Hay una niña paraguaya de 10 años embarazada de 6 meses cuya vida corre peligro. Fue víctima de una violación por parte de su padrastro pero el gobierno paraguayo dice que no piensa dejarla abortar porque en Paraguay está prohibido interrumpir la gestación excepto si la salud de la madre corre peligro. No sé qué entiende el gobierno paraguayo por peligro. Mejor no preguntar.
Tanto Amnistía Internacional como la ONU han acusado al Ejecutivo paraguayo de «graves violaciones de los derechos a la vida, a la salud y a la integridad física y mental de la niña«. El ministro de Salud ha viajado a Ginebra para explicar a la ONU la posición de su gobierno frente al aborto, como si en estos momentos a alguien le importase lo más mínimo lo que piensa este grupo de señores trogloditas anclado en el Paleolítico. Quien interesa ahora mismo es la niña y de la posición del gobierno solo debería importar por qué ha permitido que el año pasado 683 niñas entre 9 y 14 años dieran a luz en el país.
Para evitar ese drama es para lo que deberían hacer leyes y no para decirle a una menor violada repetidamente lo que debe hacer, después de que ellos no hicieran nada cuando la menor denunció el delito. El gobierno paraguayo ha invitado a la ONU a viajar a su país para que conozcan el problema in situ. A grandes problemas, grandes soluciones. Ellos a viajar, a comer, y a reunirse en grandes edificios mientras una niña de 10 años con 37 kilos de peso en su semana 21 de gestación sigue esperando en un hospital , no la llegada de una nueva vida, sino su más que segura muerte. Así está la niña argentina de 12 años que dio a luz la semana pasada en Saladas, en estado muy grave.
Amnistía Internacional ha lanzado el hashtag #niñaenpeligro para intentar hacer presión sobre el gobierno paraguayo y movilizar a la opinión pública. La ONU se ha dedicado a echar reprimendas de la abuela y poco más. Bueno, sí, han hecho algo más. Sus representantes dicen que respetan las leyes paraguayas. Ya estamos con lo de siempre, con el buenismo mal entendido y con una diplomacia aún peor concebida. No se pueden respetar ciertas cosas por mucho que los que se autoproclaman salvadores de la patria se amparen en la tradición, la costumbre, las leyes o en un falso y tergiversado concepto de la cultura para justificar sus infamias.
La ablación del clítoris también es una tradición que incluso realizan las propias madres y abuelas a sus niñas
La ablación del clítoris también es una tradición que incluso realizan las propias madres y abuelas a sus niñas; la lapidación de la mujer también es una costumbre en ciertos países que incluso lo tienen reflejado en sus Constituciones con artículos donde se detalla el tamaño de las piedras que deben lanzarse contra la mujer, que no deben ser ni muy pequeñas que impidan que la víctima no sufra lo suficiente ni muy grandes para que no muera demasiado deprisa. Por no hablar de las esterilizaciones forzadas en China. Eso no se puede respetar lo disfracen como lo disfracen. Parece que algunos olvidan que el Holocausto, el genocidio de Camboya del Pol Pot, el Gulag ruso o las matanzas en Ruanda o en Darfur también estaban regidas y contempladas en las leyes de sus países. Bin Laden lo dijo bien claro: “Gracias a vuestras leyes democráticas os invadiremos. Gracias a nuestras leyes religiosas os dominaremos” . Lástima que esa claridad no la tenga la llamada Comunidad Internacional a la hora de hablar y actuar. Mientras se pierdan en la dialéctica y jueguen con la semántica para ampararse en una posición cómoda que les impida mojarse y les permita columpiarse en la ambigüedad de lo políticamente correcto, no habrá nada que hacer.
Los que ostentan el poder o aspiran a ello tienen una extraña afición degenerada en obsesión por controlar el vientre de las mujeres. A lo largo de la historia, en la mayoría de los conflictos armados se ha utilizado el vientre la mujer como arma de guerra. Y no hay que remontarse a la Edad Media. En la Guerra de los Balcanes, en el corazón de Europa a finales del siglo XX, se institucionalizaron los campos de violación de mujeres habilitándose para esta práctica hoteles de cinco estrellas como el Vilina Vlas de la ciudad de Visegrado que, por cierto, hoy sigue abierto como centro de spa. Se calcula que fueron 200.000 las mujeres bosnias torturadas y violadas. La idea del iluminado político serbio, Radovan Karadzic, era realizar una limpieza étnica en toda regla a través del vientre de la mujeres bosnias que al ser violadas por soldados serbios, conseguirían borrar el rastro genético bosnio musulmán en las nuevas generaciones. Soñaba con una Gran Serbia como Hitler soñó con una Gran Alemania. Y se hizo con el descaro que brinda la ignominia y el saber que la Comunidad Internacional siempre está a por uvas. Lo estuvo cuando 2.000 niños morían en el cerco a Sarajevo y lo está hoy en día cuando el Estado Islámico asesina a la población civil y destruye la cultura y el patrimonio de la humanidad en ciudades como Palmira, quizá porque sepan que un país sin cultura ni pasado pierde su identidad.
Hace algo más de 35 años el presidente de Argelia, Houari Boumedienne, se fue a la sede de las Naciones Unidas y allí mismo dijo alto y claro: “Será el vientre de nuestras mujeres musulmanas el que nos dé la victoria”, en referencia a la fábrica de futuros mártires que para él representaba el útero femenino. Y por si alguien no le había entendido, luego fue el presidente libio, Muamar el Gadafi, y dijo que en 2050 Europa sería un estado islámico en parte gracias al vientre de todas las mujeres, europeas o no. Y supongo que hubo alguien en Naciones Unidas que dijo: “Respetamos todas las opiniones” que es tanto como decir “estamos trabajando en ello”. Me pregunto si daría la misma respuesta si alguien le comunicara su intención de hacer volar por los aires su organización. Cuando viajas a los Estados Unidos, en el avión te dan un formulario que estás obligado a responder donde te preguntan si tienes intención de atentar contra la vida del Presidente del país. Y les aseguro que si dices que sí, no te van a decir que respetan todas las opiniones.
Esta misma semana, Mtulu Kaya, una joven turca de 19 años, recibió un disparo en la cabeza por participar en un programa de televisión. Un crimen de honor perpetrado por su padre y su novio que no querían que la joven saliera cantando en televisión. En Turquía, un país que aspira a entrar en la órbita europea. Ahí es donde deberían implicarse los gobiernos, no en si una niña violada de 10 años debe dar a luz porque así lo considere una absurda ley de un gobierno.
Mientras sigan sin entender que los gobiernos y las instituciones internacionales trabajan y existen para los ciudadanos y no al revés, vamos a seguir asistiendo a historias como éstas. Un día como hoy estaría bien que lo tuvieran en cuenta.
Imagen | Flickr – Eder Fortunato