Los griegos han hablado claro a los europeos: o nos mantienen, nos subvencionan, aceptan el chantaje como método de negociación, asumen el despilfarro que ha significado nuestro modo de vida, nos sacan del ortigal en que nos hemos metido porque nos fue de cine en él, o prepárense para un horrible caos en Europa y, por supuesto, para la ruina de la moneda común.
No ha sido lo que se llama una decisión por los pelos, sino una aplastante conspiración colectiva de un pueblo acostumbrado a chulear el esfuerzo ajeno y que piensa que así podrá seguir haciéndolo.
En mi opinión hay que decir basta, hasta aquí hemos llegado. No es posible que 11 millones de ciudadanos de un país que apenas ha aportado nada a la historia de Europa desde el inicio de la era cristiana decidan el porvenir de un continente en el que viven cientos de millones de habitantes que se han dotado de una forma de convivir basada en unas reglas que regulan beneficios y sacrificios. No se puede permitir que lo pongan todo manga por hombro y decidan «a su bola» que bienvenidos hayan sido los chollos pero que los demás se ocupen de pagar los destrozos.
Traen el populismo más salvaje que tanto daño nos ha hecho, impulsan en España el desmadre anarquista y ruinoso de Podemos -la suma de irracionalidades de los regímenes cubano, venezolano, argentino…-. Es la más alucinante premonición del pan para hoy y hambre para mañana que tantas guerras y catástrofes ha desencadenado en Europa.
Aunque con escepticismo, expresamos nuetra esperanza de que Merkel y otros líderes europeos digan a los griegos que se busquen la vida fuera de la Unión Europea, a extramuros del euro. Que mendiguen a Putin y, en esa eterna dicotomía histórica en la que han vivido durante miles de años, se inclinen finalmente por Asia y se olviden de Europa.
Eso que les quede claro a los líderes del núcleo duro de la Comisión: a partir de noviembre, España, Portugal e Italia también elegirán gobiernos que les expondrán la misma política de hechos consumados de Tsipras: métanse mi deuda por donde les quepa porque yo no pago.
Bruselas tiene la palabra: Europa o no.