Expertos y líderes europeos esperan que la Patente Unitaria Europea entrará en vigor en la segunda mitad de 2016. Por el momento, el único país que se resiste a integrarse es España, con el argumento de que el castellano ha sido excluido de entre las lenguas oficiales para patentar. La justicia europea ha avalado esta exclusión; ¿Tiene sentido que España siga al margen?
Fractus es una empresa catalana surgida en 1999 como un spin off de la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC). Su especialidad, el diseño y la fabricación de antenas para dispositivos móviles a base de tecnología fractal (es decir, que son cada vez más pequeñas y pueden introducirse dentro del dispositivo, y no es necesario que salgan al exterior) ha triunfado de tal manera que su tecnología está ahora en la inmensa mayoría de los teléfonos móviles del mundo.
«Con la llegada de los primeros smartphones se necesitaba rellenar un hueco en el que cupiera una pequeña antena. Un grupo de técnicos liderados por Carlos Puente desarrolló la técnica fractal que cubría esa demanda», explica Josep María Pujals, experto en propiedad industrial e intelectual de la Oficina Ponti. «Empezaron a fabricar antenas, pero no tenían la potencia para llegar a los 2.000 millones de unidades que pedía el mercado. Por eso se asociaron y trabajaron para Apple, Samsung, etc. Pero pasado un tiempo las grandes marcas pensaron que eran capaces de fabricarlas por ellos mismos y les copiaron», recuerda.
La compañía Fractus, entonces, se lanzó a pleitear en los tribunales tejanos contra los gigantes de la telefonía móvil en defensa de su patente sobre antenas fractales. Y logró vencerles. En uno de los casos, consiguieron una condena a Samsung de 41 millones de euros. «En otros nueve de los 10 pleitos llegaron a pactos ventajosos y obtuvieron más de 100 millones en royalties», asegura Pujals, quien define a esta start-up española como un «caso de éxito europeo» y un ejemplo de por qué la patente única europea puede ser una gran idea.
En un mundo en el que ser el primero a la hora de presentar una innovación, por pequeña que sea, puede marcar la diferencia, las patentes juegan un papel cada vez más decisivo. Y es que el poseer o no un determinado derecho sobre una innovación o un invento puede hacer ganar millones. Contar por ello con un sistema homologable en el ámbito europeo que proteja la propiedad industrial e intelectual se ha convertido en una prioridad.
La idea que subyace detrás de la Patente Unitaria Europea (PUE) es que la unión hace la fuerza y reduce costes. Tal como consta en la web de este proyecto europeo, «la patente unitaria coexistirá con las patentes nacionales y con la patente europea clásica [que ya existe]. Los propietarios serán capaces de escoger entre varias combinaciones de patentes europeas clásicas y patentes unitarias». Es decir, que si fuera necesario Europa serviría de paraguas ante posibles pleitos. Aunque las autoridades españolas, por el momento, no lo ven así.
Un conflicto por la lengua
«En un par de años la Unión Europea se puede convertir en el mercado de patentes más fuerte del mundo, incluso por encima de Estados Unidos, porque sus estándares son más exigentes. Es muy difícil especular con las patentes europeas, y no así con las de otros países», señala Josep María Pujals. En su opinión, con la entrada en vigor de la Patente Única Europea se espera una llegada masiva de nuevas patentes a territorio europeo. En opinión de Carles Puente, de Fractus, no es cierto que las patentes europeas sean de más calidad, sino que son «más restringidas».
España sin embargo se negó a confirmar su participación en el proyecto de PUE debido a que el mismo contempla que sólo el inglés, el alemán y el francés sean las lenguas oficinales en las que se puedan registrar las patentes. El Gobierno español, con la colaboración del italiano, llevaron el asunto a la justicia europea.
Las autoridades españolas e italianas plantearon el pleito como un asunto de discriminación por motivo de lengua para sus ciudadanos. «España entiende que una patente europea futura no se puede fundamentar sobre la discriminación lingüística. El español es una gran lengua europea y las empresas españolas, los innovadores españoles, los patentadores, no pueden verse discriminados por razón de la lengua», señaló en su momento el representante del Gobierno ante la UE, Diego López Garrido, quien añadió que el español debería formar parte del proyecto de PUE.
Sostenella y no enmendalla
Pero el pasado 5 de mayo el TJUE dio la espalda a las aspiraciones españolas e italianas: Los tratados europeos sí que permiten limitar las lenguas oficiales de las patentes a solo tres. La decisión de la justicia europea supuso una admisión de la derrota para Italia, que hace solo unas semanas reconocía la nueva realidad y decidía seguir adelante en el proyecto europeo de patente única de todas formas. No así España, que a pesar del aval de la justicia europea a no contar con el castellano, mantenía su postura, al menos de forma oficial, de seguir por su cuenta en solitario.
La amenaza española, sin embargo, no parece ser muy creíble. Fuentes consultadas por SABEMOS dan por hecho que tarde o temprano las autoridades españolas recularán y anunciarán la entrada dentro del proyecto de PUE, tal y como ya ha hecho Italia. El propio presidente de la Oficina Europea de Patentes, Benoit Battistelli, reconoció en una entrevista al diario EXPANSIÓN que esperaba que España «recapacitara» y finalmente se uniera a la Patente Única. España es el décimo país mundial en número de publicaciones científicas, pero en cambio son escasamente relevantes al traducirse en productos y servicios innovadores y no es capaz en una mayoría de ocasiones de convertir esa innovación potencial en desarrollo económico.
«España es la única gran economía europea que se quedaría fuera de la Patente Unitaria», anticipa Pujals. En su opinión, no tiene sentido que la CEOE mantenga la decisión de permanecer fuera del proyecto a pesar de la decisión del TJUE. «Dicen que va a perjudicar a las pymes españolas, pero lo cierto es que las pymes no hacen casi nada relacionado con la propiedad intelectual, así que no les influye. En España el 80% de las patentes son de las universidades», explica, al tiempo que apuesta porque las autoridades traten de cambiar los posibles defectos del PUE desde dentro. Para Carles Puente, de Fractus, la entrada o no en el PUE sí que influirá, «y mucho. Nos beneficiará. De todo esto, los únicos que saldrán perjudicados son los agentes de patentes españoles», matiza.
Lo cierto es que la entrada de España (que está ultimando su propia ley de patentes) en el PUE se enfrenta a varios enemigos internos. Y es que los colectivos de traductores o de abogados (con peso en la postura de cara a las negociaciones de la CEOE) serían algunos de los más perjudicados por la entrada de un sistema de patente unitaria, toda vez que perderían oportunidades para traducir y litigar.
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