Esta semana, en un acto revestido de toda la solemnidad necesaria y presidido por la presidenta Kirchner, Argentina ha presentado sus dos primeras variedades transgénicas. Soja resistente a la sequía y una patata resistente a virus.
Lo de la patata es destacable porque prácticamente no hay patatas transgénicas en el mercado. Estas dos variedades son el fruto del esfuerzo investigador y de la inversión en tecnología del gobierno argentino. El pasado mes de mayo estuve en Argentina y tuve el honor de entrevistarme con Carlos Casamiquela, ministro de agricultura y con el director general de biotecnología, que me contaron los detalles de las dos variedades y el orgullo que les suponía.
En mayo de 2015 el CONICET, máxima institución científica argentina, acababa de anunciar que había iniciado los ensayos de campo con cultivos OGM propios, concretamente soja resistente a salinidad y una patata tolerante a virus. Esta misma institución tiene ahora mismo 20 cultivos más en espera de aprobación, por lo que los productos transgénicos van a estar cada vez más presentes en los supermercados y las cocinas argentinas, y del resto del mundo.
Hay que tener en cuenta que Argentina fue el primer país del cono sur en utilizar transgénicos. El origen de los cultivos transgénicos en este país se remonta a finales de los 80, en los que Estados Unidos introdujo de contrabando una vacuna para el ganado basada en ADN recombinante e inició sin ningún tipo de autorización ni control un ensayo con animales en la población de Azul (en la provincia de Buenos Aires). Al ser descubierto el problema, el gobierno de Alfonsín, para evitar que el país se convirtiera en un banco de pruebas alegales impulsó un estricto marco regulatorio para los organismos OGM basado en tres evaluaciones independientes; impacto sobre la salud, medio ambiente y económico, por tres organismos independientes (SENASA, CONADIBIO y Ministerio de Agricultura).
Esto tuvo la consecuencia de que cuando pocos años después aparecieron los primeros cultivos transgénicos, Argentina ya tenía la legislación y el procedimiento administrativo listo, lo que facilitó su adopción en 1996. A nivel económico, Argentina, después de la crisis del 2001 y del fatídico corralito, está viviendo un periodo de cierta placidez económica y de mejoras del nivel de vida de la clase media, aunque siguen quedando importantes bolsas de pobreza. Detrás de este resurgir de la economía se encuentra su potencia como exportador de productos agrícolas. Argentina es el principal productor mundial de soja transgénica, que con un 30% de arancel a la exportación, es una de las principales fuentes de ingresos del estado. Actualmente solo están en uso la soja, el algodón y el maíz transgénico, este último con menos presencia en las exportaciones pero en fuerte ascenso debido al aumento de la demanda de China.
De hecho, la mayoría de la soja que utilizamos para alimentar al ganado en Europa viene de Argentina, a pesar de que aquí solo hemos autorizado un cultivo OGM, el maíz Bt resistente al taladro.
Una presentación de dos variedades transgénicas y va la presidenta del país y todos los ministros a la presentación ¿esto sería factible en España? Pues no será por falta de variedades propias. En España hemos desarrollado el trigo apto para celíacos, el maíz enriquecido en vitamina A, colaboramos en tomates ricos en antioxidantes, etc… tecnología tenemos de sobra, pero nuestros políticos parecen más pendientes en promocionar caprichos de niños ricos como la agricultura ecológica que económicamente son inviables. Mientras en el mundo el campo apuesta por la tecnología en España, leemos noticias como que el ayuntamiento de Castellón va a sustituir el glifosato por acético al 20% (le llaman vinagre, pero no lo es) porque es más ecológico. Cuando la realidad es que es más tóxico, irritante y mucho menos efectivo que el glifosato, al margen de conseguir que toda la ciudad huela a encurtido. Cuando el político de turno se dé cuenta que ya nadie puede vivir del campo y que cada vez somos más dependientes de las importaciones de comida, que piense cuántas variedades transgénicas se han presentado en público con la presencia de todo el gobierno en España y cuántas en Argentina.
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