Se considera que el padre de la salud laboral es Percivall Pott. Si pensamos en un deshollinador a todos nos viene a la mente el recuerdo alegre y simpático de Bert, interpretado por Dick van Dyke en Mary Poppins , pero la realidad era bastante diferente.
En el siglo XVIII y XIX en Inglaterra, el trabajo de deshollinador y limpia chimeneas se encomendaba a niños de entre 4 y 10 años provenientes de las familias más pobres. Como relata Charles Kingsley en su libro de 1863 Los niños del agua: «No sabían leer ni escribir» o «en el país del norte había muchas chimeneas que limpiar, mucho dinero para que Tom pudiera ganar y su amo gastar» porque el trabajo se hacía en condiciones de esclavitud infantil.
La arquitectura de aquella época no cumplía los cánones de seguridad de la actual y las chimeneas podían ser verticales, dobladas o incluso tener tramos en horizontal y ser muy, muy estrechas, por eso se utilizaba mano de obra infantil. Los niños, normalmente vestidos con harapos o directamente desnudos tenían que revolcarse en el hollín para quitar la suciedad de los rincones más recónditos; por eso los más pequeños y flacos eran los más demandados. Por supuesto esta labor se desarrollaba sin ningún tipo de medida higiénica o sanitaria, como la más elemental de ducharse.
El médico londinense Percivall Pott fue el primero que prestó atención a estos niños. Como dejó escrito en 1775, «su destino es particularmente cruel, desde su más tierna infancia son maltratados y sometidos al hambre y al frío, para luego ser lanzados a estrechas chimeneas todavía calientes donde sufren raspaduras, quemaduras o asfixia, y cuando llegan a la pubertad casi todos sufren de una dolorosa y fatal enfermedad». Esto es un fragmento (traducción propia) de su obra «Observaciones quirúrgicas relativas a las cataratas, los pólipos de la nariz, el cáncer de escroto y los diferentes tipos de ruptura y modificaciones del pie y los dedos del pie». En ella se describe por primera vez una enfermedad ocupacional, ya que Pott se dio cuenta de que trabajar de deshollinador implicaba en la mayoría de los casos sufrir un cáncer de escroto. Este tipo de cáncer años después sería catalogado como carcinoma de células escamosas, que en aquella época era una enfermedad fatal que segaba la vida de muchos deshollinadores al llegar a la pubertad, Pott desarrolló un proceso quirúrgico para eliminar el cáncer en aquellos en los que se detectaba en las primeras etapas.
Desde la obra pionera de Pott hemos avanzado mucho en el campo de la salud laboral. Así, gracias al trabajo de muchos profesionales en el campo sabemos que los mineros pueden sufrir silicosis y lumbalgias, síndrome del túnel carpiano o que la exposición a determinados gérmenes puede estar relacionada con la labor profesional. De hecho, la primera señal de aviso sobre los peligros del tabaco fue un estudio publicado por Hurley y Doll sobre médicos que fumaban en los años 50.
A todas estas conclusiones se ha llegado después de observaciones rigurosas, de estadísticas y de datos sólidos, no porque un día alguien se levantara diciendo «a mí me da que esto tiene que ser malo». Por eso sorprenden hechos como que el ayuntamiento de Vitoria aprobara por unanimidad «declarar zonas libres de wifi«, que otras instituciones políticas pidan declaraciones de «zonas libres de transgénicos» o que Pablo Iglesias en Europa pidiera apoyo para los que sufren «sensibilidad electromagnética».
Estas declaraciones no son más que una falta de respeto a todos los que investigan en salud laboral, puesto que a diferencia de los casos anteriores, no tenemos ni un solo estudio serio ni una sola evidencia medible de que esos factores causen ningún problema de salud. Despistar al público con estos actos impide poner el foco en lo que realmente causa los problemas; por ejemplo, el alcohol y el tabaco, sobre los que ningún político hace declaraciones grandilocuentes sobre sus peligros para la salud, cuando son sobradamente conocidos. Por favor, invertid vuestro tiempo y nuestro dinero en solucionar problemas reales, no los imaginarios.