su estudio Política y demoscopia: los sondeos y las elecciones generales de 1996, cosa que no hicieron. Tres años antes, ya se habían equivocado también al subestimar al PSOE.
En 1996, ¿fallaron las encuestas o triunfó la campaña de Ferraz? Probablemente las dos cosas
El postelectoral del CIS vendría a avalar esta tesis. El 95’4% de los votantes aseguró unos días después que las encuestas le habían influido “poco” o “nada” en su decisión. Una decisión que el 87% había tomado de antemano -“antes de la campaña electoral”- y que solo el 11’6% dejó para el final. Por ponerlo en contexto, en diciembre de 2015 fue un 35’9 el porcentaje de electores que se decantó los días previos a la jornada electoral o el mismo 20-D por un partido u otro.
Sea como fuere, tanto si en 1993 y 1996 las encuestas erraron como si las campañas de los socialistas triunfaron o si acontecieron las dos cosas, el PSOE desea que en términos prácticos ahora se produzca un fenómeno similar. Los mensajes de Pedro Sánchez van dirigidos a desdeñar las estimaciones que dan por seguro el sorpasso de Unidos Podemos.
El PSOE lanza su traca de fin de campaña: 500.000 llamadas telefónicas, diez millones de folletos y 1.300 actos
“En estos últimos días, no miréis a ningún lado, mirad de frente, sentid los colores”, pidió a sus simpatizantes el domingo en Zaragoza, casi a modo de conjura. Sánchez apela a lo que Ferraz denomina la “reserva emocional del socialismo”, a votantes clásicos del PSOE que en los últimos tiempos han pasado a la abstención y pueden ahora movilizarse por la humillación que les supondría verse sobrepasados por Pablo Iglesias. A conectar con ellos dedicarán los socialistas su traca final de campaña: 500.000 llamadas telefónicas, diez millones de folletos y 1.300 actos en apenas cinco días.
El equipo de Sánchez niega toda posibilidad al sorpasso en escaños y solo acepta que pueda darse en votos, como de hecho ya se dio en diciembre. Podemos e IU sumaron 600.000 votos más que el PSOE, aunque el sistema electoral no tradujera en diputados esa distancia obtenida por separado. Su coalición permitirá ahora optimizar un resultado que además podría verse ampliado. “Nunca nos han regalado nada. Nunca nos lo han puesto fácil. El futuro no está escrito. El futuro se escribe con los votos. Vamos a llenar las urnas de puños y rosas”, clamó el líder socialista en el citado mitin, un compendio de diatribas emocionales, dirigidas al corazón de los que un día se sintieron socialistas. Un discurso que recordó al pronunciado por Felipe González en ese mismo escenario veinte años antes. ‘González asegura que ganará a las encuestas’ tituló su crónica del acto el diario El País. Todo ha pasado ya antes.