Por mucho que numerosos y bienintencionados pseudofilósofos y otros coach de la vida se empeñen en motivarnos y levantarnos la autoestima afirmando cosas tan poco empíricas como que “nada es imposible”, “lo único imposible es aquello que no intentas” y perogrulladas por el estilo, tenemos que afrontar la cruda realidad y las leyes de la naturaleza, y aceptar que hay cosas imposibles, o por lo menos lo bastante inútiles y absurdas como para ni siquiera plantearnos perder el tiempo (y posiblemente la vida) intentando hacerlas. Por ejemplo, respirar bajo el agua sin el equipo apropiado, intentar vencer la gravedad con la mera fuerza de nuestro deseo, parar balas con los dientes o ponerle puertas al campo. Y esto último es lo que parece que se ha propuesto Ada Colau esta semana al afirmar que “Si no queremos ser Venecia, algún límite de carga del turismo habrá que poner en Barcelona. Podemos crecer más, pero no sé hasta dónde.”
Nada más lejos de mi intención que el criticar las palabras de la (todavía) futurible Excelentísima Señora Alcaldesa de Barcelona de manera gratuita y en vacío. No. Prefiero analizar las estadísticas turísticas de la ciudad de Barcelona desde 1990 hasta la actualidad para poder discernir si nos enfrentamos a una burbuja turística similar a la inmobiliaria debida a los recientes records de afluencia de viajeros a la capital catalana, tal y como teme Colau. Es obligatorio destacar que estas impresionantes estadísticas turísticas son achacadas por muchos agoreros y politicuchos de medio pelo a la famosa Primavera Árabe, que recordemos, comenzó en 2010.
Aclaro aquí y ahora que Ada Colau no ha dicho nada de que esta prosperidad turística de Barcelona sea consecuencia de la Primavera Árabe. Tampoco quiero atribuirle palabras que no han salido de su boca, pero es una frase que los que conocemos el sector, llevamos escuchando un tiempo. Cierto es que el turismo en España se ha visto beneficiado por los conflictos políticos que han tenido lugar en nuestros vecinos africanos, pero no todo el crecimiento turístico tiene que ver con ello. No se puede asumir que es todo mera confluencia de factores externos a las estrategias y planes de promoción turística locales, en este caso de la ciudad Condal, y desestimar el duro y extraordinario trabajo que los profesionales de Barcelona Turisme llevan realizando desde hace ya más de dos décadas. El locus de control externo no es siempre buen consejero: es como afirmar que la alineación de Júpiter y Saturno con la constelación de Acuario es lo que ha hecho que candidatas como Colau, Oltra y Carmena hayan conseguido tan magníficos resultados en las elecciones. Es decir, no tomar en consideración el enorme cabreo de la ciudadanía con los partidos políticos “clásicos” y la esperanza de un nuevo comienzo más óptimo para el trabajador medio, atribuyendo el resultado de las elecciones municipales al azar.
En el auge del turismo influye la Primavera Árabe, pero también la excelente imagen de marca de Barcelona
No es tan sencillo. En el crecimiento de las estadísticas turísticas influyen factores como la Primavera Árabe, sí, pero también la excelente imagen de marca de Barcelona en el extranjero, las numerosas conexiones aéreas disponibles desde la mayor parte de los aeropuertos europeos, la impecable promoción que se realiza desde los organismos oficiales, la gran profesionalidad de los empleados del sector, la altísima calidad de los servicios, el clima, o la riqueza cultural de la ciudad, son algunos de estos factores a tener en cuenta.
Como mencionaba anteriormente, veamos la evolución del número de visitantes a Barcelona en los últimos 24 años: en 1990, Barcelona recibió 1.732.902 turistas; en el 2000 esa cifra inicial, bastante modesta, creció hasta los 3.141.162. Casi el doble en 10 años. En 2009, los visitantes eran 6.476.033. Repito que la Primavera Árabe comenzó en 2010, por lo que podemos asumir que este crecimiento se debe a factores como los enumerados más arriba y no a la suerte o a problemas políticos incontrolables. Por último, en 2014 Barcelona recibió 7.874.941 turistas. Desde 1990 la ciudad ha crecido de manera sostenida, desde una cantidad que no llegaba a dos millones, hasta los casi ocho millones de turistas que recibe en la actualidad. Por supuesto, las Olimpiadas del 92 tuvieron mucho que ver en este boom turístico, pero no es todo debido a ellas. Barcelona supo aprovechar a la perfección el escaparate global que supone la celebración de unas olimpiadas.
¿Tiene la ciudad capacidad para crecer más? Para encontrar una respuesta, necesitamos preguntarnos si existe un plan de crecimiento sostenible que contemple incentivar la creación de nuevos establecimientos turísticos en zonas que, en la actualidad, no reciben la misma afluencia de visitantes y que sin embargo, cuentan con recursos de interés para su promoción. Barcelona es, posiblemente, la ciudad española mejor posicionada en el extranjero. Es muy difícil viajar fuera del país y que al decir que eres español, no te pregunten: “¿De Barcelona?”. Tal vez ha llegado el momento de diversificar la oferta viajera ofreciendo nuevas experiencias que capten nichos de mercado todavía inexplorados o que se dirijan al viajero repetidor y que a la vez, sirvan para desarrollar zonas menos conocidas, creando mayor prosperidad económica en las mismas. Es un truco que a ciudades como Nueva York o París, les está funcionando bastante bien.
Una opción para crecer es desestacionalizar la demanda fomentando el turismo en temporada baja
Otra opción es la desestacionalización de la demanda fomentando los viajes al destino en temporada baja. Barcelona cuenta con un clima agradable durante prácticamente todo el año, hacer un mayor hincapié en el desarrollo de actividades de ocio y cultura en temporada baja, e insistir en las infinitas posibilidades de la ciudad como destino para una escapada invernal, es prácticamente obligatorio para este destino.
Por otro lado, según cifras de IDESCAT (Instituto de Estadística de Cataluña), si sumamos la capacidad de hoteles de entre 1 y 5 estrellas y la capacidad de hostales y pensiones, Barcelona contaba en 2014 con 75.592 plazas hoteleras, siendo la ocupación media anual de aproximadamente el 64%. Si las matemáticas siguen siendo una ciencia exacta y mis cálculos no fallan, me da que todavía hay posibilidad de crecimiento.
¿Es posible una burbuja turística? He comenzado diciendo que por supuesto hay cosas imposibles, ésta no es una de ellas. Es perfectamente posible que la sobreexplotación de los recursos turísticos tenga como consecuencia un descenso de las cifras de visitantes, o que la normalización política de los países norteafricanos resulte en un descenso del total de viajeros. Sin embargo, una ciudad como Barcelona tiene la capacidad de seguir creciendo y desarrollando la industria turística de manera sostenible y escalonada. Ada Colau tiene la mejor de las intenciones al preocuparse del bienestar de los habitantes de los barrios más turísticos de la ciudad, y es obvio que serán necesarias medidas que alivien las molestias que sufren estos vecinos sin afectar a los buenos resultados turísticos. Esto también será parte de su cometido en caso de proclamarse Alcaldesa de Barcelona. Pero, señora Colau, el turismo no se contiene, se planifica.
Foto: Ricardo Patiño en Flickr