Un ciudadano sirio que cometa adulterio en los territorios controlados por el grupo terrorista Estado Islámico será lapidado hasta la muerte. Si lo hace en el gran aliado de Occidente, Arabia Saudí, el resultado será exactamente el mismo. Las coincidencias no acaban ahí: en ambos lugares, al que roba, se le corta la mano; al que comete “actos de homosexualidad” o de blasfemia, se le condena a muerte sin remisión posible.
Este lunes se cumplía justo un año desde que los fanáticos del Estado Islámico proclamaron en la ciudad iraquí de Mosul su Califato en Siria e Irak. Según los datos recogidos por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), con sede en Londres pero con una amplia red de informantes en territorio sirio, el Estado Islámico (conocido en los medios como EI, ISIS o por su acrónimo en árabe Daesh) ha ejecutado a al menos 3.027 personas sólo en Siria desde la proclamación del “Califato”. La cifra incluye a 1.781 civiles, de los cuales 74 eran niños.
Únicamente en mayo de este año, según los datos del OSDH, el Daesh asesinó a 464 personas en las zonas que controla en Siria. Entre los motivos de las ejecuciones, la ONG ha constatado ejemplos como el degollamiento de una mujer y su marido por «brujería», el asesinato de un hombre por «cortar el tráfico» o la ejecución de otro por «narcotráfico».
Daesh ha ejecutado a más de 3.000 personas sólo en Siria desde la proclamación del Califato
El Estado Islámico surgió en Siria en abril de 2013, en el contexto de la guerra civil entre el régimen de Bashar al Assad y numerosos grupos armados en mayor o menor grado amparados por las potencias occidentales y por los grandes poderes islámicos de la zona, como Catar, Arabia Saudí o Turquía.
Al principio, el Estado Islámico de Siria e Irak (ISIS) pertenecía al brazo iraquí de Al Qaeda, pero después de fracasar en su intento por fusionarse con la rama siria de la red, el Frente al Nusra, se alzó en armas contra este grupo y contra el resto de fuerzas rebeldes yihadistas y seculares, incluido el Ejército Libre de Siria, e inició su propio recorrido. En este contexto, el líder y fundador del Estado Islámico de Irak y Siria, Abu Bakr al Bagdadi, proclamó el Califato el 29 de junio de 2014 en Mosul.
En la actualidad, Daesh controla alrededor del 50 por ciento del territorio de Siria, un espacio de aproximadamente 90.000 kilómetros cuadrados que ha repartido en ocho “Estados” o wilayas: Al Raqqa, Alepo, Al Barakah, Damasco (donde domina la zona sur), Al Jair, Al Forat, Hama y Homs. Aparte, el grupo tiene presencia en nueve provincias: Homs, Al Raqqa, Deir Ezzor, Al Hasakah, Hama, Alepo, Damasco, Región de Damasco y Al Suwaydaa, y cuenta además con apoyos en Deraa. En estos territorios, los yihadistas controlan la mayoría de los yacimientos de petróleo y gas de Siria, salvo los de Shaer y Yezl (en el este de Homs), que controla el Gobierno, y los de Remilan, que controlan las milicias kurdas.
El balance de la presencia de esta organización en Siria arroja un balance aterrador. Por ejemplo, Daesh asesinó en 2014 a 930 personas pertenecientes a la tribu suní de los Shaitat, radicada en Deiz Ezzor, en el este de Siria, en castigo por haber tomado las armas contra el “Califato”. Otro caso sangrante es el de Kobani, una ciudad kurdo-siria ubicada en la frontera con Turquía, de la que el Daesh fue expulsado el pasado mes de enero y en la que, en el contexto de sus recientes incursiones en la ciudad, asesinó a no menos de 223 personas sólo en la última semana.
Aparte de los asesinatos, el Daesh gestiona escuelas coránicas basadas en el rigorismo islámico de la escuela saudí de Mohamed Abdelwahab, cuenta con «oficinas de cachorros» encargadas de reclutar y preparar para la guerra a los menores de 18 años (el Observatorio ha registrado la muerte de numerosos niños en combate, catorce de ellos este último mes), utiliza a los menores como verdugos en las ejecuciones y, muy significativo de su catadura moral, trafica con personas: en agosto de 2014 vendió a cerca de 300 mujeres yazidíes, casadas y solteras, a sus combatientes después de calificarlas como «botines de la guerra contra los impíos»; en fechas recientes, vendió a otras 42 yazidíes, por las que cobró entre 500 y 2.000 dólares por cada una, y en noviembre de 2014 esclavizó a decenas de mujeres, incluidas las esposas suníes de miembros del Ejército.
¿Cómo se financia el Daesh?
Tal como refleja un informe publicado muy recientemente por la revista digital International Business Time, el grupo terrorista podría contar en la actualidad con una fortuna valorada en alrededor de 2.000 millones de dólares, procedentes de fuentes muy diversas.
Una de esas fuentes es la exportación de petróleo. Se calcula que una cuarta parte de sus rentas (poco menos de 600 millones de dólares) proceden de la exportación de crudo, una cifra enorme a pesar de que el petróleo de Daesh, por tratarse de un tráfico ilegal, se vende muy por debajo (entre un 20 y un 30 por ciento) del precio de mercado.
Aparte, Daesh también se alimenta del saqueo en los territorios que controla (con mención especial al tráfico de antigüedades y reliquias, las mismas que se jacta de destruir en su guerra contra el “politeísmo”), del impuesto revolucionario que impone a las poblaciones bajo su dominio o del ya citado tráfico de seres humanos, en especial de mujeres.
No obstante, un punto particularmente delicado, tal como recuerda un informe publicado muy recientemente por la revista Capital, es la implicación de las monarquías del Golfo Pérsico en la financiación, al menos inicial, de este grupo yihadista, una financiación que se diversificó sobre todo a partir de junio de 2014, con la toma de Mosul y de sus riquezas petroleras.
En junio de este año, el primer ministro de Irak acusó directamente a Arabia Saudí de haber ayudado al avance y la organización del Estado Islámico. Turquía también figura en la lista de sospechosos, y, de hecho, los grupos kurdos han acusado al Gobierno de Ankara de haber financiado a los extremistas suníes para derrocar al régimen sirio de Bashar al Assad.
No obstante, varios expertos creen (según el informe de Capital) que estas fuentes financieras “se han secado” para el Daesh y que incluso países como Catar o Kuwait, cuyos sistemas bancarios han canalizado históricamente estas ayudas a los yihadistas, han incrementado la vigilancia e incluso han efectuado redadas contra los implicados. No obstante, los mismos expertos han advertido de que esto no supone que el dinero haya dejado totalmente de circular desde estos países.
Los delitos ‘hadd’ del Daesh y de Arabia Saudí
Sea cual sea el origen histórico o actual de las fondos y apoyos a Daesh, un aspecto que llama la atención es la coincidencia casi absoluta que existe entre los códigos penales del Estado Islámico y de Arabia Saudí.
Un reciente estudio elaborado por el portal digital Middle East Eye revela interesantísimos parecidos no sólo en la calificación de los delitos hadd (“contrarios al derecho de Dios, la Sharia)”, como robo, adulterio, calumnia y bandidaje, por parte del Daesh y del Reino saudí de Riad, sino en sus correspondientes castigos.
Tabla de delitos y castigos en ambas partes
Por ejemplo, tanto Daesh como Arabia Saudí condenan con la muerte los delitos de blasfemia (insultos a Dios, al Profeta y a la religión), homosexualidad, traición y asesinato. Asimismo, el adulterio está castigado con la lapidación por las dos partes, en el caso de que el culpable esté casado, y con cien latigazos, en el caso de que sea soltero.
El hurto está castigado por el Daesh con la amputación de una mano; los saudíes son más precisos, y prescriben la amputación de la mano derecha. En cuanto al robo y el bandidaje, tanto unos como otros lo castigan con la amputación de manos y pies. Cuando el robo y el bandidaje implican la muerte de personas, el Daesh castiga al culpable con la crucifixión y Arabia Saudí con la pérdida de la vida, sin tantas precisiones. En cuanto a la calumnia y el consumo de alcohol, Daesh los condena con 80 latigazos, mientras que en Arabia Saudí estos delitos quedan a la discreción del juez.
Aunque la definición de estos crímenes y sus castigos están contemplados en el Corán y en las enseñanzas y dicho del Profeta, lo cierto es que no se aplican con el máximo rigor en prácticamente ninguna parte del mundo, salvo en Arabia Saudí, en los territorios controlados por el Daesh y en algunos otros lugares aislados.
Así, de la misma forma que, recientemente, los yihadistas difundieron las imágenes de la lapidación de un hombre acusado de actos homosexuales en Mosul, en Arabia Saudí el bloguero Raif Badawi fue condenado a mil latigazos por haber “insultado al Islam”, una condena que, no obstante, podría ser revisada gracias a la fuerte presión internacional.
Una diferencia importante entre ambos es que, mientras los yihadistas suelen difundir sus brutales castigos, las autoridades saudíes prefieren ocultarlos al resto del mundo. A principios de este año, la Policía saudí detuvo a un agente por grabar en vídeo la decapitación pública de una mujer en La Meca por haber violado las leyes sobre cibercrímenes del Reino.
Imagen | http://www.middleeasteye.net/