Mariano Rajoy

Mariano Rajoy llevaba inscrita la grandeza en el rostro desde niño...

Hay hombres que son mayores que su nombre, incluso que su leyenda. Hay hombres tan grandes que haría falta todo el mármol de Carrara para cincelar sus viriles y peludos testículos. Hay hombres tan grandes que desafían a la lógica, a la gravedad y al entendimiento humano. Hombres que han nacido para liderar las Españas, para ondear la gran bandera de la libertad y llevarnos a puerto seguro, sin importar lo que el rojerío podemita pueda pergeñar.

Ya de pequeño llevaba la grandeza inscrita en la mirada...

Hay hombres tocados por la Historia y el destino. Y todos ellos hincan la rodilla ante Mariano Rajoy Brey (Santiago de Compostela, 27 de marzo de 1955), cuya innegable capacidad como pastor de hombres y capitán de las esforzadas personas normales le vino dada desde la cuna.

Su padre, Mariano Rajoy Sobredo, magistrado, presidente de la Audiencia de Pontevedra durante muchos años, guió con mano firme y generosos envíos de ancas, perniles, piernas y demás productos porcinos los estudios de sus hijos. Que se sepa, poco tuvo que ver en que su hijo mayor aprobase la oposición de registrador de la propiedad a la primera y después de tan solo un año de estudios, convirtiéndose con solo 23 años en el registrador de la propiedad más joven de España. Es obvio que la grandeza y las capacidades de mariano eran tan grandes que pudo pasar ese verano antes de las oposiciones veraneando con la familia en Sanxenxo sin mayores problemas. No se conoce una chaqueta de Mariano con coderas, ni un zapato que haya necesitado medias suelas. El talento natural no requiere de esfuerzos.

Una mínima parte de ese talento fue a parar a sus tres hermanos, que sacaron otras dos oposiciones a la propiedad y una notaría en sendos exámenes, sin duda bajo el influjo de la grandeza del hermano. Pero esa innata capacidad para la defensa de la ley deberá ser estudiada por genetistas de renombre, no por este humilde observador.

Pese lo que pese a sus críticos y a los que le acusan de sobrecogedor, no hay avaricia ni ánimo de lucro en Mariano Rajoy. ¿Cómo podría haberla? Siendo registrador de la propiedad de una localidad costera, tan solo tenía que sentarse y, con un leve giro de muñeca, ganar un pastizal. Pero Mariano, de alguna forma, sentía que ese giro de muñeca era, quizás, demasiado. Así que optó por algo que le permitiese ahorrar energías para un futuro brillante y estremecedor que aún no lograba entender del todo. Pero Dios, la Historia, el Destino, los hados y Pikolin le mostraron el camino, según sus propias palabras:

“En 1981, yo tenía 26 años y era registrador de la propiedad en Padrón. Acababa de volver de la mili. Me pidieron los amigos que me afiliara a Alianza Popular, y que fuera de «relleno» en una candidatura. Me aseguraron que no saldría. Pero AP tuvo unos resultados espectaculares en Galicia y salí diputado., Yo quería dimitir. Me insistieron mucho, que no lo hiciera. Y seguí. Luego me ofrecieron ser Director General de la Xunta. Yo me resistía, porque lo mío era el registro… Al poco tiempo, AP había asignado a uno para presidente de la Diputaciòn de Pontevedra, pero no apareció, y era el último día de plazo para presentar la lista. Además, habían convocado una rueda de prensa, y tal… le buscaron por todas partes sin dar con él. Y agobiados, acudieron a mi. total, que con 28 años me convertí en presidente de la Diputación sin haber movido un dedo”

No hace falta añadir mucho más. Mariano Rajoy cayó dentro del río del destino y surfeó como los bravos y los valientes las peligrosas cataratas del tardofranquismo, haciendo las mínimas concesiones que se debían a la familia y a la herencia, siempre con el objetivo de alcanzar el nirvana de la inacción, el mantra suntzuiano de oponer el vacío al lleno, en la certeza de que antes o después lograría el estatus de divinidad que antes que él alcanzase su protector, José María Aznar Llopis.

Pequeñas concesiones a la herencia recibida...

Ya en su etapa ministerial, este redactor tuvo la oportunidad de estrechar Su mano –siendo Mariano Rajoy un humilde ministro de Cultura, cargo muy inferior a sus capacidades, y este redactor un becario de ABC-, y lo que hasta entonces había sido solo una extremidad –la mía—de dedos cual manojos de pollas, se transformó de pronto en una increíble máquina de teclear. Hasta hoy solo soy capaz de escribir los artículos con la derecha, siendo la izquierda una mano torpe y deshonesta en la que los dedos se apuñalan unos a otros, e intentan ir cada uno en direcciones opuestas.

De lo que sucedió después, de sus muy inmerecidas y consecutivas derrotas contra José Luis Rodríguez Zapatero en sendas elecciones, de su ascenso al Palacio de la Moncloa y de su batalla final contra el podemío, el conejito de Duracell naranja y el Bello Sánchez, no he de decir nada. Demasiado reciente en la memoria está. Quizás en otro momento, con más calma, podamos meditar sobre las aportaciones históricas y culturales del hombre que nos enseñó a distinguir entre sí los elementos del menaje del hogar (un vaso es un vaso y un plato es un plato), que supo indicarnos la grandeza de la tierra que pisamos (España es un gran país y tiene españoles), que comprendió enseguida la inmutabilidad del ser (Valencia siempre fue Valencia) o que lleno de grávitas nos hizo comprender la importancia del tiempo correcto en política (Las decisiones se toman en el tiempo de tomarse). Si así lo solicitan los lectores de Sabemos en los comentarios, regresará don Mariano a este espacio. Mientras tanto, y a riesgo de que inadvertidamente se mezcle en su memoria este eslogan de campaña del Partido Popular con un SMS que inventó sin duda el muy trasvestido director de un diario, les dejo con la única frase que deben recordar de este artículo.

Y punto.

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