Toca hablar de agentes secretos. Se estrena la última de James Bond. Así es como siempre la llamamos cuando quedamos para ir al cine: «Creo que ya han estrenado la última de James Bond». Dice mucho de sus películas. Primero que tienen personalidad propia. Y segundo que son muchas. Y que la fórmula funciona, porque si no fuera así dejarían de hacerlas.
Hay muchos especiales estos días en los periódicos sobre el agente 007 y es difícil ser original. No lo voy a ser. Hoy vamos a poner la lupa en el auténtico James Bond, el que existió en la realidad. Porque sí, un señor llamado James Bond ya estaba y era antes de las novelas. ¿A quién no le gustaría llamarse así?
JAMES BOND (1900-1989) nació en Filadelfia, como el Príncipe de Bel Air, pero en vez de viajar a Los Ángeles con sus parientes ricos se interesó por la historia natural. Parece que fue gracias a que muy jovencito acompañó a su padre al delta del río Orinoco. Tras estudiar en Inglaterra y volver años después a Filadelfia, en cuanto tuvo una oportunidad para estudiar la naturaleza no la desaprovechó. Se enroló en una expedición al Amazonas organizada por la Academia de las Ciencias Naturales.
Como un tuitero actual, se interesó por los gorjeos de los pájaros y aves y eso le convirtió en ornitólogo. Se especializó en las aves caribeñas, que sin duda eran las que más habían llamado su atención, y publicó sus trabajos en su obra cumbre: Pájaros de las Indias Occidentales, publicado por primera vez en 1936.
Y aquí aparece Ian Fleming, el escritor de las novelas de espías sofisticados. Además de juntar letras, palabras y frases, Fleming era un aficionado a observar las aves. Como había vivido en Jamaica (esto explicaría muchas escenas de sus libros) conocía el libro de Bond, y le llamó la atención su nombre. Y en una de esas decisiones que se toman sin saber las consecuencias, escogió su nombre para el protagonista de Casino Royale, su primera novela sobre un espía británico al servicio de su Majestad. Fleming confesó que buscaba un nombre muy corriente y nada llamativo.
El escritor le pidió permiso a su admirado ornitólogo y éste dijo que no había ningún problema. Años más tarde, en una carta dirigida a la mujer de Bond el ornitólogo, Fleming confesó lo siguiente: «Pensé que ese nombre breve, poco romántico, anglosajón y, a pesar de todo, muy masculino. Y así nació el segundo James Bond».
En la que en 2002 fue «la última de Bond» llamada Muere otro día, el personaje de 007, interpretado por Pierce Brosnan, examina el libro Pájaros de las Indias Occidentales, aunque no se llega a ver el nombre del autor. Probablemente para que no se abriera un agujero en el telar espacio-tiempo. Y durante las novelas y películas aparecen todavía con frecuencia guiños a la ornitología y a las aves. Ya sabemos todos que el agente secreto James Bond es un pájaro de cuidado.
Fleming y Bond, el ornitólogo se conocieron en la vida real. En 1964 le regaló un ejemplar de su novela Sólo se vive dos veces con la siguiente dedicatoria: «Para James Bond, del ladrón de su nombre». Me los imagino juntos, bebiendo y riendo sobre la paradoja que el nombre de un tranquilo observador de aves se convirtiera en uno de los hombres más osados, sofisticados, mujeriegos y mortales de la ficción. Y la esposa del ornitólogo, sonriendo a su lado, misteriosa, espectral.