La suerte está echada. Los ciudadanos griegos serán quienes decidan si continúan las negociaciones con Europa y, para la Troika, si quieren seguir perteneciendo al club. En el Eurogrupo de ayer se decidió esperar a conocer los resultados del referéndum del 5 de julio para ver cómo se afrontan futuras negociaciones, pero por el momento la partida ha quedado congelada. No volverá a haber más contactos entre Bruselas y Atenas hasta que los ciudadanos decidan.
Después de la última propuesta in extremis de Atenas y la negativa de Europa a seguir hablando con un referéndum de por medio ha dejado en stand by hasta el domingo cualquier posible acercamiento. «Europa quiere ayudar a Grecia, pero no se puede ayudar a nadie contra su voluntad. Vamos a esperar a los resultados del referéndum», adelantaba ayer el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. Frases como ésta denotan la falta de autocrítica desde las instituciones.
En estos dos días parecía claro que la evolución iba a ser nula. Dos Eurogrupos telefónicos no iban a solucionar lo que no hicieron las reuniones extraordinarias presenciales de la semana pasada. Y menos sin que las instituciones tengan tiempo para estudiar las propuestas o sin que se sigan los protocolos para pedir un tercer programa. Tampoco si no hay garantías de que Grecia vaya a cumplir con los compromisos, que no las hay. Son muchos los condicionantes que llegan desde Bruselas, que Tsipras se encarga de desmontar uno a uno, arropado por un discurso donde destaca las penurias de los más perjudicados por la crisis.
A pesar de los rumores durante todo el día de ayer sobre un posible cambio de actitud de Tsipras, él mismo confirmaba desde Atenas que seguirá apoyando el voto del `no´ en el referéndum del domingo. Esta reafirmación devuelve la coherencia al primer ministro de Grecia. Echar marcha atrás no hubiera tenido mucho sentido. Habría impedido conocer la decisión del pueblo, que tanto ha defendido.
Atenas se enfrenta a otro pago más importante y de mayor cuantía que el del FMI. Grecia tiene que pagar 3.500 millones de euros al BCE el próximo 20 de julio. Otro pago de 3.200 millones debería registrarse el 20 de agosto a la misma entidad.
La decepción política en Bruselas con Tsipras es máxima. Por un lado, por los esfuerzos que Europa considera haber hecho, y por otro lado, porque la situación a la que se enfrenta ahora es nueva y más compleja de lo que nunca se hubieran imaginado. La confianza entre las instituciones y el Gobierno heleno está quebrada. Después del anuncio del referéndum los socios no confían en las estrategias de Tsipras y a pesar de que pueda existir voluntad, en esta situación será difícil que se logre acercar posturas.
Grecia apuró al máximo para dejar pasar el actual rescate. Ya no hay programa. Concluyó el martes 30 de junio, después de que el Eurogrupo de esa misma tarde decidiera no aceptar la prórroga del rescate actual. Ese mismo día, Grecia incumplió su pago de más de 1.500 millones al Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin programa, en default y con control de capitales, no queda más alternativa que negociar un programa nuevo, en el que tendrán que registrarse nuevas condiciones, y esperar que el Banco Central Europeo (BCE) no deje de dar oxígeno a los bancos griegos.
Apura el tiempo y después de incurrir en impago técnico el martes, Atenas se enfrenta a otro pago más importante y de mayor cuantía que el del FMI. Grecia tiene que pagar 3.500 millones de euros al BCE el próximo 20 de julio. Otro pago de 3.200 millones debería registrarse el 20 de agosto a la misma entidad. En semanas todos los ojos estarán puestos en Berlín, más directamente en la persona de Mario Draghi.
¿Qué se vota el domingo?
El 5 de julio los griegos están llamados a votar en un referéndum. Las medidas que Tsipras ha decidido someter al voto del pueblo datan del 25 de junio, una propuesta antigua y anterior a la que había encima de la mesa cuando decidió romper unilateralmente las negociaciones y convocarlo.
La propuesta del día 26 recoge propuestas más cercanas a las que planteaba el Ejecutivo heleno, pero se desconoce por qué la última versión no ha ido al referéndum. Esta razón la esgrimía el vicepresidente de la Comisión para el Euro, Valdis Dombrovskis, para considerar incluso que técnicamente no sería válido porque se basa en un programa que ya ha concluido.
Las medidas que Tsipras ha decidido someter al voto del pueblo datan del 25 de junio, una propuesta antigua y anterior a la que había encima de la mesa cuando decidió romper unilateralmente las negociaciones y convocarlo. Se desconoce por qué la última versión no ha ido al referéndum.
Otra de las voces contrarias a la viabilidad del referéndum llegaba desde el Consejo de Europa. Según su criterio, la cita del domingo no cumple dos de sus recomendaciones; la primera, que no han pasado dos semanas entre la convocatoria del referéndum y su celebración, y la segunda, que no cuenta con observadores que supervisen cómo se desarrollará la votación.
La pregunta planteada por Tsipras es un tanto enrevesada, aunque según se han encargado entre Bruselas y Atenas de hacer propaganda del referéndum, cómo se formule la pregunta es lo de menos. Ya está claro qué significa votar por el `no´ y por el `sí´. Para Bruselas, un `no´el domingo equivaldría a decir no a Europa. De hecho, se ha pedido expresamente al primer ministro griego que cambie su discurso para fomentar un resultado positivo el domingo. A tal intromisión en los asuntos internos de su país, Tsipras ha contestado con cierta elegancia. «El `no´ no significa romper con Europa, sino que ésta vuelva a los valores europeos. El `no´ significa seguir presionando», zanjaba Tsipras.
Aunque la respuesta la puedan tener clara los votantes, ésta es la pregunta que tendrán que responder: «¿Debe aceptarse el plan de acuerdo entregado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional en la reunión del Eurogrupo del 25 de junio, y que consta de dos partes que constituyen una propuesta unitaria?».