Cuando a Immanuel Kant le preguntaron por la memoria y la trascendencia histórica, no tuvo dudas: “¿ Qué recuerdo queda de los hombres? Una hora de trabajo para el marmolista”. Eso es un filósofo. Allá por el siglo XVIII, era imposible imaginar que décadas más tarde los marmolistas serían tuiteros que esculpirían la historia a golpe de 140 caracteres, aunque la memoria solo tendría un recorrido vital de apenas unas horas. 3 siglos más tarde, Immanuel Kant ha sido TT.
Cuando alguien se convierte en TrendingTopic suele ser por dos cosas: o porque ha muerto, o porque ha hecho algo muy bueno o muy malo, especialmente esto último, porque ya sabemos la tendencia del personal a hacer leña del árbol caído o a medio caer. A veces uno se encuentra con heroicidades como que Pío Baroja se convierte en TT por la publicación de un libro suyo, Los caprichos de la suerte , o que Miguel de Cervantes vuelve a la actualidad por una nueva revisión de su Don Quijote de la Mancha.
Este viernes, cuando vi a Kant en la primera posición de la lista tuitera supe que algo no iba bien. Alguien la había liado, pensé, y aunque no suele ocurrir a menudo, esta vez no me equivoqué. Fue durante un debate entre Albert Rivera y Pablo Iglesias. El primero hizo un “Sofía Mazagatos” diciendo que seguía a Kant pero que no lo había leído, y el segundo vio hueco para adelantar y recomendó un libro de Kant cambiándolo de nombre. Todo muy de comedia sitcom, muy de club de la comedia.
No sé que les pasa a nuestros políticos. Y me preocupa porque lo que les suceda a ellos, repercutirá en nosotros. En cuanto huelen a campaña electoral les da por mostrarse como no son, lanzarse a la carretera y simular ser una mezcla de Michael Landon en La Casa de la Pradera y del enrollado Will Smith en El Príncipe de Bel-Air. Y no hay término medio. Desde que nuestros políticos descubrieron que Obama bailaba y contaba chistes en los programas de televisión, es como si hubieran visto a Dios. Y desde entonces, aquí estamos asistiendo al espectáculo, no siempre divertido, que nos ofrecen: juegan al baloncesto, bailan break dance, posan en las revistas emulando a Steve McQueen, retransmiten en la radio un partido de futbol, cocinan con Bertín Osborne, salen de la ducha en presencia de Ana Rosa Quintana, cuentan chistes, tocan la guitarra, conducen su moto al estilo James Dean…. Todos sintiendo la imperiosa necesidad de aparentar ser normales, como si supieran que no lo son.
Como cambia la vida. Hemos pasado de guardar las apariencias, a exponerlas sin el mínimo pudor, con el descaro que dan las ganas de agradar, aunque algunas veces aparezcan empujadas por la ignorancia el mundo no sería igual sin las apariencias. De hecho, nosotros tampoco lo seríamos. Por quedar bien, por aparentar lo que no es, el personal hace lo inconcebible. No hay límites para la imaginación como tampoco los hay para hacer el ridículo. Ya lo dijo Kant: “Nada es más contrario a lo bello que lo repugnante, así como nada cae más por debajo de lo sublime que lo ridículo”. A veces sale bien. Otras sencillamente sale y peta Twitter.
¡Quién no lo ha hecho alguna vez! De hecho, nos pasamos el día haciéndolo. De no ser así , el escritor y psicólogo Anthony de Mello se hubiera ahorrado la frase: “¿En qué crees que gasta su vida la mayoría de la gente? ¡En impresionar a los otros!”, el mismo que dijo una de las mejores frases que define las mejor de las estrategias: “No «arregles» nada. Deja que todo siga su curso y se resolverá todo”. Lo tienen fácil Rivera e Iglesias: que no hagan nada, en dos días estará olvidado. Es lo que dura la memoria de la lapidación tuitera / mediática. Si acaso que lean a Kant. Hoy las librerías están abiertas. Al menos que todo el espectáculo sirva para algo.
Estas anécdotas siempre son fructíferas y nos ayudan a todos a culturizarnos un poco más. Seguro que más de uno se lanzará a las librerías a comprar un libro de Kant, el que sea. Es curioso como la cultura siempre renace en situaciones de sequía económica, social, política y moral. Estos últimos días, en plena resaca de los atentados yihadistas del 13-N y como muestra de rebeldía ilustrada, en Francia se ha vendido hasta agotarse el libro París era una fiesta de Ernest Hemingway . Para que algunos necios crean que la cultura no da votos y por eso consideren inocuo maltratarla, manipularla y vilipendiarla, pensando que no tendrá consecuencias en el electorado. Pues las tiene, y muchas. Quizá sean lentas y casi imperceptibles a primera vista, pero la tiene.“La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que su naturaleza es capaz”, Kant dixit. Para que vean si cunde o no leer.
Pero no dramaticemos, tampoco se trata de crucificar a nadie en la plaza púbica porque dos líderes políticos no hayan leído a Kant. No creo que muchos lo hayan hecho. Esto pasa como con Don Quijote de la Mancha: aquí todo el mundo lo ha leído, y muchos incluso se descuelgan diciendo que lo están releyendo.
Seamos comprensivos. Seguramente, tanto Rivera como Iglesias leyeron antes a Maquiavelo que a Kant, e hicieron suyo aquello de que “todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres”. O se quedaron antes con el axioma de Aristóteles y lo aplican como si no hubiera mañana: “Los dialécticos y los sofistas, en sus disquisiciones, se revisten de la apariencia de filósofos”.
Mucho más grave que no leer a Kant me parece el disculpar a un impresentable, lo que mi abuela llamaría un bobo de babero, que difama e injuria a un oponente político insinuando con gestos y comentarios que el contrario consume cocaína. Algunas personas aparentan lo que son, aunque vayan de profesores universitarios.
A Albert Rivera y a Pablo Iglesias les pasó como a muchos libros, en palabras del propio Kant: “Más de un libro habría sido mucho más claro si no hubiera querido ser tan enteramente claro”. Aunque no puedo por menos que imaginarme lo que les hubiera dicho el filósofo prusiano. Y lo he encontrado. “Con las piedras que con duro intento los críticos te lanzan, bien puede erigirte un monumento”
Eso sí, prepárense para muchas más apariciones estelares, al menos hasta el 19 de diciembre, día de la jornada de reflexión, que esperemos respeten. Como dijo el propio Kant: El mayor placer, sin mezcla de fastidio, es el descanso”. El 20 D descansaremos de falsas apariencias. O no…