Una euromusa para eurofrikis

Edurne

Edurne tiene todos los ingredientes necesarios para ser una estrella en la era de la fama 2.0. Resiste la bulimia de imágenes que nutren las redes, no tiene un ángulo desterrable, sonríe, saborea los pasos y tiene presencia.

Al margen de resultados, supone una apuesta renovada. Desterramos lo racial y nos intentamos vender como nórdicos para dar una imagen más evolucionada. Enviamos una valkiria para hacer frente a las tribus del este que, un año más, compensarán sus deudas históricas con sus votos expiatorios.

Es una musa para heteros y gays. Y la cuestión no es baladí. Nadie es una auténtica diva si su iconografía no conquista la estética del arcoíris. Y como una Dorita moderna, no busca volver a casa sino enfrentarse a Oz para pedirle un triunfo. ¿Pero existía el mago de Oz? La moraleja era que la victoria está en el camino. Ella se convertirá, seguro ,en una estrella internacional. El tema no cumple con los cánones que un eurovisivo reconocería al segundo acorde. Ni siquiera los españoles somos capaces de tararear la canción, no hay frase ni para generar una sentencia en twitter o enviarle a un whatsapp a un amigo al que hay que animar. Ni sabiduría popular, ni mensaje de revancha ni romanticismo lorquiano. Por no entender, no se entiende ni la letra. Y un eurofan tiene claro que sabe lo que canta y convierte la canción en su propia historia.

El eurofriki, un paso más allá del eurofan, no solo conoce el concurso si no que se alista a la tribu, clan o segmento social al que representa el intérprete. Y Edurne, no pretende ser patrimonio exclusivo de nadie. No tiene detrás una historia digna de libro de autoayuda. No forma parte de un colectivo en lucha.

Por lo menos, no pasaremos vergüenza porque mostraremos una profesional del escenario con mucha experiencia en teatro musical. Pero al tema le falta atrevimiento, autenticidad y salvo el efecto inmigrante con nostalgia…me atrevo a apostar que es mucha responsabilidad enviarle a luchar contra los elementos… subida en esa nave. Le sobra magnetismo pero necesitará saber técnicas de hipnosis colectiva para que los 12 puntos sean la sintonía recurrente de la noche.

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