Una mirada sobre Turquía

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.

El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) que lidera Recep Tayin Erdogan fue fundado en 2001 y Erdogan fue elegido como Presidente de Turquía (por primera vez en votación directa) en agosto de 2014. Obtuvo el 52,2% de los votos, desarbolando así al movimiento Gezi, que había convertido (2013) una protesta ecológica en un auténtico terremoto social en 80 de las 81 provincias turcas. El “terremoto” Gezi duró dos semanas plagadas de manifestaciones y disturbios. Por primera vez se aliaron en torno a ese movimiento musulmanes anticapitalistas, movimientos gay, kemalistas, kurdos, feministas… Todos juntos contra la deriva autoritaria que estaba tomando Erdogan, pero la reacción desde la Presidencia “contra izquierdistas, ateos y terroristas” caló entre la población e hizo que Erdogan, como se ha escrito más arriba, ganara las presidenciales de 2014.

 

Durante la reciente campaña (legislativas de 2015) Erdogan se ha saltado la exigible “neutralidad presidencial” realizando mítines por doquier en los cuales pidió reiteradamente llegar a  los 400 escaños. Si el AKP lograba 367 escaños podría cambiar la Constitución y así dotar de muchos más poderes al Presidente y conducir a Turquía hacia un nuevo sultanato.

La parcialidad del Presidente y sus ansias de poder no gustaron nada, incluso dentro de su propio partido. Como consecuencia de las ambiciones de Erdogan, el 7 de junio de 2015 el AKP perdió 2,6 millones de votos respecto a las anteriores elecciones, quedándose muy lejos de los tan deseados 367 escaños (obtuvo 258, con el 40,8% de los votos).

La sorpresa la ha dado esta vez una formación prokurda, el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), que hizo la campaña electoral no sólo contra las ambiciones personales de Erdogan sino también con un mensaje integrador, llamando a respetar las diversas identidades que existen en el seno de la sociedad turca. De esta forma consiguió superar la muy alta barrera del 10% de los votos que se  exige para entrar en el Parlamento (consiguió el 13,1% y 80 diputados). En los días previos a la votación las sedes del HDP sufrieron hasta 70 ataques violentos.

El sueño de Erdogan de convertirse en Sultán se aleja de un país cuya clase política, ahora más plural, ha perdido la esperanza de entrar en la UE

Sondeos postelectorales han mostrado que la mayor parte de los 2,6 millones de votos perdidos por el partido de Erdogan (AKP) han ido a parar, precisamente, al HDP, especialmente en el sur del país, pero más allá de los errores de Erdogan, el éxito de este partido está ligado a un movimiento kurdo que ha sido capaz de haber creado un partido laico y de izquierdas que es bien visto por la opinión pública, sobre todo después de la victoria en Kobane (2014) contra el Estado islámico.

Por otro lado, el tradicional partido de la oposición, Socialdemócrata Republicano del Pueblo (CHP) obtuvo el 24,9% de los votos y 132 diputados.

¿Existe la posibilidad de un pacto parlamentario para la estabilidad gubernamental? Tal expectativa es más que dudosa, sobre todo si se tiene en cuenta que durante la campaña electoral el AKP no ha hecho otra cosa que renegar  de cualquier coalición que, según ellos (que llevan trece años disfrutando de la mayoría absoluta), conduciría al caos.

Pese a estas arraigadas convicciones contra cualquier pacto parlamentario, en su primera comparecencia pública, Erdogan dijo que “Turquía no se va a quedar sin Gobierno… Deseo que los partidos se decidan, no por el caos, sino por las soluciones”

Según señala el analista Ricardo Ginés, “han tenido lugar varias reuniones de representantes de diversos partidos para negociar una posible coalición y será difícil que lleguen a algún resultado concreto -demasiado trecho separa a las diferentes opciones ideológicas-, pero sin duda la posibilidad de una coalición ya no es sinónimo de caos en el lenguaje político turco”.

En cualquier caso, el sueño de Erdogan de convertirse poco menos que en Sultán se aleja de Turquía, cuya clase política –ahora más plural- ha perdido cualquier esperanza, al menos a corto plazo, de entrar en la UE.

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