La expresidenta de la Comunidad de Madrid dedica el grueso de su libro, recién publicado, a criticar con dureza la gestión y el modo de entender la política del actual Jefe del Ejecutivo. Denosta su desprecio por la comunicación, que no afronte las batallas ideológicas y su política económica. También crítica los episodios «lamentables» que precedieron a su reelección como presidente del PP en 2008, cuando ella amagó con disputarle el puesto.
Esperanza Aguirre asegura que ha sido su editora la que ha elegido el título de su ensayo político, Yo no me callo, pero a ella se le ve más que satisfecha con la designación. Inlcuso bromea con que la segunda parte podría denominarseAhora sí que no me callo. La obra, publicada ayer, es un análisis de la crisis que vive el PP y un compendio de las medidas que a su juicio debe tomar para atajarla. Aunque evita poner el foco en personalismos, realiza un crítica contundente y sin contemplaciones de la gestión de Mariano Rajoy y de su modo de entender la cosa pública, opuesto por completo al suyo.
Las casi 350 páginas del libro están plagadas de enmiendas a esos postulados y de llamamientos a virar el rumbo. Rajoy es el personaje más citado (55 veces), junto a José Luis Rodríguez Zapatero, ambos muy por encima del tercero (José María Aznar, 24 referencias). Y casi siempre para mal, para afearle esa conducta que Aguirre no soporta, aunque en público se esfuerce por dulcificarlo y presentar la crítica como global, más allá de hacia un liderazgo concreto. Estas son algunas de las que incluye:
1. Renovación de «personas»
La primera pulla aparece en el prólogo, en el que aboga por renovar las caras además del ideario del PP: “Se hace evidente la necesidad de llevar a cabo esa reflexión y esa renovación total de ideas, proyectos, personas y hasta imagen, si no se quiere que los ciudadanos acaben abandonándolo”. Unas líneas más adelante, Aguirre presume de que a ella se le entiende “todo”, como le reconocen hasta los “más conspicuos adversarios”. Una forma velada de cuestionar a quien se esconde en la ambigüedad e indeterminación. Y todos sabemos identificar al maestro número uno de esa retórica.
2. La tradición británica
Tras detallar su experiencia del 11M, la autora aborda las elecciones de 2004, que perdió el PP y ganó el PSOE. “La tradición británica, la que a mí me gusta de verdad y la que a mí me gustaría que imperara en España, exige que el líder del partido que pierde unas elecciones dimita o ponga su cargo a disposición de los órganos o de los militantes del partido”, escribe. A Aguirre le hubiera gustado que Rajoy lo hiciera ese mismo día, pese a reconocer que no cabe imputarle por entero la culpa de la derrota. Se eludió una “reflexión” y se instaló en el PP “la idea de que esa derrota había sido injusta y que, sin cambiar nada, podríamos ganar las siguientes elecciones”. El tiempo demostró, concluye, que fue un error.
3. Sin respuesta ante el zapaterismo
Consecuencia de lo anterior, los populares se plantaron ante temas cruciales sin un discurso claro. Así ocurrió, según Aguirre, con la Ley de Memoria Histórica de Zapatero. El PP dio respuestas “timoratas, balbucientes, acomplejadas y, con mucha frecuencia, insatisfactorias”. Con la Ley del Matrimonio Homosexual ocurrió algo similar: “A pesar de que en todo el mundo se venía hablando desde hacía decenios de regular las uniones homosexuales (…) el PP se encontró sin tener preparado un discurso alternativo”. También se equivocó, a su juicio, al recurrir esta última al TC y dar imagen de partido “homófobo”. “[Los socialistas] nos llevaron siempre a su terreno”.
4. Los «pelotas» Camps y Arenas
Tras la derrota de 2008, Aguirre fue acusada por el entorno de Rajoy y los dirigentes más próximos al presidente de mover hilos mediáticos para forzar su retirada. La lideresa narra en su libro cómo, en el Comité Ejecutivo posterior a los comicios, “todos, con Camps y Arenas en primer lugar, se dedicaron a hacer la pelota hasta la extenuación a Mariano, (…) noté innumerables miradas hacia mí, como si yo fuese la bruja piruja”. Además, Aguirre critica que el líder del PP proclamara en esa cita que “por fin, él iba a hacer su equipo, como si algo le hubiera impedido hacerlo los cuatro años anteriores”.
5. Jugada contra San Gil
Acto seguido, la concejala madrileña dirige sus disparos contra los “incidentes” que precedieron al Congreso de Valencia donde Rajoy reeditó mandato. Fueron episodios “lamentables”, destacando dos: el discurso del presidente en Elche, donde dijo “que liberales y conservadores lo que teníamos que hacer era irnos del partido”; y la jugada del aparato contra María San Gil, que se oponía a aproximarse a los nacionalistas. San Gil dejó la política tras ese choque “y la respuesta del partido fue transmitir a la prensa que María había tenido un cáncer, como si haber tenido un cáncer le nublara el entendimiento”.
6. «No le gustan los debates ideológicos»
Tras amagar con ello, Aguirre se decidió a no presentar su candidatura frente a Rajoy en el cónclave de Valencia. Y al rememorarlo aprovecha para lanzar una nueva pulla al presidente del Gobierno. “Representamos dos maneras diferentes de entender cuál debe ser la política del PP. Por nuestra formación, por nuestros orígenes ideológicos y por nuestras trayectorias, defendemos distintas concepciones de la forma que el PP debe tener. Él es un conservador, al que no le gustan los debates ideológicos, y yo soy una liberal, a la que sí me gustan esos debates”.
7. Un Gobierno con «miedo»
En 2011 se produjo el retorno del PP al poder. Y el Gobierno Rajoy decepcionó a Aguirre desde el primer día, como ella misma refleja. «Pensábamos que las medidas que adoptaría en los primeros Consejos de Ministros irían todas en la línea de los compromisos del programa electoral (…), la realidad fue que de aquellos Consejos de diciembre de 2011 salieron unas medidas que dejaron, como mínimo, muy desconcertados a los votantes y a los militantes del partido”. La subida del IRPF o no anunciar acciones contra el paro fueron asuntos que contrariaron especialmente a la lideresa. Tampoco le gustó que se retrasara la elaboración de los presupuestos por las elecciones andaluzas, dando “la sensación de que el Gobierno tenía miedo a acometer las imprescindibles reformas que la lucha contra la crisis exigía”.
8. Una comunicación «desastrosa»
Después de relatar la impavidez con que Rajoy encajó el anuncio de que dimitiría como presidenta de la Comunidad de Madrid -“la frase que más veces repitió fue ‘lo más importante en la vida es ser feliz’”-, Aguirre continúa repasando la gestión del actual Gobierno. Especial frustración le provocó la política de comunicación del Gabinete. “Rajoy podía haber comparecido con más frecuencia y con más contundencia, (…) podría haber visitado pueblos, fábricas, ciudades, universidades y todo tipo de foros, y explicado, con una pizarra, las medidas que estaba tomando”, escribe. La autora desvela también una confesión que le hizo el jefe de prensa de un Ministerio: “Me dijo que la única instrucción que tenía era que el ministro no podía salir jamás en la prensa”. Todo esto conformó “una política de comunicación que me atrevo a calificar de absolutamente desastrosa”.
9. Llamada a militantes y dirigentes
Aguirre cuestiona también la falta de conundencia ante la corrupción o el desafío secesionista catalán –lo ve causa del auge de Ciudadanos-. La “falta de garra ideológica” del PP no es seductora para el electorado, que busca alternativas. Esto lo comparten militantes y dirigentes, que en privado expresan “todo tipo de críticas y de sugerencias de mejora”, pero no lo hacen “ni públicamente ni en los órganos del partido”. “No podemos negar la realidad y vivir enclaustrados en la burbuja del partido, como, probablemente, hemos hecho hasta ahora”, concluye.
10. «Optó por la vía fácil y cortoplacista»
La lideresa no concede tregua a Rajoy ni en su política económica, aspecto del que más presume el presidente. Según Aguirre, sus recetas “además de no haber sido explicadas (…), no han dado unos resultados tan evidentes y tan contundentes como los que obtuvo el Gobierno del PP en los años noventa”. Y no lo han hecho “probablemente porque no han atacado con toda la profundidad necesaria las causas de la crisis y porque no han pretendido abordar las grandes reformas estructurales que nuestro sistema económico necesita”. “Rajoy optó por la vía fácil y cortoplacista de ponerse cien veces amarillo, la vía de subir impuestos diferir sine die las reformas más necesarias por ser demasiado impopulares. Pero diferir lo necesario por impopular es llamar a gritos al populismo. Como de hecho ha sucedido”.