Estalla el debate sobre los debates: ¿A qué líder le viene mejor un combate público?

Rajoy superó en el debate electoral de 2011 a un Rubalcaba del que se esperó demasiado.

Rivera e Iglesias deben gran parte de su éxito a la televisión, si bien un exceso de confianza o las altas expectativas podrían jugarles una mala pasada. Rajoy ya sorprendió en 2011 con su desenvoltura ante Rubalcaba. A Sánchez le conviene medirse de tú a tú con el presidente del Gobierno, pero rehuir al resto sería incoherente con su discurso regenerador.

El debate sobre los debates electorales ya está aquí. Es todo un clásico de la precampaña española y este año ha madrugado más que nunca, marcando la agenda a siete semanas de que los candidatos puedan empezar a pedir el voto. El carácter abierto de la contienda y el empuje brioso de los partidos emergentes han hecho que ya se hable incluso de abrir el encorsetado formato que restó naturalidad y atractivo a enfrentamientos precedentes. Está cada vez más extendida la convicción de que la confrontación pública de ideas entre cabezas de lista es casi una obligación moral pero, al margen de eso, ¿a quién conviene más en este momento un debate electoral? ¿Quién podría salir más beneficiado de un enfrentamiento a cuatro bandas ante las cámaras y quién debería abogar por el formato cara a cara? Un análisis pormenorizado de la situación lleva como mínimo a replantearse consideraciones que en un primer momento podrían darse por obvias.

Rajoy, poco que perder

El presidente del Gobierno se presenta por cuarta vez a unas elecciones y competirá con un plantel de noveles que hacen bandera de la regeneración y están más que habituados al combate dialéctico en televisión. Además, Rajoy es uno de los mandatarios peor valorados del mundo y el PP siempre ha sido un partido de marca, que no ha realizado campañas de candidato, ponderando el empaque y cohesión de la organización por encima de todo. Este contexto lleva a pensar que a Génova/Moncloa no le conviene bregarse en los platós con líderes de partidos que aún son extraparlamentarios, apostando por seguir la tradición de debatir contra el candidato del PSOE, algo ya prácticamente irrenunciable.

La aversión de Rajoy a las apariciones públicas hace olvidar que es un hábil parlamentario

Sin embargo, la aversión de Rajoy a las apariciones públicas hace olvidar que es un habilidoso parlamentario, que se crece en las réplicas y saca partido a su retranca gallega. Partir con las peores expectativas de todos le ayudaría a destacar a poca solvencia que demostrara, como ya le ocurrió en 2011 ante un Rubalcaba del que se esperaba demasiado. “Podría ser un movimiento audaz buscar un debate a cinco, que incluyera a Izquierda Unida, para demostrar que no tiene ningún miedo a los nuevos liderazgos y presentarse como la estabilidad ante el crisol de alternativas existentes, buscando la centralidad”, expone Jordi Rodríguez Virgili, profesor de comunicación política de la Universidad de Navarra.

Según este experto, Rajoy debe tratar de enfrentarse cara a cara con Sánchez por un lado y luego recoger el guante de los emergentes pidiendo que también se incluya a IU y/o a UPyD, cuantas más alternativas mejor “para dibujar ese horizonte de inestabilidad que supondría un pacto a varias bandas contra el PP”. Dirigentes populares como María Dolores de Cospedal, Alfonso Alonso o Javier Maroto dejaron ayer la puerta abierta a esta posibilidad. La directora de Asuntos Públicos de Atrevia, Yolanda Román, coincide en señalar que “quien menos tiene que perder es el presidente del Gobierno; las expectativas en su caso son bajas, cualquier novedad que introduzca, en el discurso o en la forma, jugará a su favor”.

Sánchez, condicionado por su estrategia

El PSOE ha apostado decididamente por una campaña de candidato que supere el descrédito de la marca, aún penalizada por la gestión de la crisis que hizo Zapatero. En coherencia con ello y con el discurso regenerador que difunde, Sánchez apostó el lunes por medirse con todos, posición que ayer volvió a mantener en rueda de prensa: quiere debatir “con todos, de todo y sin cortapisas”. Además, llevará en el programa electoral una propuesta para que una comisión regule este tipo de eventos, como en Estados Unidos.

En un principio podría pensarse que le beneficiaría un cara a cara con el jefe del Ejecutivo para escenificar que la suya es la única alternativa real pero, como explica el consultor político Luis Marañón, “su estrategia se basa en parecer ya presidente, trata de competir en solvencia e institucionalidad con los nuevos y en frescura y capacidad de diálogo con Rajoy. Un debate es perfecto para avanzar en la obtención de esta imagen deseada”.

Negarse a confrontar con los emergentes, además, chirriaría con sus demandas de transparencia y aperturismo y le dejaría sin la oportunidad de desmarcarse en “la carrera por la solvencia con los nuevos, para lo que necesita ofrecer una imagen comparativa potente que puede obtener de un debate a cuatro”. Lo que le condiciona es ese perfil “presidencialista” que también destaca Román: “le resultará difícil innovar, ha optado por una línea de comunicación muy institucional que ahora no puede romper”.

Rivera, ante el peligro de las expectativas

El candidato de Ciudadanos pidió ya en la campaña de mayo un debate con los otros tres líderes que pudiera emitir cualquier televisión. Aceptó también la propuesta de Cuatro para sentarse en el sofá de Viajando con Chester frente a Pablo Iglesias, iniciativa que este rechazó. Rivera va hacia arriba en popularidad, es ágil en la respuesta y sintetiza bien las ideas. Fue campeón de la liga universitaria de debate y nunca lee sus intervenciones públicas, apoyándose solo en notas sueltas. Su partido pide reformas estructurales que acerquen la política al ciudadano y ayer mismo él insistió en que “los españoles nos merecemos debates abiertos, no se entiende que algunos tengan miedo de debatir”. Este domingo tendrá un aperitivo con un cara a cara con Iglesias en Salvados al que esta vez sí se ha avenido el líder de Podemos.

Con este contexto, al candidato naranja solo le puede lastrar la gestión de las expectativas, que es clave en acontecimientos así. Cuando se espera mucho de ti es difícil que sorprendas para bien, como explica Marañón: “Dado que un debate es un gran juego perceptual, llegar a él con expectativas altas es un problema de envergadura. De hecho, una expectativa alta es el primer paso para salir derrotado”. Pero nada puede sobreponerse al caramelo de medirse de tú a tú con los líderes de PP y PSOE y con un Podemos que a principios de año triplicaba a Ciudadanos en intención de voto. Rivera es además el único que lucha por el electorado de los otros tres, cuestión que puede capitalizar en un debate a cuatro, como apunta Roberto Rodríguez Andrés, investigador de comunicación política y campañas y socio de MasConsulting Group.

Iglesias, a a recuperar espacio

El secretario general de Podemos se enfrentará al líder de Ciudadanos el domingo en el programa de Jordi Évole, cuando las encuestas empiezan a reflejar el adelantamiento de la formación naranja a la morada. Iglesias rechazó ese mismo combate dialéctico en primavera porque su pretensión era medirse también con Rajoy y Sánchez. Ahora su proyecto cotiza a la baja y necesita recuperar espacio como sea.

«Os pido que debatamos los cuatro, en las fechas y lugares que estiméis oportunos», pide Iglesias a los líderes de PP, PSOE y C’s

De hecho, ayer movió ficha y envió una carta a Rajoy, Sánchez y Rivera pidiendo una confrontación abierta: “os pido que debatamos los cuatro, en las fechas y lugares que estiméis oportunos, sin más condiciones que permitir preguntas de la ciudadanía”. Hace bien en reivindicar esas innovaciones porque el momento es ideal para ello, como subraya Román: “La clave está en sorprender, y para eso hay que arriesgar, en la forma y en el fondo. Todo es tan previsible y conocido, que ‘ganará’ el que consiga introducir algo distinto en cuanto al mensaje o a la manera de contarlo. Tanto a unos como a otros les interesaría pactar formatos nuevos, menos rígidos y aburridos de lo habitual, ponerse a prueba para captar la atención de los ciudadanos”.

“Estas elecciones dibujan un panorama muy abierto que puede favorecer el que todos se sientan con ganas de salir al ring porque todos necesitan reforzar su posición”, opina Rodríguez Andrés. Y, en este panorama, “jugará un papel fundamental la preparación previa de los debates por parte de los candidatos y sus equipos y también la labor de propaganda posterior -en los medios y en las redes sociales- para intentar demostrar que el propio candidato ha sido el ganador del debate”. Podemos necesita estímulos así, después de reconocer que ahora mismo no está “en condiciones de ganar” el 20 de diciembre.

Garzón y Herzog, ‘outsiders’

Las propuestas omiten hasta ahora a los candidatos de Izquierda Unida y UPyD, que ya han mostrado su disconformidad con ello. “¿Se presentan sólo cuatro partidos a las elecciones?”, ironizó ayer el coordinador de IU, Cayo Lara, que ve una “barbaridad” la propuesta de un debate a cuatro. Herzog, por su parte, consideró un ataque “al pluralismo intentar vetar a partidos que tienen representación parlamentaria”. Es de esperar que tanto UPyD como IU recurran ante la Junta Electoral en caso de que el resto de fuerzas avance en un acuerdo para el debate a cuatro.

Para ambos sería una buena posibilidad de desmarcarse de Ciudadanos y Podemos, los partidos que están triunfando entre el que fue su electorado. Especialmente aprovechable sería para un Garzón cuyas posibilidades de confluir con Iglesias se quebraron recientemente. La supervivencia de IU depende de la claridad con que se diferencie, dirigiéndose al nicho más de izquierdas de la población que puede estar descontento con el viraje al centro de la formación morada.

En cualquier caso, y pese a que la coyuntura favorece que un debate electoral sea más decisivo que nunca, la realidad es que su capacidad de mover el voto es limitada. A pocos días de la cita con las urnas y con la gente predispuesta a pensar que ganará el candidato que le es más cercano, solo un error garrafal puede hacer que dicho acontecimiento desequilibre la balanza.

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