En plena “guerrilla de fútbol” con ofertas y promociones como arma arrojadiza, y con el auge de las ofertas convergentes (fijo, internet, móvil y TV) de por medio, se ha restado importancia a las tarifas “solo móvil”, aunque todavía son un servicio esencial para los operadores. Ahora bien, ¿están adaptados los precios al consumo real de los clientes?
Las empresas existen para ser rentables y reportar ganancias a sus accionistas e inversores. También lo hacen para desarrollar un servicio del que la ciudadanía puede disfrutar y desarrollar una vida mejor (en algunos casos). La cuestión reside en delimitar dónde empieza una acción y cuándo termina la otra. Así, en el caso de los operadores de telefonía, y a tenor de sus tarifas móviles, no queda muy claro si el principal objetivo se centra en los usuarios.
Si atendemos a la relación de cada cliente con su móvil, en lo que a gasto y consumo se refiere, es complicado encontrar el hueco preciso dentro del entramado tarifario de las compañías. Para ello, vamos a utilizar el ejemplo de los operadores con red (Movistar, Vodafone, Orange y Yoigo), así como dos de los operadores móviles virtuales (OMV) que mejor acogida tienen entre los usuarios (Pepephone y MásMóvil).
En la parte del gasto, y para disponer de unas cifras aproximadas de consumo, utilizamos un reciente estudio que ha presentado MásMóvil, así como los datos que recoge la CNMC con respecto a 2013 sobre consumo en servicios móviles. Las principales conclusiones representan, más o menos, una imagen de lo que sería el consumidor estándar. Establecen que se habla entre 70 y 80 minutos al mes, con una media de entre 1 y 2 minutos el tiempo de la llamada, que se envían menos de 10 SMS al mes, y que el gasto de datos se establece entre los 300 megas que ofrece la CNMC (hace 2 años) y los 636 megas que refleja el estudio de MásMámovil.
Así pues, atendiendo a todas esas variables, este sería el cuadro de gasto más aproximado a lo que necesita un usuario (y puede encontrar):
Para determinar el precio, se establece una media de 80 minutos en tiempo de llamada al mes y 2 minutos de duración media (lo que supondría 40 llamadas), con 600 megas de consumo
¿Pero si está muy lejos del consumo medio?
Si una persona quiere un contrato, estas son las tarifas a las que se enfrenta. Repasando los precios, la principal circunstancia que encarece el servicio es el establecimiento de llamada. Por tanto, aunque se pudiera pensar que las tarifas prepago son la solución, al final en esa media de llamadas se terminaría pagando lo mismo.
Por ejemplo, en los operadores con red, Movistar no tiene ninguna tarifa de contrato más asequible que su Vive 12, donde sobran 400 megas al mes de navegación, y el establecimiento de llamada marca ese aumento. Lo mismo sucede con Vodafone, que en su versión Mini, tiene otra más baja que la publicada en ese cuadro comparativo, pero tan solo ofrece 100 Mb de navegación, por lo que estaría muy por debajo del consumo medio.
Orange y Yoigo más de lo mismo. Sí es cierto que la filial gala tiene una tarifa (Tucán) con minutos a disposición del cliente, pero estaría por encima de los 20 euros igualmente. Así pues, una vez más los OMV (Pepephone y MásMóvil) parecen ser los que más se adaptan en cuanto a precio y consumo.
¿Gasto desmesurado?
Cualquier dato o estudio viene a demostrar que se gasta más dinero del necesario. Y los datos de la CNMC demuestran, como también los reflejan el estudio del OMV, que el español medio no necesita 1 Gb de datos en su móvil. Esto no quiere decir que no deban existir tarifas para personas con un alto consumo. Lo que debería haber son tarifas de contrato para personas con un menor consumo. O, al menos, adaptados a ese consumo genérico.
Quizá uno de los objetivos que deberían marcarse los operadores sería la personalización total del gasto. Es cierto que ahora mismo existen bonos que complementan, por ejemplo, los datos móviles para navegar por internet, pero por norma general salen más caros que su integración dentro de una tarifa. Así pues, parece que por el momento los clientes pagarán un sobrecoste directo sobre un consumo que no hacen.
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