El gigante ‘low cost’ marcó un nuevo máximo histórico particular y alcanzó un beneficio de 867 millones de euros en su último ejercicio fiscal, disparando sus ganancias un 66%. La imparable estrategia de expansión que continuará este año permitirá a la aerolínea seguir engordando sus resultados hasta niveles récord.
Hace apenas dos años, Ryanair se encontraba en un peligroso estado de zozobra. Asediada por su potente mala imagen de aerolínea antipática, sus rivales habían empezado a comerle la tostada en varios de sus mercados clave (en el caso de España, Vueling era/es su quebradero de cabeza) y el grupo veía peligrar la sostenibilidad del negocio a largo plazo. No había urgencias, el peligro no era inminente, pero el futuro, de continuar así, era más que incierto.
El gigante ‘low cost’ crecía a una velocidad mucho menor que sus competidores, la cuota de mercado menguaba o se estancaba según los casos, y Ryanair recurría de nuevo a agresivas rebajas de precios como única vía para defender su posición, aún a costa de castigar su cuenta de resultados. La compañía llegó a anunciar en 2013 dos recortes de sus previsiones de beneficio (profit warning) en apenas dos meses e incluso llegó apuntarse pérdidas parciales en su peor trimestre de toda la crisis (el último de ese mal 2013).
Pero Ryanair optó entonces por reinventarse. La compañía eligió convertirse en una nueva Ryanair para que hubiera una Ryanair en el futuro, y reformuló de arriba abajo su archiconocido modelo ultralowcost para empezar a caer simpática. La aerolínea empezó a atender las grandes quejas de sus clientes, todas ésas que hasta entonces había desoído en pos de un servicio espartano. Rebajó los recargos/castigos que cobra por facturar maleta en el aeropuerto o por olvidar imprimir la tarjeta de embarque, permitió a los pasajeros llevar un segundo bulto pequeño en cabina, eliminó la estruendosa megafonía en los vuelos de primera y última hora del día, eliminó algunas de las trampas que había que sortear para coprar billetes en su web…
De un récord de 867 millones…
Una nueva política de relación con el cliente (a la que se ha sumado la venta a través de agencias de viajes y su apuesta por el viajero de negocios con servicios específicos) que ha hecho que los datos de ocupación de sus aviones se recuperen mientras relanza un ambiciosa política de expansión con nuevos destinos, más vuelos, más bases y ampliación de flota. El resultado es que el año pasado Ryanair, la que en 2013 zozobraba, obtuvo un beneficio récord de 867 millones de euros, lo que supone un fortísimo incremento del 66% en relación un ejrecicio fiscal precedente que ya fue bueno (ganó 523 millones).
La compañía comandada por el inefable Michael O’Leary elevó sus ingresos en el anterior año fiscal (con cierre el 31 de marzo) un 12%, hasa los 5.654 millones de euros, gracias fundamentalmente ha haber incrementado casi en la misma medida, un 11%, su volumen de pasajeros transportados, superando por primera vez en su historia los 90 millones de viajeros y a alcanzar un factor de ocupación de 88% de las plazas ofertadas (cinco puntos más). Y a pesar de seguir sumando rutas y frecuencias, el grupo se aprovechó de la caída de los precios del crudo y destinó a costear su factura de combustible (la partida más onerosa) 1.992 millones, un 1% menos. De hecho, los costes unitarios por asiento cayó un 5% y se mantuvo igual si no se contabiliza el gasto de fuel. Lo dicho, un buen año.
…a un nuevo récord de casi 1.000 millones