El desperdicio de comida en España cuesta 3.000 millones al año

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Todos los años se van a la basura 1,3 millones de toneladas de alimentos en España. Más que una montaña, una cordillera de comida con un valor de 3.000 millones de euros nunca llega a ser consumida. Se trata de un problema mundial que amenaza con comprometer la explosión demográfica que se va a producir en el futuro próximo.

Ningún hogar es ajeno al despilfarro de alimentos; en cualquier domicilio se tiran a la basura los restos de la comida o incluso los productos en mal estado que han permanecido demasiado tiempo en la nevera. Esa falta de previsión tiene un coste: 70 euros por persona y año, después de tirar 30 kilos de comida anuales por cada ciudadano.

Las cifras las ha aportado el director general de Industria Alimentaria del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Fernando Burgaz, quien ha destacado también que un 5,4% de todos los alimentos que compran los españoles cada año se va a la basura, de acuerdo con los estudios del Ministerio. Eso sí, las primeras estimaciones apuntan a una reducción del 2,3% en el desperdicio alimentario durante el último año.

Este fenómeno del despilfarro de comida se da en todo el mundo y ha existido prácticamente siempre pero su gravedad se ha manifestado con especial cinismo durante la crisis, cuando los supermercados y las familias desechaban alimentos que todavía podían ser consumidos mientras cada vez más hogares tenían dificultades para alimentarse. Para paliar esta triste paradoja se ha multiplicado el esfuerzo que realizan los bancos de alimentos y los comedores sociales de toda España.

El Banco de Alimentos de Madrid distribuye 20 millones de kilos al año de comida a la población más desfavorecida. Gracias a su labor 170.000 personas disponen de una comida al día, aunque en la Comunidad de Madrid hay entre 300.000 y 350.000 personas con necesidades alimenticias que no pueden cubrir por sí mismas. Si se echan cuentas se concluye fácilmente que los 1,3 millones de toneladas de desperdicio al año, valoradas en 3.000 millones de euros, cubrirían la demanda de los españoles en dificultades económicas.

“Con un poquito que hiciéramos se solucionaba la cuestión”, ha criticado el presidente del Banco de Alimentos de Madrid, Francisco García. “Sólo con los desperdicios, con un poquitín de esfuerzo estaría solucionado”.

Consumidores y empresas

En el hogar se genera la mayor parte del despilfarro. La asociación patronal de la producción y la distribución de alimentación Aecoc, que ha organizado una jornada en la que se han dado cita diversos agentes sectoriales para reducir el desperdicio de comida, calcula que el 42% de los alimentos que se desechan se van en los cubos de basura domésticos. Mientras, el 39% del desperdicio se genera en la industria, el 14% en la restauración y tan sólo el 5% en la distribución.

Sin embargo, el sector está concienciado con la causa. El director de Responsabilidad Social Corporativa de Eroski, Alejandro Martínez, ha explicado la campaña Desperdicio Cero, con la que la cadena de supermercados pretende optimizar el ciclo de vida de los alimentos. Además de racionalizar los pedidos para que no sobren artículos y se caduquen, la compañía se ha comprometido a conseguir que ningún producto se tire si puede ser cedido con fines solidarios.

En algunos casos no basta con maximizar la vida del stock y ceder lo que sobre, de manera que las empresas tienen que invertir para reducir el desperdicio alimentario. El director de la planta de producción de Pepsico en Burgos, Jesús González, ha señalado que en el procesado de snacks de patata se generan 20 kilos de almidón por cada tonelada de producto, que han de ser separados pues se acumulan en el agua con el que se limpian los alimentos. “Existen ventajas fiscales pero no compensan el nivel de gasto y de inversión”, según González.

Caducado o apto para el consumo

Uno de los debates tangenciales al desperdicio alimentario es el de la caducidad de los alimentos. “Todavía hay confusión sobre si se puede consumir un alimento más allá de su fecha de consumo preferente”, ha planteado la directora de área de la Agencia de Residuos de Cataluña, Pilar Chiva.

Esta responsable ha matizado que hay alguno productos que, pese a tener una fecha de consumo preferente, en realidad una vez transcurrido ese periodo pueden perder alguna de sus cualidades nutricionales pero siguen siendo aptos para el consumo humano. “Cualquier despilfarro es deplorable. No podemos permitirnos desperdiciar recursos que no son renovables”, ha criticado.

Muchos consumidores no dan valor a estos alimentos porque buscan la mejor calidad y deciden tirarlos, ha coincidido la responsable de Consumo de Hispacoop, Carmen Redondo, quien considera fundamental transmitirles a los usuarios lo que significan las fechas que hay en los productos. Hoy en día es fácil incorporar códigos bidi en los artículos comercializados para que los consumidores puedan conocer más detalles sobre la caducidad, ha explicado la responsable de relaciones institucionales de Consum en Cataluña, Núria Riba.

Cualquier ayuda sirve para promocionar la economía circular, esa basada en el aprovechamiento de los recursos y el reciclaje. Sin salirse del círculo se pueden ahorrar 3.000 millones de euros al año, tan sólo en alimentos.

Foto: Flickr – Ismael Villafranco

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