Para entender a Franquin como uno de los grandes de la historieta de humor internacional solo hay que asomarse un rato a estas Ideas negras que reedita ECC Ediciones (en un formato minúsculo y no del todo apropiado para el estilo a veces miniaturista de su dibujo; pero en fin, es económico y es lo que hay).
La desolación que transmiten los chistes de una página de este álbum (o menos: a veces palpitan en media o incluso en una sencilla tira de tres o cuatro viñetas) puede resultar chocante al lector menos avisado y habituado a las coloristas aventuras de Spirou en su época más celebrada, a las trastadas de Gaston Lagaffe o al escapismo del Marsupilami, creaciones todas del autor belga.
Sin embargo, Ideas negras no ofrece un contraste con el resto de la obra de Franquin, pese a sus tinieblas formales y espirituales: es un complemento. La media página que abre el álbum, en la que un ejecutivo acaba empalado por el trasero a causa de uno de sus diseños de silla más modernos y avanzados podría ser una página pesadillesca y salida de madre de Gaston Lagaffe.
La importancia del ecologismo aunque sea por una mera cuestión de egoísmo y supervivencia, los derechos humanos como una cuestión indiscutible y esencial, la rampante ridiculez de los militares y sus juegos de guerra, las ironías del cosmos que conducen indefectiblemente al caos y la muerte están, en términos mucho más asequibles y suavizados, en las aventuras de Spirou y el Marsupilami. El Franquin de Ideas negras es el Franquin de siempre, aunque quizás más reflexivo y cáustico que nunca.
Ideas negras comenzó a publicarse, paradójica o significativamente, dentro de la propia revista Spirou, en 1977 y en una especie de suplemento caótico y orientado al público adulto llamado Le Trombone Illustré. No duró mucho, pese a que en los guiones ayudó gente tan ilustre como Roba o el legendario Gotlib. Fue, de hecho, el propio Gotlib el que propuso a Franquin que se llevara la serie a su Fluide Glacial cuando el experimento de Le Trombone Illustré cerró. En ese entorno mucho más afín a la contundencia de Franquin, este se permitió experimentar en lo gráfico, y junto al estilo de sombras chinescas inicial que el autor había robado a un dibujante del Saturday Evening Post, Franquin pasó a usar los negros para matizar conceptos y experimentar con las sombras. Usó los personajes negros para sumergirlos en desiertos blancos o publicó páginas que prácticamente eran el vacío y la negritud total, puntuados solo por oportunas onomatopeyas de dolor, trastazos, alaridos y risa por lo bajini.
La historia del anciano devorado por las propias aves que alimenta, el mimo alquitranado, morir ahogado, en accidente de coche y ahorcado a la vez, el Calvario de un Cristo caradura, grúas-dinosaurio y el mejor alegato posible contra la pena de muerte son solo algunos de los escenarios que plantea Franquin. En muchos casos podemos adjudicarles el adjetivo de humorísticos porque usa los resortes más clásicos del libro de instrucciones del chiste: el tartazo, el resbalón, el teléfono estropeado. Pero en ningún caso Ideas negras es únicamente humor, porque como hacen siempre y casi imperceptiblemente los grandes artistas, Franquin usa unos cuantos borrones de tinta para desnudarse. Y que se nos congele la risa cuando pone en evidencia que a nosotros también nos ha dejado en pelotas.
Ideas negras
Franquin
ECC Ediciones
2015