La formación artística de Marra hace temer por las posibilidades de que un proyecto con las intenciones de Sangre americana sea capaz de llegar a buen puerto: Marra ha estudiado en la neoyorkina School of Visual Arts y realizó su proyecto bajo la supervisión del mítico David Mazzucchelli.
Nada que objetar a eso, obviamente, pero la cuestión es que Sangre americana es un homenaje a los tebeos más infra-artísticos posibles: de la Marvel más rara de los setenta (de hecho, si a algo se parece el trazo de Marra es al Paul Gulacy más primitivo) a los fumetti pornográficos de los ochenta (si no son Línea Tiburón no son los auténticos), pasando por precedentes literarios muy específicos (como señala Santiago García en su estupendo prólogo, también hay algo del ADN de los shudder pulps de los años treinta) o del comix underground más tosco (Spain Rodríguez en cabeza). La pregunta, el enigma es: ¿se limita Marra a hacer un homenaje irónico, por no decir resabiado y mirando por encima del hombro, de un tipo de comics muy poco artísticos?
Sí… y no. O no y sí. Sangre americana es una producción absolutamente fascinante, la de alguien que comprende, analiza, fagocita y regurgita el objeto de su análisis, pero que es capaz de hacerlo con frialdad contemplativa al tiempo que con admirada devoción.
Marra es un fan descerebrado de la pornografía, la ultraviolencia, los excesos gratuitos y los desmanes gráficos y visuales, pero también alguien que comprende sus códigos y es capaz de actualizarlos. Por eso el protagonista de Lincoln Washington es un exesclavo negro que reclama unas tierras legítimamente suyas, Gangsta Rap Posse son un trasunto de NWA que se enfrentan a un alcalde corrupto, Night Business guiña el ojo a las películas de justicieras urbanas como Angel, pero también a giallos desfasados como El destripador de Nueva York, y Maureen Dowd está basado en una columnista real del New York Times. Es decir, Marra genera unos tebeos que son puro exceso, pero que también funcionan como racionalización de ese exceso.
El resultado, sin embargo, no peca de cerebral o demasiado intelectual, y brinda al lector, sin freno ni pudor, todo lo que nos gusta de los comics como estos, los que siempre -incluso ya adultos- hemos leído a escondidas, los que van a dos mil por hora: sensaciones básicas e incorrección a raudales. Todo completado, irónicamente, por una edición de Autsaider Comics que reviste de lujo lumpen, con brilli-brilli sanguinolento en portada, uno de los comics más arrabaleros que hemos leído en años. Toda esa macedornia de contradicciones es lo que hace grande a Sangre americana. Lo que lo hace único.
Sangre americana
Benjamín Marra
Autsaider Comics
2015