El golpe de timón que han obligado a dar a Mariano Rajoy, en primer término, los malos resultados del 24-M y, después, la rebelión de los barones territoriales del PP tendrá consecuencias inmediatas en la guerra por el poder que mantienen desde el año 2008 la vicepresidenta primera del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y la secretaria general del partido, María Dolores de Cospedal. Los cambios en el Ejecutivo y/o el Partido Popular pueden suponer la ruptura del equilibrio que hasta ahora ha mantenido Rajoy entre las facciones enfrentadas. Una de las dos saldrá derrotada.
Las aguas bajan tan turbias en el PP, tras la jornada electoral del domingo, que ayer el presidente del Gobierno no tuvo otra que admitir por sorpresa, en los pasillos del Congreso de los Diputados, que ya no descarta acometer cambios en el Ejecutivo y/o en el partido para concurrir a las elecciones generales de final de año en las mejores condiciones posibles.
Pocas pistas da el jefe del Ejecutivo sobre ese golpe de timón. Tan sólo dos pinceladas: que no se pone plazos ni se lo tomará con prisas –“poco a poco adoptaremos las decisiones más convenientes”, dijo- y que la estrategia se planteará de manera drástica y con la máxima confidencialidad, para evitar filtraciones. “Los cambios –aseguró-, sean en el partido o en el Gobierno, se anuncian una vez se han producido”.
Sean cuales sean las permutas –eso sólo está, que se sepa, en la cabeza de Rajoy-, las facciones de Soraya y Cospedal se sitúan en posiciones tan enfrentadas que cualquier decisión supondrá la derrota de uno de los dos bandos. De momento y a la espera de nuevos acontecimientos, ambas camarillas toman posiciones. La facción sorayista argumenta que, dado el escaso tiempo que falta para la disolución de las Cortes, no tendría efecto una crisis de gobierno. En el bando rival opinan lo contrario: Rajoy debe apostar por ministros con un perfil más político, que den un nuevo impulso a la labor gubernamental antes de las elecciones generales.
En cuanto al partido, la facción de la vicepresidenta apuesta por una renovación completa –aunque de forma provisional- del aparato de Génova, a la espera del congreso ordinario que deberá celebrarse el año próximo. Esa renovación pasaría por la caída de Cospedal, algo que supondría un notable éxito para la vicepresidenta del Gobierno, pues eliminaría, tras siete años de lucha en todos los frentes, a su principal rival en la carrera sucesoria. El bando de Cospedal cree, en cambio, que lo que hará Rajoy es reforzar la dirección del partido con nuevos rostros, lo que no quiere decir que los dirigentes actuales sean apartados.
Las maniobras de los sorayistas
Las hostilidades entre las dos facciones se abrieron en el mismo momento en que abrieron las urnas, durante la noche electoral. Conscientes del duro varapalo que el 24-M supuso para Cospedal –no alcanzó por un escaño la mayoría absoluta y, previsiblemente, perderá la presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha a manos de un pacto entre el PSOE y Podemos-, los sorayistas se lanzaron a la yugular de Cospedal con el objetivo de crear un clima apropiado para que se cuestionara su continuidad al frente de la secretaría general del partido.
En conversaciones en privado con periodistas, el bando de la vicepresidenta primera del Gobierno hacía responsable a la secretaria general del batacazo electoral con el argumento de que el aparato de la calle Génova no había sido lo suficientemente contundente en la labor de atajar los escándalos de corrupción en los que se han visto implicados diversos dirigentes del partido.
Además, los sorayistas hacían saber su valoración de que la campaña diseñada por Cospedal y su número dos, Carlos Floriano, no había sido buena; los mensajes nunca fueron nítidos; la comunicación, deficiente; y la estrategia de basarlo todo a la recuperación económica no había servido para recuperar al antiguo electorado popular, ahora descontento.
Sin embargo, las maniobras de la facción próxima a la vicepresidenta del Gobierno no lograron el objetivo deseado. El lunes -primero, ante el Comité Ejecutivo del partido y, después, en rueda de prensa-, Rajoy otorgó su respaldo a la labor llevada a cabo por la secretaría general, el director de la campaña y los dirigentes que han colaborado en esos quince días de duro trabajo. “Todos han hecho un gran esfuerzo. Este partido ha demostrado que sigue siendo una gran organización política y para mí es un orgullo y una satisfacción presidirla”, recalcó el líder de los populares.
Tras recibir el reconocimiento expreso de Rajoy, la secretaria general no se plantea abandonar el cargo y, según su círculo más cercano, está dispuesta a dar batalla a la facción adversaria. Es más, en las últimas horas, Cospedal ha recibido numerosas muestras de apoyo de dirigentes del partido y del Gobierno.
Margallo: “Cospedal es una magnífica secretaria general”
Uno de los más destacados respaldos le vino ayer del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo. «María Dolores de Cospedal es una magnífica secretaria general y Mariano Rajoy es el mejor presidente que podríamos tener y que ha demostrado tener pulso, determinación y coraje en una singladura más que complicada», sentenció el titular de Exteriores en declaraciones a los periodistas en los pasillos del congreso.
Precisamente, Margallo es –junto a la ministra de Fomento, Ana Pastor- uno de los más destacados miembros del llamado “G-8”, esto es, el grupo de ministros con influencia en el entorno de Rajoy, que pretenden que el jefe del Ejecutivo abandone su actitud tecnócrata, que es precisamente la que le recomiendan los altos cargos cercanos a la vicepresidenta del Gobierno.
Las palabras de Margallo no constituyen una cuestión baladí, ya que suponen que el G-8 toma partido, en estos momentos de grave crisis para el PP, en la guerra entre Soraya y Cospedal. Nunca hasta ahora ese grupo de ministros se había declarado en público tan claramente a favor de la secretaria general de los populares.