Imagínese que su compañero de trabajo fuera más rápido, más eficiente, no se quejara y fuera capaz de corregir todos sus errores. ¿El mejor compañero imaginable o la peor competencia imaginable? Este es el futuro al que se abocan las economías occidentales, según los expertos. Un mundo en el que habrá menos trabajo para repartir entre las personas…
Es posible que no esté familiarizado con el concepto de la Segunda Era de las Máquinas (Second Machine Age en inglés). Pero se trata de una tendencia económica global que ya ha empezado (lleva desarrollándose ya años) y que va a suponer para las sociedades una revolución tecnológica, cultural y social solo comparable a lo que fue en el siglo XVIII la revolución industrial.
La Segunda Era de las Máquinas no es sino el avance técnico y científico asociado a una evolución creciente y un desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, así como de la robótica. Hace 15 años nuestros móviles eran solo un teléfono inalámbrico. Hoy son smartphones, ordenadores con una potencia de computación mayor que la que ningún superordenador de hace dos décadas siquiera pudo soñar. Los avances en estas tecnologías no son lineales, sino exponenciales, y la mayoría de los expertos coinciden en que solo estamos en los primeros pasos de una nueva era que se impondrá durante los próximos años.
Eso creen al menos los asistentes al último Future Trends Forum (FTF) organizado por la Fundación Bankinter, un think tank centrado en analizar y explorar las tendencias de futuro y sus implicaciones en la sociedad y la economía. En esta última edición, con el foco puesto en la Segunda Era de las Máquinas, algunos de los mayores expertos mundiales en economía del trabajo, tecnología, etc analizaron las posibles consecuencias de esta revolución inminente en el empleo a nivel mundial.
Aunque desde la Segunda Guerra Mundial la industria mundial ya emplea alguna clase de robot para sus procesos productivos, lo cierto es que en ningún momento de la historia como ahora se habían utilizado tantos. Hay, según cálculos hechos públicos en el FTF, unos 250.000 robots trabajadores actualmente en el mundo. Y la cifra crece el orden de un 25% anual (ver vídeo inferior).
Coworkers y wearables
El trabajo del futuro se parecerá bastante a esto: Un empleado de una empresa manufacturera de alto valor añadido (por ejemplo una factoría de automóviles) es capaz de ensamblar él solo gran parte de las piezas del último modelo de coche ecológico en una sola jornada de trabajo. Pero no lo hace solo. Lo hace ayudado de su compañero Siemens 100-B, un robot que trabaja codo con codo con él y le permite culminar su trabajo con más precisión y rapidez.
El ejemplo (ficticio) de Siemens 100-B anticipa una de las tendencias que los expertos presentes en el último FTF creen que serán imparables. Los humanos trabajaremos (y será cada vez más frecuente) con máquinas capaces de interactuar de forma ágil y efectiva con nosotros. Los avances en robótica, inteligencia artificial y computación permitirán en pocos años que los coworkers se generalicen y disparen la productividad de las empresas y sectores que abracen estos nuevos empleados no humanos, como a finales de los 80 los ordenadores incrementaron la productividad de la economía allí donde se iban instaurando (finanzas, seguros, medios…).
En paralelo a los robots coworkers hay líneas de desarrollo para generalizar también los robots wearables (vestibles). Es decir, equipos robóticos que los humanos pueden ponerse encima o controlar de forma que afinan y mejoran sus propios movimientos. Esto no es ciencia ficción, ya que este tipo de robots ya se usan desde hace años en sectores como la medicina (robots cirujanos que, controlados por un cirujano humano incrementan su efectividad y limitan los errores).
El trabajador industrial del futuro, tal y como muestra este artículo, vestiría un exoesqueleto robotizado de alta tecnología. Con él no solo sería más preciso, fuerte y rápido, sino que sentiría una menor fatiga y podría trabajar, sin fatiga, en posturas y posiciones agotadoras para un trabajador humano sin estos wearables. El potencial de estas tecnologías para incrementar la productividad (que al final resulta en más y mejores productos y servicios a un menor coste) es casi infinito.
Las máquinas no salen gratis
Pero todos estos avances y esta segunda revolución industrial no saldrán gratis. Los aumentos de la productividad supondrán por un lado una desconocida capacidad de producir nuevos objetos y servicios; pero también supondrá que una buena parte de los trabajadores de aquellos sectores más directamente afectados por la introducción de la maquinaria, la inteligencia artificial y la robótica perderán sus empleos. Al menos esto es lo que esperan los expertos menos optimistas. Otros piensan que a los viejos empleos les sustituirán nuevos empleos en sectores poco desarrollados ahora o incluso nuevos (hace 50 años era símplemente inimaginable un trabajo como el del community manager).
¿Y qué empleos serán los más afectados por esta revolución? Aunque reconocen que es difícil predecirlo, los expertos apuntan por ejemplo a sectores como la logística o el transporte, entre otros. No es por casualidad: Google lleva años ensayando cada vez con más éxito un modelo de coche automático. Si esta tecnología acaba siendo lo suficientemente buena y barata, el potencial desempleo entre transportistas, conductores y chóferes podría ser masivo. Y es solo un ejemplo, porque cualquier sector en el que la clave para que las máquinas tengan «éxito» es que sean capaces de identificar los patrones. ¿Tiene su puesto de trabajo unos patrones claros?