El 25 de marzo de 2015, una coalición internacional liderada por Arabia Saudí emprendió una campaña de ataques aéreos contra las milicias armadas de los huthis en Yemen. El resultado, hasta la fecha, ha sido un enorme desastre humanitario, el desplazamiento de millón y medio de personas y alrededor de 4.000 muertos, entre los que figuran más de 2.100 civiles, y de éstos, al menos 400 niños. Portadas en los medios, en cambio, ha generado muy pocas.
Yemen es el país más pobre de Oriente Medio y uno de los más pobres del mundo. Situado en el sur de la península Arábiga, comparte frontera con dos países, Arabia Saudí y Omán, cuyo PIB per cápita era en 2014 quince veces superior al suyo.
A sus dificultades naturales (es uno de los países con mayor escasez de agua en el mundo. El 80 por ciento de sus 25 millones de habitantes sufren fuertes restricciones y el agua apenas llega al 40 por ciento de la población rural, como recordaba esta misma semana en un artículo Javier Madariaga, director financiero de la Oficina Regional de Médicos Sin Fronteras, MSF) y sociales (el 41 por ciento de los yemeníes sufren inseguridad humanitaria), se unen los problemas políticos de un país marcadamente tribal e históricamente caracterizado por una fuerte y casi endémica inestabilidad interna.
Las divisiones internas se agravaron aún más, si cabe, en 2011, en plena Primavera Árabe, con las amplias movilizaciones y revueltas que provocaron finalmente la caída del presidente Alí Abdulá Salé (quien había gobernado el país durante doce años y desde cuyo cargo había protagonizado la unificación de Yemen del Norte y Yemen del Sur) y habían creado un calvo de cultivo prácticamente perfecto para el fortalecimiento de Al Qaeda (muy activo en el país desde 1998) y, andando el tiempo, para la aparición en escena del desgraciadamente célebre Estado Islámico (Daesh).
La llegada al poder del nuevo presidente, Abd Rabbuh Mansur al Hadi, iniciaba un periodo de transición de dos años durante el cual, no obstante, las fuerzas gubernamentales siguieron perpetrando abusos contra los derechos humanos (ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas), se incrementaron las operaciones contra los independentistas del sur (donde Al Qaeda ha incrementado su presencia) y se reavivó el conflicto con los huthis en su bastión de Sada, en el norte.
Los huthis, cuyo verdadero nombre es Comités de Resistencia Popular, es un grupo armado formado por seguidores de los zaidíes, una secta del chiísmo. Los huthis reciben su nombre de su fundador, Hussain Badr Al Din Al Huthi, cuyo asesinato fue el detonante de la primera de las seis guerras que enfrentaron a este grupo armado con el Ejército de Salé.
En septiembre de 2014, tras protagonizar las protestas contra la decisión del Gobierno de recortar las subvenciones de los combustibles, los rebeldes huthis se hicieron con el control de la capital, Saná. En enero de 2015, disolvieron el Parlamento, obligaron a renunciar al presidente Al Hadi (quien reivindicó nuevamente la Presidencia en febrero, después de refugiarse en Adén, en el sur) y constituyeron un Comité Revolucionario en el Palacio Presidencial.
Los ‘huthis’ chiíes derrocaron al presidente Al Hadi en septiembre y la Liga Árabe aprobó en marzo una ofensiva militar liderada por Riad
El pasado mes de marzo, la Liga Árabe decidió el envío de una fuerza militar liderada por Arabia Saudí con la misión de reinstaurar a Hadi en el poder. La coalición está integrada directamente por Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Bahréin, Kuwait, Qatar, Marruecos, Jordania y Sudán, e indirectamente por Somalia (que le permite utilizar su espacio aéreo, sus aguas territoriales y sus bases militares), Senegal (que ha prometido tropas) y nada menos que por Estados Unidos y Reino Unido, que han aportado apoyo logístico y de inteligencia. Esta coalición ha efectuado numerosas operaciones aéreas y de tierra en Yemen.
Desde entonces, la guerra se ha ido incrementando. El 20 de marzo, el Daesh perpetró una serie de atentados con bomba contra mezquitas chiíes de Saná que causaron al menos 142 muertos y a finales de ese mismo mes los huthis (apoyados por unidades del Ejército y por grupos armados leales al expresidente Salé) ocuparon Adén. El 25 de marzo comenzaron los bombardeos de coalición y las operaciones terrestres, en este caso protagonizadas por las tropas egipcias.
La población civil, en medio de todo
Transcurridos seis meses desde el comienzo de la ofensiva internacional, el conflicto se ha extendido a prácticamente todo el país, concretamente a 20 de las 22 gobernaciones que lo conforman. “En medio está atrapada la población civil, con cientos de muertos y heridos y una crisis humanitaria que crece vertiginosamente”, ha denunciado Amnistía Internacional. “Cuatro de cada cinco yemeníes dependen actualmente de la ayuda humanitaria para sobrevivir. No hay acceso a servicios esenciales como el agua potable y la electricidad, y los alimentos se han encarecido, creando una situación desesperada para millones de personas”, ha añadido.
La mayoría de las víctimas han sido causadas por la coalición dirigida por Arabia Saudí y apoyada por EEUU y Reino Unido
Según Amnistía Internacional, en todo el país se están cometiendo “terribles abusos contra los derechos humanos y crímenes de guerra” que causan “insoportables sufrimientos a la población civil». La organización ha recogido indicios que revelan que “todas las partes en el conflicto han cometido violaciones de derechos humanos y del derecho internacional humanitario”.
“La gran mayoría de las muertes y lesiones sufridas por civiles han sido causadas por la coalición dirigida por Arabia Saudí, que está respaldada por Estados Unidos y Reino Unido”, prosigue Amnistía Internacional, que ha documentado “ataques aéreos de la coalición supuestamente dirigidos contra el grupo armado de los huthis, pero que han causado muertes de civiles y destruido viviendas y otros bienes civiles, incluidas escuelas y mezquitas”.
Los ataques aéreos han destruido también infraestructuras claves, como puentes y carreteras, lo que dificulta el envío de ayuda humanitaria. Aparte, la organización ha hallado pruebas de que, en Sada, las fuerzas de la coalición han empleado municiones de racimo, unas armas explosivas letales prohibidas por el derecho internacional y que, en el momento de ser lanzadas, liberan decenas de minibombas “que a menudo quedan sin explotar y pueden causar terribles heridas mucho después del ataque”.
Asimismo, tanto los huthis como sus rivales han cometido graves abusos en el curso de los combates terrestres. “Ambos bandos han puesto en peligro a civiles efectuando ataques indiscriminados y ataques en zonas residenciales, incluidos bombardeos indiscriminados de artillería efectuados por los huthis contra ciudades y otras poblaciones del sur de Arabia Saudí”, ha denunciado la organización. Aparte, los huthis han lanzado “una campaña de represión en zonas bajo su control, en el marco de la cual ha asaltado y cerrado varias ONG y amenazado a su personal”, y han llevado a cabo “decenas de detenciones arbitrarias y secuestros de activistas, periodistas y otros presuntos detractores”.
“Los bombardeos son solo una cara de del conflicto”, escribe en su artículo el ya citado Javier Madariaga, de MSF. “Los bloqueos a las importaciones llevados a cabo por la coalición y la destrucción de aeropuertos, puertos y carreteras se traducen en escasez de alimentos e inflación. La falta de combustible, indispensable para la provisión de agua, puede causar muy pronto más muertes que la guerra misma. La ruptura de servicios básicos, como la recolección de residuos, genera riesgos sanitarios y la contaminación de las pocas reservas de agua restantes”, advierte.
“Tenemos la obligación de visibilizar esta crisis, y exigir a todas las partes implicadas en el conflicto que aseguren las medidas necesarias para proteger a ciudadanos y la infraestructura civil de daños que serán irreversibles para ésta y futuras generaciones de yemeníes. Una vez un colega me dijo: ‘Asistir a un refugiado es bueno, pero asistir a una persona antes que se transforme en uno, es aún mejor’”, concluye el artículo. Poco queda por añadir y sí mucho, en cambio, por hacer.
Imágenes | MSF Amnesty International