La candidata del PP a la alcaldía de la capital se quedó a ocho mil votos de arrebatar un concejal decisivo a Ahora Madrid. Lo hubiera logrado de sumar los casi diez mil sufragios de Vox, a cuyo candidato alertó en el debate electoral de que su proyecto acabaría beneficiando a Podemos.
“El voto que vaya a Vox es como si fuera exactamente a Podemos”. La frase con que Esperanza Aguirre cerró su primer turno del debate frente al candidato por Madrid de la escisión del PP, Javier Ortega Smith, devino el domingo profecía autocumplida. Según los datos del Ministerio del Interior, Aguirre se quedó a 7.839 votos de obtener el concejal número 22 -que habría ganado en detrimento del número 20 de la candidatura de Ahora Madrid encabezada por Manuela Carmena- y Vox obtuvo 9.843 papeletas. Si esos sufragios hubieran ido al PP, como pidió su candidata reiteradamente en ese cara a cara de Telemadrid, la suma de los ediles de Carmena y el PSOE no alcanzaría ahora la mayoría absoluta y sí lo haría una hipotética alianza PP-Ciudadanos.
Aguirre se esforzó a lo largo de todo el debate en seducir al electorado descontento con el PP que se refugia en Vox, pese a que esta formación ni siquiera aparecía en las encuestas y se había estrellado en las elecciones andaluzas. La alcaldable popular sabía que los comicios podían decidirse por la mínima y que si Vox tiene cierta fuerza en algún sitio es en Madrid. En las europeas sacó en la capital más de 48.000 votos, el 20% de los que obtuvo en toda España, quedándose a apenas 6.000 de Ciudadanos. Por mucho que hubieran menguado sus apoyos, esos votos que con toda seguridad fueron del PP en anteriores citas electorales podían ser -y de hecho han sido- decisivos en las elecciones más abiertas de los últimos tiempos.
De haber conseguido el edil 22, la suma de PP y Ciudadanos superaría a la de Ahora Madrid y PSOE
Ese buen resultado del partido de Santiago Abascal en Madrid el año pasado fue precisamente lo que le permitió participar en los debates de la televisión autonómica. Excluido en un primer momento, Vox recurrió ante la Junta Electoral y vio estimada su reclamación. El organismo pidió a Telemadrid que incluyera a este partido, toda vez que hacía lo propio con Ahora Madrid, formación de reciente creación.
“Es mucho más importante lo que nos une que lo que nos separa”, argumentó Aguirre ante Ortega Smith para atraer a su terreno a los electores de Vox. Ella, aseguró, había regresado a la primera línea con el objetivo de combatir a los “nuevos bolivarianos”, la “antítesis de lo que defendemos”, explicó. Y por esos derroteros transcurrió toda su campaña frente a la candidata apoyada por Podemos, que terminó por polarizar la elección y movilizar en masa al electorado de izquierdas. El PP confió en ella en marzo para hacer lo propio con su votante tradicional, decisión que se ha demostrado contraproducente. Aguirre, con su perfil duro y sus llamamientos a recuperar las esencias del partido, obtuvo 5.200 votos menos que Cristina Cifuentes en la ciudad de Madrid.
El resultado ha sido que la exministra tendrá que hacer oposición la próxima legislatura, tras fracasar sus intentos por evitar la investidura de Carmena. Aguirre acaparó ayer todos los focos al hacer pública su oferta a PSOE y Ciudadanos para que Ahora Madrid no gobierne la capital, propuesta que el candidato socialista, Antonio Miguel Carmona, rechazó de plano. En esa comparecencia declaró también que se había quedado «a punto» de lograr un resultado que le permitiera ser alcaldesa y llegó a citar esos casi ocho mil votos que determinaron el último concejal a repartir.
Un millón de madrileños -el 62%- ha votado a opciones de centro. Invito al PSOE y a Ciudadanos a entablar un diálogo abierto y claro.
— Esperanza Aguirre (@EsperanzAguirre) Mayo 26, 2015
La presidenta del PP madrileño echa en falta los sufragios de Vox que le hubieran dado el acta número 22 quitándole el 20 a Carmena, pero lo más probable es que ni con esas hubiera logrado el bastón de mando. Para ello tendría que haber atraído el respaldo de los siete ediles de Begoña Villacís, cuyo partido impone un rosario de condiciones antes de votar a favor de nadie. En cualquier caso, la realidad es que el Ayuntamiento de Madrid se encamina inexorablemente a un cambio de color político por primera vez en 25 años.