Blindspot , Minority Report , Limitless , Rosewood , Lucifer … parece que las novedades de este año van a venir cargadas un año más de este peculiar tipo de protagonistas, así que quizá es el momento de plantearse cómo hemos acabado llegando hasta aquí.
Mirar hoy en día series policíacas en televisión suele significar encontrarse con una buena cantidad de ellas protagonizadas por una pareja de distintos sexos en la que uno de ellos es un miembro de las fuerzas del orden en cualquiera de sus variaciones pese a que tenga pinta de poder ser modelo. El otro tampoco es feo -faltaría más- pero se caracteriza por una forma única y extraña de resolver los casos. Bueno, y porque no es policía, claro. Porque en realidad ese es el fondo tras el que se puede explicar todo lo demás.
En tiempos las series policíacas estaban protagonizadas por uno de estos cuatro grupos: 1) Policía, 2) Profesional, 3) Detective Privado o 4) Entrometido. El primer y el tercer punto están claros, con sus distintos estilos y áreas (un policía en realidad podía ser el miembro de un montón distinto de agencias gubernamentales reales o no) y una cierta tendencia a que los del tercer grupo estuvieran enfrentados con los del primero, incluso aunque muchos hubieran salido de allí.
El segundo se reservaba para los expertos relacionados con el trabajo principal, desde los científicos de Quincy al CSI a los que fueron surgiendo con el paso de los años, y las especializaciones como los criminólogos expertos en comportamiento y análisis psicológico de The Profiler. Incluso cuando la historia resultaba increíblemente loca, como los especialistas en el análisis de veracidad de Lie to me o, incluso, la parte fantástica en la que teníamos a Medium. Todos ellos estaban unidos también al cuerpo y con una carrera profesional a sus espaldas. En un puesto alejado de las fuerzas gubernamentales y más cercano al público general se encontrarían unos ‘profesionales’ como abogados y periodistas, que se ganan la vida con esta acticiad pero que están en un punto intermedio.
Por su parte los ‘entrometidos’ eran aquellos que no tenían un motivo profesional para acercarse al crimen. Aquí entraban adorables señoras de cierta edad, magos, curas y, por supuesto, un montón de adolescentes (y sus mascotas). Eran un clásico del género hasta que, bueno, la importancia otorgada a las pruebas fue creciendo, la seriedad con la que se trataba a las instituciones también y, al final, tenían que acabar buscándoles un motivo para explicar cómo terminaban rodeados siempre de cadáveres sin que sospecharan de ellos que eran asesinos a sueldo. Así que lo más sencillo fue asimilarlos. Al fin y al cabo teníamos ya una serie de antecedentes.
Los antecedentes
Solemos considerar el periodo entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial como el momento de mayor expansión y esplendor de la novela detectivesca clásica, la novela intelectual centrada en el problema que los ingleses llaman ‘Mystery’. Se fundó el Mystery Club con buena parte de aquellos escritores y se debatió mucho y bien sobre ello. Quedando claro que para interesar a los lectores hacía falta una trama bien urdida y también una personalidad interesante como centro. A partir de ahí fue convirtiéndose en algo más habitual. Más habitual porque ya con Sherlock Holmes la personalidad del detective había sido tan importante como sus capacidades. Pero pronto empezaron a aparecer extraños entrometidos y también miembros de las formas del orden con sus propias características extrañas. Algo que ocurrió también en la televisión cuando tras años con un estilo sencillo, fuera el de los duros muchachos de Dragnet o el elegante -y no solo por la magnífica música de Mancini- Peter Gunn, estas rarezas fueron haciéndose más comunes en los sesenta y, sobre todo, al llegar los setenta.
McCloud tenía un caballo, Kojak sus chupachuses y Colombo… bueno, era Colombo. En los setenta surgieron todo tipo de policías que tenían algo distintivo que ofrecer, aunque fuera su esposa, como en el caso del Comisario McMillan -sí, así eran las cosas por aquel entonces-. Por suerte empezaron a aparecer también parejas de investigadores. Y si ya con Starsky y Hutch o Las calles de San Francisco tenían éxito, según fueron comenzando los ochenta pareció que era esta la forma de hacerlo todo. Fuera con los policías de Dempsey & Makepeace –
Algo que habían aprendido del gran éxito de inicio de los ochenta Remington Steele, que tenía un único nombre en el título pero funcionaba gracias al contraste de sus protagonistas principales: el propio Remington (Pierce Brosnan) -un criminal ‘reformado’- y Laura Holt (Stephanie Zimbalist). Si esto parecía interesante -y lo era- la evolución, aparecida el mismo 1985 que se estrenó Dempsey & Makepeace, estuvo cerca de ser una Serie Total: Moonlighting o como la conocimos en España: Luz de Luna. Capaz de reflexiones metaficcionales, de emparejar y dar vueltas a sus personajes y de aprovechar al máximo a sus actores.
¿Qué tenían en común ambas series? En ambos casos había TSNR pero, además, trataban de un detective que se encontraba con un compañero inesperado, alguien fuera de su negocio pero que se hacía indispensable para resolver los crímenes. Sí, cierto, en los ochenta también habría muchos justicieros operando para extrañas entelequias como la Fundación para la Ley y el Orden o la Fundación Phoenix. En cualquier caso el tono más serio de Canción triste de Hill Street, cotidiano y coral, o las historias de infiltrados de Wiseguy, largas y complejas, ambas en los ochenta, o Prime Suspect y NYPD Blues en los noventa, fueron creando otra manera de entender las series policíacas, del mismo modo que CSI en los dos mil facilitó una mayor presencia de la ciencia. Pero eso no significa que estas enseñanzas fueran olvidadas ni que este tipo de series desaparecieran: parte de los personajes de las series corales eran realmente peculiares y -de cuando en cuando- seguían apareciendo series de extraños compañeros como la canadiense Rumbo al sur y su policía montado. Aunque si tuviéramos que nombrar una serie que causara un regreso a estos ‘excéntricos asesores’ lo más sencillo sería hablar de Monk.
En el nuevo siglo
Monk comenzó en el año 2002 en una cadena de cable y aún así se convirtió en todo un éxito. Lejos de los métodos científicos y los dramas personales -que también tenía- ofrecía un acercamiento ligero y cómico y una manera clásica de crear un Mystery. Lo hacía reforzando a su personaje principal con todo tipo de rarezas que permitía crear situaciones humorísticas y servía como contraposición a la brillantez que demostraba. ¡E incluso ganaba Emmys! Y como siempre ocurre en televisión, unos se dan cuenta y otros van probando a extender este tipo de series.
Pronto comenzaron a aparecer extraños asesores en televisión. En 2005 llegó Numb3rs que unía a dos hermanos, uno de ellos matemático, y ese mismo año se buscaron a una antropóloga realmente extraña para montar Bones. Podemos discutir si David Boreanaz podría ser un modelo o si el personaje Temperance Brennan es más o menos ajena al mundo policial, que tras tantos años podría parecernos que sí, de no ser por las referencias a expediciones, estudios y novelas.
Casi igual de importante para lo que hoy nos ocupa fue la creación al año siguiente de una pequeña serie con seguidores muy fieles: Psych, las andanzas de un falso profesional de lo paranormal que se hace detective de aquella manera, pero que recibe sus casos sobre todo del departamento de policía, manteniendo una relación TSNR con la detective de esas investigaciones y divertidos antagonismos con su compañero. De modo que mientras los extraños investigadores seguían surgiendo en 2007 con los elementos fantásticos y estilísticos de Pushing Daisies, o el zen y el dinero en Life, el éxito de Psych llevaba a una… curiosa coincidencia. La historia de otro falso profesional de lo paranormal que acaba trabajando con la policía -manteniendo una TSNR con la detective al mando, claro- para resolver casos: El Mentalista.
Estrenada en 2008, el éxito inusitado de la serie -que casi podríamos considerar una versión más seria y más generalista de Psych– acabó de lanzar el concepto. Al año siguiente tendríamos no solo más excéntricos investigadores como los policías de The Unusuals sino, sobre todo, más policías y asesores. Puede que en White Collar el criminal convertido en policía encaje dejando fuera el TSNR siendo los dos del mismo sexo -y estando no muy avanzada la situación de la diversidad sexual- pero sí estaban en método completo en la fantástica The Listener, con un tipo que puede ver/escuchar los pensamientos ajenos, y -sobre todo- en Castle con el gran Nathan Fillion como escritor de misterio con el pack completo.
La evolución de estas series seguiría con más asesores excéntricos tras el éxito de los diferentes Sherlocks -incluyendo el del mismo nombre y el de Elementary, ambos en 2010- o la extraña aproximación con Perception en 2012.
De manera sorprendente también el género fantástico se fue convirtiendo en una parte fundamental en la que desarrollarlo, sea con viajes en el tiempo y trasfondo social en Continuum, o con un tipo de viaje en el tiempo y magia no-científica el año siguiente en Sleepy Hollow. Serie que acabó yendo acompañada por futurismo y robots en Almost Human. Por un investigador inmortal en Forever o por las diferentes versiones de este año.
Porque aunque el año pasado hubo intentos de diferenciarse con extraños asesores por el lado de lo informático en Scorpion o una forense revivida en iZombie -que podría entrar en esta sección aunque no tuviera TSNR y, por tanto, su compañero policía tiene un aspecto más normal-. este año han vuelto a las andadas.
Este año
En Blindspot al menos cambian los papeles, aunque por su propia forma de ser la excéntrica y amnésica asesora es más como un objeto que una persona en sí, pues su piel tatuada es más importante que su forma de actuar. En Minority Report, Limitless, Rosewood y
Lo que está claro es que no dejan de aparecer ni parece que en el futuro cercano se lo vayan a plantear. En parte porque es la forma de asimilar esos personajes externos a la policía que ahora siguen disfrutando de operar al margen de estas fuerzas de la ley, de saltarse los procedimientos y de dar espectáculo, y porque parece que siempre hay un público en la televisión generalista para todas estas series llenas de un excéntrico asesor y su compañero agente de sexo opuesto que podría ser modelo.