La película X-Men: La Decisión Final, dirigida por Brett Ratner, es una birria, un mojón, un cagarro. Es MUY mala. Y es la película del grupo de mutantes con mejor taquilla doméstica en EEUU: Casi 260 millones de dólares. ¿Por qué vendió tanto? No tanto por el boca-oreja, sino porque la gran mayoría de la recaudación de los filmes se produce en la fecha del estreno y unas pocas semanas después, porque la segunda entrega había sido magnífica y porque su público objetivo se negaba a aceptar que esta película tenía el potencial de destruir la franquicia –hasta el punto que hubo que hacer un semi-reboot con doble tirabuzón para rescatarla–. ¿Pero qué tiene que ver todo esto con Samsung?
Esta tarde estuve configurando a un amigo su nuevo Galaxy S7 y, mientras lo hacía, no dudaba en decirle que se trata del mejor terminal del mercado y que había hecho una buena compra. Le pregunté, eso sí, por qué cambiar con esta generación y no con la previa, que había sido la más rupturista. ¿Por qué esperar tanto?
Su respuesta fue que se decepcionó mucho con el S5, y que no tuvo corazón para atreverse con su sucesor, por más que sobre el papel apuntase maneras.
Esto quiere decir que tomó la decisión de compra de un teléfono basándose menos en las reviews de un terminal en concreto que en la tendencia generada por la marca. Nótese que el S6 tardó muchísimo tiempo en alcanzar los diez millones de unidades vendidas, o al menos mucho más que el S5 o el S4.
No importó que todos los medios fuesen casi unánimes en señalar que el S6 era una revolución de la gama alta, que ya era hora de un producto unibody by Samsung, que su cámara era prodigiosa o que ofrecía la mejor experiencia de los coreanos hasta la fecha. Hubo algún iluminado que llegó a decirme que la gente prefería los dispositivos anteriores, que eran lo que realmente quería el público.
Yo recordaba el acabado con tonos de tirita para niños en la trasera del S5 y rezaba, rezaba mucho para que mi contertulio se equivocase.
Pero en 2016 Samsung lo ha hecho fenomenal. ¿Por qué? Simplemente, porque con el tiempo y un gran producto la gente ha recuperado la confianza en la marca y no ha tardado en convertirse, especialmente en sus versiones edge, en el teléfono a tener.
Se ha demostrado que las ventas del S5 fueron como la taquilla de X:Men: La Decisión Final. El resultado de un montón de gente acudiendo a comprar su marca habitual, que en esta ocasión no dio el resultado esperado.
Lo más importante a la hora de atribuir méritos es que los coreanos no se dejaron llevar por las ventas y comprendieron que con el S6 tenían un ganador entre las manos, que sólo necesitaba tiempo y no hacía falta volver a cambiarlo todo. Pasó, de hecho, lo mismo con Fox, que no se dejó llevar por la taquilla y entendió que hacer películas tan atrozmente malas terminaría por asesinar la gallina mutante de los huevos de oro y las garras de adamantium.
No es que haya una gran diferencia entre la gran gama alta de distintas marcas, pero hay una serie de características, como la cámara e innovaciones varias, a veces simples gimmicks, que siguen distinguiendo a Apple y Samsung de los demás y permitiéndoles cobrar una burrada más que el resto de fabricantes por teléfonos que son sólo marginalmente mejores.
¿Se pondrá fin a esa tendencia de equiparación entre la gama alta y la gama media? Al menos por ahora, Samsung ha ido tomando buenas decisiones, se mantiene como el líder de la manada, y ha evitado volver a convertir sus productos en una parodia de sí mismos. No está mal.