La Copa de Europa, germen de la actual Champions League, cuya final se disputa este sábado, fue concebida como una fórmula para engordar el negocio editorial en invierno.
A veces, los periodistas tienen buenas ideas.
Jacques Goddet necesitaba justo eso. En 1936 había sido nombrado director del Tour de Francia y diez años más tarde se hizo cargo de un nuevo diario deportivo, ‘L’Équipe’. Desde muy joven, había crecido como periodista en ‘L’Auto’, el diario que su padre fundó junto a Henri Desgrange, el primer director en la historia del Tour. Goddet habría de sucederle tanto al frente de la ronda ciclista como del negocio editorial.
‘L’Auto’ nació en 1900, para competir con ‘Le Vèlo’, el principal diario francés de deportes. Como les cuadruplicaba en ventas, Desgrange puso a la redacción a pensar. Un veinteañero, Géo Lefèvre, no sabía qué aportar al ‘brainstorming’. Por miedo a quedar mal, soltó lo primero que se le pasó por la cabeza: si ‘Le Vèlo’ había hecho fortuna organizando carreras ciclistas de un día, que luego glosaba con detalle en unas páginas que rebosaban publicidad, ¿por qué ‘L’Auto’ no montaba una competición por etapas, que además recorriera toda Francia? Era una idea del todo descabellada, pero a Goddet le gustó. Y a los franceses, más todavía. Gracias al Tour, cuya primera edición se celebró en 1903, ‘L’Auto’ borró del mapa a ‘Le Vèlo’ al pasar de 20.000 a 50.000 ejemplares, cifra que fue aumentando hasta los 320.000 que llegó a vender antes de la I Guerra Mundial. [El libro ‘Plomo en los bolsillos’, de Ander Izaguirre, ofrece una completa génesis del Tour que incluye estos datos].
El viaje de Hanot
‘L’Équipe’ tomó el relevo de ‘L’Auto’ sólo unos meses después de que acabara la II Guerra Mundial. Y en 1954, Goddet hizo lo mismo que Desgrange y su padre medio siglo antes: poner a la redacción a pensar. El Tour le aseguraba grandes ventas en verano, pero faltaba chicha para los meses de invierno, cuando el frío y la lluvia le impedían poner a los ciclistas sobre la carretera. Hacía falta otra idea.
El deporte en expansión era el fútbol. Aunque con muchas dificultades y una guerra como paréntesis, había celebrado ya cinco campeonatos mundiales; el último de ellos, el de Suiza 54, había podido ser visto por televisión. A finales de ese año, Gabriel Hanot, exseleccionador francés y periodista en nómina del diario, viajó a Inglaterra como enviado especial. El equipo del momento en las islas era el Wolverhampton Wanderers, uno de los doce fundadores de la Liga inglesa. Meses antes había ganado su primer campeonato y, animado por el éxito, organizó una serie de amistosos contra equipos extranjeros. Se celebraron entre semana, para no coincidir con la Liga, y de noche, para dar tiempo a los aficionados a llegar desde el trabajo. La oscuridad ya no era problema pues El Molineux fue uno de los primeros estadios con iluminación artificial. Televisión, fútbol entre semana, luz… Factores que, mezclados con el desarrollo de la aviación comercial, iban a resultar fundamentales para lo que estaba por llegar.
El mejor torneo de clubes de la historia del fútbol se concretó gracias a una disputa entre ‘L’Équipe’ y ‘Daily Mail’
Los ‘Wolves’ vencieron al Spartak de Moscú (4-0) y al Honved de Budapest (3-2). En el programa que se repartió a los aficionados, el club avisaba de que una victoria ante Puskas, Kocsis y Czibor serviría para reforzar el prestigio internacional del fútbol británico. Estaban frescas aún las heridas abiertas por Hungría con sus victorias ante Inglaterra en Wembley (3-6) y Budapest (7-1) y no es de extrañar que la prensa local enloqueciera tras el triunfo ante el Honved, una remontada retransmitida por la BBC.
Si Hanot está considerado el padre de la Copa de Europa, tal vez David Wynne-Morgan hizo de abuelo. Este periodista del ‘Daily Mail’ bautizó a los ‘Wolves’ como “campeones del mundo” tras las dos victorias. Hanot le dio réplica en ‘L’Équipe’ el 15 de diciembre de 1954, día en que emplazó al Wolverhampton a viajar a Moscú y a Budapest, o a medirse al Real Madrid y el AC Milan, si de verdad quería presumir. Y así fue como empezó todo. Goddet ya tenía su ‘Tour’ para el invierno.
Hoy día, cuando dos diarios se enzarzan, la cosa suele derivar en vergüenza ajena. En 1954, en cambio, sirvió para alumbrar el mejor torneo de clubes de la historia del fútbol.
Los padres de la criatura
“¿Que quién fue realmente el padre de la criatura?”, se preguntaba Carlos Pardo, histórico periodista de ‘Mundo Deportivo’ y corresponsal de ‘L’Équipe’ en España: “Todos y nadie”, escribió en 1959; “la Copa de Europa nació en una madrugada, la única hora un poco quieta del ‘farbourg’ después de la salida de los teatros, y antes de que empiece la avalancha fabril del amanecer, cuando los redactores de guardia de ‘L’Équipe’, entre edición y edición, van a reponer fuerzas con una ‘soupe a l’oignon’ o una ‘choucutre’ a la inmediata Taverne des Sports, confirmándose aquel aforismo que dice que las buenas ideas se gestan de noche. […] Uno apuntó una idea, el otro un nombre, el de más allá la fórmula de competición. Si se habla con alguno de los personajes de esta reunión histórica improvisada os dirá que nadie inventó nada, que la cosa estaba en el ambiente, en el aire, y entre todos la ataron corto y la bajaron a la tierra”.
Poco después, Hanot tuvo otra feliz ocurrencia: entregar un premio al jugador europeo más destacado del año. Se encargó de ello la revista ‘France Football’, hermana de ‘L’Équipe’, y lo llamó Balón de Oro. Se entregó por primera vez en 1956, al británico Stanley Matthews; curiosamente, un futbolista que nunca disputó la Copa de Europa.
Las ocurrencias de Hanot no acabaron ahí. En 1962, propuso que el Mundial pasara a disputarse todos los años, y no cada cuatro. Se jugaría del 1 al 20 de julio, con cinco participantes europeos y tres sudamericanos en un formato de liguilla, todos contra todos, con un partido cada tres días.
A veces los periodistas tienen buenas ideas, sí. Pero sólo a veces.