El anuncio de defunción de Convergencia Democrática de Cataluña y su reconversión en “un partido nuevo” que sus patrocinadores llamarán “Democràcia i Llibertat” hecho oficial el lunes y refrendado el martes por su coordinador general, Josep Rull, significa, según numerosos testimonios recogidos por SABEMOS, el “más espectacular caso de cinismo político que se recuerda” en España, desde que murió Franco y empezó la llamada Transición.
Se trata de una huída adelante sin precedentes, un intento de borrón y cuenta nueva del inmenso lastre de basura que arrastra la formación pujolista, con sus sedes embargadas por estafas detectadas por Hacienda, buena parte de sus figurones metidos en apelaciones para evitar la cárcel, acusados de robo, timos, cobro de comisiones ilegales y toda suerte de atropellos al contribuyente, incluido el catalán.
Para mayor chirigota, el mismo día de la proclama de Rull, TV3 programó un amplio reportaje sobre “el asunto Roldán (el ex director convicto de la Guardia Civil) y otros casos de corrupción en España”. Por supuesto, el canal independentista, pagado por todos los ciudadanos, no incluyó los que conciernen a Cataluña, ganadora hoy en esa actividad por goleada, tal vez porque para sus sectarios empleados ya no forman parte de la entidad nacional común.
Madrid-Cataluña: periodismos dispares
¡Cuánto tienen que aprender los medios informativos catalanes de los de Madrid en materia de ética profesional y de servicio a los lectores…! Los de la capital fueron destapando a lo largo de lustros las Filesas, Gürtel, ERES y demás porquerías que componen la larga Tangentópolis vivida por España, hasta sacar los colores a los principales partidos del Estado y llevar a no pocos implicados ante los Tribunales, y hasta a prisión. Después, hubieron de ocuparse también de los detritos catalanes y forzaron a que, finalmente, los de esa Comunidad se hicieran eco de ellos. Aunque bajito, disimulando, poniendo sordina. Evitando investigar, no fuesen a encontrarse con lo que ya sabían, y procurando cuestionar la montaña de mierda revelada como parte de la “habitual campaña anti de los mesetarios”.
Gracias a esa descarada servidumbre mediática catalana a una burguesía corroída por un absurdo complejo de inferioridad respecto a lo que es Madrid, emboscado, por cierto, tras unas ínfulas de superioridad igualmente sin sentido, hoy su opinión pública no dispone de los datos más contundentes de su picaresca (eufemismo suave) expuestos con objetividad y “opinados” con equilibrio. Ha sido mediatizada, antes, durante y después, por rencores al concepto mismo de España, prefabricados al socaire de esa adocenada burguesía, que se da aires de grandeza cuando no pasa de ser de una pretenciosa medianía intelectual y más paleta cada año a fuer de sectarismo.
Lo advirtió Joseph Puilitzer, un excelso teórico sobre lo que son las relaciones entre aquello que se publica y la sociedad a la que se destina: “Una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico”. Yo añadiría, en disculpa y justificación de los catalanes de base, que desinformado por una intoxicación permanente.
Los medios de Madrid pueden ser escandalosos, frívolos a veces, gritones en el peor de los casos. Pero no conozco hoy apenas ejemplo de uno de capital privado que se venda o alquile al poder como lo hacen los catalanes por amor a las subvenciones y a otras múltiples prebendas que les brindan la Generalitat y ciertos lobbys secesionistas. Rectifico: alguno hay, pero es excepción, no regla. Allí, en el norte occitano, la cosa es al revés: uno, cierto que importante, ha recuperado la sensatez y vuelve a expresarse con mesura. Se trata de “La Vanguardia”. El antiguo diario de cabecera de la burguesía ilustrada y catalanista es ahora duramente criticado por los dispuestos al motín. Para los enloquecidos, recuperar la cordura equivale a renegar. Descartando el tiro y las bombas, actúan parecido a los fundamentalistas islámicos.
¿Es cultura el sectarismo?
En ese paleto antagonismo contra el castellano y su ámbito geográfico natural han conseguido crear un problema político del tamaño de un Himalaya de lo que sólo era un superable complejo de identidad, un resentimiento permanente por la no capitalidad de Barcelona (que para ellos equivale a una subordinación a la africana Castilla) y un menosprecio a las libertades y derechos de autoadministración que sólo han logrado en su historia real merced a la Constitución de 1977, aprobada con parecido entusiasmo por ellos como por el resto de España.
Ahora, tras situar al frente de todas las instituciones a catalanistas reconvertidos en soberanistas y pervertir la función de la Prensa otrora libre, han logrado que sólo el pensamiento único secesionista tenga cauces de expresión. También fue Pulitzer quien diagnosticó: “Las naciones progresan y decaen a la vez que lo hace su prensa”. Sabía, sin duda, de qué hablaba. Si Cataluña se pretende nación, sus medios la están llevando de cabeza a la irrelevancia.
Pero empieza a sonarme tan a broma la situación creada por Arturo Mas y su banda -con ese independentismo de última hora que busca como única prioridad hurtar sus cuerpos al amenazador horizonte penal ganado a pulso a base de saquear el país- que prefiero la feliz definición que un día se le ocurrió al mesetario Paco Umbral: “El periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno, inquieto”.
El que hoy maneja el ámbito catalán es tramposo con ganas. No sé si las putas estarán advertidas, pero, desde luego, los ciudadanos, de avisados, poco. Y la Generalitat bien tranquila puede estar, al mantenerlo pastando en el inmenso pesebre que ha montado. La prueba del algodón de lo que digo serán los comportamientos y actitudes que sigan a esa “refundación” de CDC en “Democràcia y Llibertat”. Tanto aquí como allende las fronteras a lo que salga de ese enjuague se le conocerá por algo así como PMCA (Patio de Monipodio de los Catalanes Auténticos)
¡Qué cinismo de macarras verbeneros!