Al alcohol, o mejor dicho a las bebidas alcohólicas, le va a pasar en las llamadas sociedades desarrolladas lo que a los motores diésel, a los que la obsolescencia les ha llegado no solo por el desarrollo de tecnologías superiores sino más bien por razones de naturaleza social.
En lo que respecta al caso de las bebidas que incluyen alcohol en su composición esa aludida obsolescencia le viene marcada igualmente por condicionamientos de carácter social, pues en este caso pocos desarrollos tecnológicos caben salvo variaciones sobre el mismo tema. Nuevas mezclas o blending, bien entre bebidas o con frutas u otros elementos todo con la intención, se supone, de captar a consumidores reacios en principio a las graduaciones.
Como de lo que se trata es de vender lo que sea, siempre dentro de lo que la ley establezca, claro está, y ante el temor de que el rechazo a los destilados y fermentados aumente, algunos de los más importantes fabricantes de este tipo de bebidas anuncian incursiones industriales en el ámbito del cannabis y la marihuana.
Algunos trazos de viento con un olor característico, el del beneficio, han alertado a ojeadores y batidores de que la legalización está cerca y que avanza directa y diligentemente hacia los apostaderos, en donde se encuentra el aguardo con las armas dispuestas.
Tan solo es preciso que los representantes del pueblo en cada país vayan procediendo a la legalización del consumo de lo que se denominan drogas blandas, es decir cannabis y marihuana.
Y para cuando esto suceda, que no tardará, ciertos grandes fabricantes que actualmente solo producen bebidas alcohólicas (¡qué remedio!) tendrán ya dispuestos para el inmediato inicio de su actividad potentes dispositivos industriales, comerciales y de distribución de los nuevos preparados que, utilizando expresiones digamos populares, podríamos denominar “de la risa”.
Quizás haya influido en el ánimo de esos emprendedores el hecho de que se estima que para 2022 el consumo de cannabis podría llegar a los 32.000 millones de USD. Y más datos: un estudio de la Universidad de Georgia (EEUU) revela que “el consumo de alcohol bajó un 20% en los estados en los que el cannabis fue legalizado”. Pero hay más: “El Gobierno de Canadá estima, por ejemplo, que 4,6 millones de habitantes de ese país consumirán 665 toneladas anuales de cannabis y gastarán entre 3,12 y 4,55 millones USD”. El próximo 17 de octubre “Canadá se convertirá en el primero de los países del G7, que agrupa a las mayores economías mundiales, en legalizar el consumo recreativo. El mercado de productos elaborados a base de cannabis será permitido desde 2019”, según se puede leer en medios norteamericanos y latinoamericanos.
En cuanto a Estados Unidos, pese a que las leyes federales siguen prohibiendo de momento el consumo legal, el 1 de enero de este año California aprobó el “uso recreativo” de estas sustancias, pasando a convertirse en el primer legal mundial. Además, en 29 de los 50 estados el uso del cannabis está autorizado para tratamientos médicos.
Canadá, el Silicon Valley de la “maría”
Ante esta estimulante panorámica, los laboratorios de algunos fabricantes de cerveza están desarrollando, o lo han hecho ya, nuevas bebidas sin alcohol que contienen estas llamadas “drogas suaves” o soft drug. El alcohol es malo, por tanto que vivan la maría, el hachís y el kifi que, como se sabe, es lo mismo cambiando solo el nombre según donde se produzca o consuma.
Así, la neoyorquina Constellations Brands (Corona, Modelo Especial, Negra Modelo y hasta cien marcas más) invertirá 4.000 millones de dólares en Canophy Group, una compañía de su propiedad radicada en Otawa (Canadá) para el desarrollo de este tipo de nuevos productos. “Desde el año pasado, entendemos un poco mejor el mercado del cannabis y la oportunidad de crecimiento que tiene», ha declarado recientemente Rob Sands, CEO de Constellation. Desde su propio grupo se añadía lo siguiente: «Esta inversión, la mayor hasta hoy en el sector del cannabis, aportará a Canopy Growth los fondos necesarios para crear y adquirir los activos estratégicos necesarios para tener una importante presencia en unos 30 países que autorizan el uso terapéutico del cannabis y posicionarse en los mercados que habiliten el uso recreativo». Desde que incursó en la bolsa el valor de los títulos de Canopy Growth se ha cuadruplicado. A ello habrá podido contribuir el acuerdo signado entre esta compañía y Danish Cannabis para producir y comercializar en Europa y desde Dinamarca productos que contienen esa sustancia “para uso medicinal”. En este marco de actuaciones empresariales en relación con los derivados de “las plantas de la risa” merece la pena mencionar el caso de la canadiense Aurora con filiales en Alemania, Países Bajos y Australia que ha multiplicado su valor por seis en un año.
Otro fabricante de cerveza estadounidense, Molson Coors (rival de Constellations) propietario de las marcas Blue Moon y Coors, cerró hace poco un acuerdo con la también canadiense The Hydropothecary Corporation (Hexo) para el logro de idénticos fines. El posicionamiento de las cerveceras de los EEUU viene determinado lógicamente por la inmediata legalización que antes se apuntó.
Aquí, en Europa, Lagunitas, filial de una cervecera tradicional, Heineken, produce “Hi-Fi Hoops”, una bebida sin alcohol con infusión de cannabis.
Cambiaremos así en el Primer Mundo el uso del alcohol, tan ligado a la cristiandad, por las “plantas de la risa” que tienen “mejor prensa” y de esta forma adormecemos, nunca mejor dicho, la hipocresía y el cinismo. Y dejamos el maldito alcohol para los países subdesarrollados carentes en su mayoría de sistemas eficaces de prevención y de asistencia sanitaria. Unas bebidas alcohólicas que en gran medida se fabricarán en el mundo desarrollado o por empresas locales participadas por sus propias compañías.