Hace unas semanas hablé de cómo el lenguaje médico a veces puede generar desconfianza o distanciamiento . Realmente como cualquier campo específico necesita de un lenguaje propio para definir circunstancias específicas de la profesión. Analizar el lenguaje médico tiene una parte donde se mezcla ciencia con historia, que es estudiar de dónde procede el nombre de las enfermedades.
Existe un chiste que cuenta que un hombre va al médico y le dice:
– Siento comunicarle que tiene usted la enfermedad de González.
– ¿Y es grave?
– No sabría decirle, señor González.
El chiste comete un error, puesto que, para ser la enfermedad de González, el médico tendría que llamarse González, no el paciente. Todos conocemos la enfermedad de Alzheimer, llamada así en honor del médico Alois Alzheimer, pero ignoramos el nombre de Auguste Deter, que fue la paciente que le sirvió para describir el trastorno.
Pocas enfermedades son conocidas por el nombre del individuo que la padeció, salvo que éste fuera famoso, como la enfermedad de Lou Gehrig, que es un sinónimo de la esclerosis lateral amiotrófica o ELA. Lou Gehrig fue un jugador de béisbol del equipo de los Yankees que en 1939 tuvo que retirarse por sufrir esta patología, actualmente conocida por ser parecida a la que sufre el físico Stephen Hawking. El hecho de que la costumbre sea poner a la enfermedad el nombre del descubridor tiene el problema de que la misma enfermedad puede tener diferentes nombres en distintos países por deferencia a algún científico nacional que la ha estudiado o simplemente porque en cada país la han descrito diferentes médicos o porque en su momento se pensó que no era la misma enfermedad. Esto crea una fuente de ambigüedad. La misma ELA suele llamarse enfermedad de Charcot en Francia. El bocio tóxico se denomina enfermedad de Graves en Gran Bretaña y Estados Unidos, y enfermedad de Basedow en el resto de Europa.
Otras veces las apropiaciones son indebidas. La enfermedad de Tourette es un síndrome neurológico caracterizado por tics físicos y vocales, conocida porque los pacientes sufren crisis, en la cuales pueden emplear un vocabulario soez. Fue descrita en 1825 por Jean Marc Itard a partir de las observaciones sobre el trastorno que presentaba la marquesa de Dampierre. Charcot (sí, el del párrafo anterior, uno de los más reputados neurólogos de su tiempo) bautizó el síndrome con este nombre en honor a uno de sus discípulos que se interesó por el tema, pero la realidad es que ni Tourette ni Charcot examinaron nunca a la paciente a partir de la que se describió la enfermedad y se basaron en las descripciones de Itard.
A veces la denominación puede ser muy larga si son varios los médicos que hacen la descripción, como el síndrome de Charcot-Marie-Tooth o la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob. En la actualidad, los nombres tienden a explicitar los síntomas, lo que hace que sean muy extensos y obliga al uso de acrónimos; por ejemplo, CADASIL (lo que sufría el personaje de Belén Rueda en la película Mar adentro) es un acrónimo de la descripción en inglés Cerebral Autosomal-Dominant Arteriopathy with Subcortical Infarcts and Leukoencephalopathy, que traducido sería arteriopatía cerebral autosómica dominante con infartos subcorticales y leucoencefalopatía.
A veces los nombres marcan y por eso se cambian. En su origen, el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida, AIDS en inglés) se llamó GRID (Gay Related Inmunodeficiency, inmunodeficiencia relacionada con los gays), lo que se tuvo que cambiar cuando se vio que aparecían casos en gente que no era gay. El nombre era manifiestamente incorrecto, ya que daba a entender que sólo los homosexuales podían sufrir esta enfermedad, lo que no era cierto, al margen de que destilaba una evidente homofobia. A la lepra, una enfermedad que siempre ha sido considerada una lacra social, ahora se le suele llamar enfermedad de Hansen en honor al descubridor de la bacteria causante y no suena tan a Ben-Hur o a castigo divino lo de decir que sufres lepra, sustituido por el más frío y aséptico sufrir la enfermedad de Hansen. Y es que en medicina, como en la vida, todo nombre tiene una historia detrás.