Alemania reconoce por primera vez el genocidio de Namibia, el preludio de las atrocidades del III Reich

Hereros huidos al desierto tras la matanza, en una foto de 1907, aproximadamente

Entre 1904 y 1908, las tropas del káiser Guillermo II exterminaron consciente e intencionadamente a un alto porcentaje de las poblaciones herero y nama en la antigua colonia de África Alemana del Sudoeste, la actual Namibia. Más de cien años después, Alemania ha reconocido oficialmente que aquella matanza fue un “genocidio”, el primero del siglo XX y preámbulo de las grandes barbaridades de la Alemania nazi.

Las atrocidades cometidas por el II Reich alemán en Namibia se encuentran consignadas al detalle en el Blue Book, o Informe sobre los Nativos del Suroeste de África y sobre su trato por parte de Alemania, un documento redactado entre 1916 y 1918. En la actualidad se conserva únicamente una copia en la sede del Parlamento británico en Westminster, a pesar del compromiso de Reino Unido de destruirlo a cambio de que Alemania hiciera lo propio con otro informe sobre los crímenes cometidos por los británicos en sus colonias.

El Blue Book, cuyas conclusiones han sido recopiladas por la escritora Elise Fontenaille-N’Diaye, muestra cómo, siguiendo las órdenes del Kaiser, el general Lothar von Trotha se propuso exterminar a los dos pueblos que se habían alzado en armas en contra de la presencia colonial Alemania.

El resultado fue la emisión, los días 2 de octubre de 1904 y 22 de abril de 1905, de dos “órdenes de aniquilación” (Vernichtungsbefehl) que resultaron trágicamente eficaces: se calcula que los herero perdieron alrededor del 80 por ciento de su población y los nama aproximadamente la mitad. A juicio de los expertos, estos crímenes entran de lleno en los términos establecidos por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de Naciones Unidas.

Alemania reconoce el genocidio

A principios de julio, y ante el escaso entusiasmo del Gobierno de Namibia por meterse en “berenjenales” políticos con la antigua potencia colonial, una delegación de descendientes de las víctimas de aquellas matanzas se trasladó a Alemania para mover cielo y tierra con un objetivo muy claro: que Berlín no solo admita que aquello fue un genocidio, sino que colabore en la repatriación de los restos de víctimas que fueron trasladados a Alemania para utilizarlos en experimentos pseudocientíficos de índole claramente racista y que ponga en marcha un proceso de reparación por los daños cometidos.

Durante su visita a Alemania, los delegados namibios fueron recibidos por el partido de La Izquierda (Die Linke), que presentó una moción en ese sentido en el Bundestag. El 8 de julio, el presidente de la Cámara, Norbert Lammert (de la Unión Demócrata Cristiana, CDU, el partido de la canciller, Angela Merkel), dio el primer paso, al declarar al semanario Die Zeit que, “según los parámetros actuales del Derecho Internacional, la represión del levantamiento de los herero fue un genocidio”.

El 9 de julio, la delegación namibia se trasladó a Londres para consultar el citado ejemplar del Blue Book, con el objetivo, según declararon al diario digital Jeune Afrique, de cambiar la posición de su propio Gobierno, cuyo apoyo a la causa es, “más que nada, nebuloso”, según explicó el exparlamentario Katuutire Kaura. “Los que tienen influencia no son los que han sufrido. Hemos decidido actuar por nosotros mismos, porque, si no, nunca pasará nada”, añadió.

La superación del genocidio es el único elemento que enturbia en la actualidad las relaciones entre Namibia y Alemania. El Gobierno de Windhoek, en poder del antiguo movimiento de liberación y actual partido político Organización del Pueblo del Suroeste Africano (SWAPO, por sus siglas en inglés) desde la independencia del país en 1990, nunca ha hecho suyas, con la suficiente contundencia, las reivindicadiones de los descendientes de las víctimas.

 

El Blue Book

 

Los delegados namibios también acudieron en Londres al despacho de abogados británico Doughty Street Chambers, especializado en la defensa de las libertades individuales y de los derechos humanos. Como resultado de este encuentro, advirtieron de que si Alemania no accede a sus peticiones antes del 2 de octubre (aniversario de la primera orden de exterminio), deberá enfrentarse a un proceso legal en su contra.

De momento ya han comenzado las conversaciones, en las que el tema de las reparaciones será crucial. Entre masacres, expropiaciones y otros abusos, resulta difícil calcular el perjuicio económico exacto, pero los delegados no consideran exagerado reclamar mil millones de dólares por los crímenes, imprescriptibles según el Derecho Internacional, cometidos contra los hereros y los namas por el Imperio alemán.

Las presiones también fueron intensas desde la propia Alemania. El 9 de julio, con motivo del centenario del fin del dominio sobre la antigua colonia de África Alemana del Sudoeste, se puso en marcha una campaña de recogida de firmas en la que, bajo el manifiesto Völkermord ist Völkermord! (Genocidio es genocidio), se reclama al presidente del país, Joachim Gauck, al Parlamento y al Gobierno, que “reconozcan oficialmente el genocidio de los hereros y los namas». 

Asimismo, el manifiesto pide a Alemania que se disculpe públicamente por estos hechos y colabore en la identificación y devolución de los restos humanos que fueron deportados desde Namibia y otras colonias alemanas a Alemania, “donde se utilizaron para investigaciones pseudocientíficas de carácter racista”. Entre los firmantes figuran la vicepresidenta del Bundestag, Claudia Roth; el copresidente de Die Linke, Bernd Riexinger, y la exministra alemana de Desarrollo Heidemarie Wieczorek-Zeul.

Por fin, el paso más importante se produjo el 10 de julio, cuando el Gobierno de Angela Merkel admitió oficialmente que “la guerra de exterminio emprendida en Namibia entre 1904 y 1908 constituyó un crimen de guerra y un genocidio”. Se trataba de la primera vez que Berlín utilizaba este término para definir las atrocidades perpetradas por las Schutztruppe en la antigua colonia.

La antesala del nazismo

De acuerdo con lo recogido en las 200 páginas con que contaba el  Blue Book (de las que solo se conservan 49), las matanzas ordenadas por el II Reich en Namibia no sólo pueden catalogarse como el primer genocidio del siglo XX, sino que, para muchos, sirvieron de campo de entrenamiento para las que habrían de llevar a cabo los nazis apenas tres décadas más tarde.

De hecho, los nombres de los implicados son muy elocuentes, tal como recoge un elaborado informe de Jeune Afrique a partir del libro de Fontenaille-N’Diaye. Por ejemplo, el gobernador enviado por el canciller Otto von Bismarck a Namibia en 1885, en calidad de alto comisario del Reich, se llamaba Heinrich Goering y era el abuelo de uno de los hombres más próximos de Adolf Hitler, Hermann Goering.

También por aquellos años desembarcó en Swakopmund un joven médico antropólogo llamado Eugen Fischer, discípulo de Alfred Ploetz, el fundador de la eugenesia alemana. Fischer, declarado enemigo del mestizaje que estaba contribuyendo a “degenerar a la raza blanca”, llevó a cabo investigaciones pseudocientíficas con cráneos que concluyeron con la publicación del libro Fundamentos sobre la herencia humana y la higiene racial, algunos de cuyos pasajes figuran en el Mein Kampf de Hitler. El discípulo más célebre de Fischer fue nada menos que Josef Mengele, el “médico” del campo de concentración de Auschwitz.

En todo caso, el verdadero brazo exterminador del II Reich en Namibia fue el general Lothar von Trotha, quien llegó a la colonia el 11 de junio de 1904 con una reputación de brutalidad bien ganada durante sus campañas militares en África del Este y en China. Con tales prendas, Von Trotha asumió la misión de reprimir a los rebeldes hereros liderados por Samuel Maharero, que habían asesinado a 123 colonos alemanes y habían perpetrado numerosas violaciones y otros graves abusos.

 

Lothar von Trotha

 

En agosto de ese mismo año, Von Trotha rodeó a los hereros que habían cometido el error de concentrarse en un punto concreto y ordenó a sus tropas que mataran sin piedad a todos, sin excluir a ancianos, niños ni mujeres. Los heridos fueron rematados con las bayonetas y los que pudieron escapar no tuvieron otra opción que huir al desierto, donde las tropas alemanas habían envenenado los pocos pozos de agua existentes. Los supervivientes fueron trasladados a un campo de concentración en la isla de Shark, un islote batido por los vientos en las costas de Lüderitz.

Por su parte, los namas, que también se habían rebelado contra la opresión alemana, corrieron una suerte similar. De los alrededor de 3.500 namas y hereros trasladados al campo de concentración de la isla de Shark, según Fontenaille-N’Diaye, sobrevivieron menos de 200.

Por entonces, algunos alemanes protestaron contra estos hechos. Fue el caso del misionero Friedrich Vedder, quien en 1905 escribió: “No puedo dar los detalles sobre las atrocidades de que he sido testigo, sobre todo contra mujeres y niños. Es demasiado horrible para escribir sobre ello”.

El 1916, el comandante británico Thomas O’Reilly emprendió las investigaciones contenidas en el Blue Book y en 1918 envió sus conclusiones al Parlamento y al Ministerio del Interior de su país, en el contexto de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. El informe apenas fue tratado durante las negociaciones del Tratado de Versalles y cayó en el olvido tras la muerte de su autor en 1919, a causa de la famosa “gripe española”.

En 1926, Reino Unido y Alemania llegaron a un acuerdo para destruir la mayor parte de los ejemplares del Blue Book, después de que Berlín amenazara con publicar su White Book sobre las atrocidades cometidas por los británicos en sus colonias. Fue el comienzo de la Omertà (una más entre las potencias mundiales) anglo-alemana sobre el primer genocidio del siglo XX, que afortunadamente ha empezado a derribarse gracias a la constancia de los de siempre.

 

Imágenes | http://www.namibiansun.com/ His Majesty’s Stationery Office en Wikipedia

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