Por primera vez cuatro partidos aparecen con más del 10% y menos del 30% de intención de voto. Rajoy lo fía todo a retener el voto rural y el de los mayores para poder reeditar mandato. Sánchez, Rivera e Iglesias pugnan por el voto del cambio, más disputado que nunca. En torno a un cuarto del electorado decidirá estos días a quién apoya.
Esta noche arranca la campaña de las elecciones generales más abiertas e importantes desde la Transición. La irrupción de Ciudadanos y Podemos ha puesto patas arriba un sistema de partidos que se mantenía estable desde hace más de 30 años, con dos grandes formaciones, una de centro izquierda y otra de centro derecha, acaparando el 70-80% del voto y alternando amplias mayorías de gobierno. Esa época quedará enterrada dentro de 15 días.
Todos los sondeos apuntan a que los emergentes no quedarán lejos de los tradicionales, si es que no los superan en algún caso, y por primera vez cuatro fuerzas se situarán por encima del 10% y por debajo del 30% de apoyo electoral. Un escenario inédito que aboca a los pactos, en un contexto de grandes desafíos políticos, sociales, económicos e institucionales que requieren igualmente de consensos para ser abordados. Los cuatro principales líderes se dicen convencidos de poder ganar el 20-D y liderar el nuevo ciclo, que algunos se aventuran a denominar como Segunda Transición. La correlación de fuerzas que salga de las urnas estará determinada en buena parte por una campaña durante la cual decidirá su voto un cuarto de los votantes, que hasta ahora se dice indeciso. Así llegan PP, PSOE, C’s y Podemos a la recta final.
Partido Popular (PP)
El partido en el Gobierno afronta su reválida en condiciones muy distintas a las que pudo imaginar tras la histórica victoria de 2011. “Mi cliente volverá a ganar las elecciones”, sentenció Pedro Arriola, gurú de cabecera de PP, meses después de aquel hito. El desgaste de una gestión que ha incluido un rosario de medidas impopulares, la proliferación de casos de corrupción y la debilidad de la recuperación económica han llevado a Mariano Rajoy a ceder al menos 15 puntos en cuatro años y estar cerca de marcar dos nuevas plusmarcas, esta vez negativas: ser el primer presidente de la democracia que no revalida mandato y ser el primer candidato que gana y no gobierna. Todas sus opciones pasan por ser el más votado y esperar a que la suma de PSOE y Podemos no alcance mayoría absoluta, quedando la llave del poder en manos de C’s. El partido naranja vendería caro su apoyo, pero es el único con el que Rajoy puede entenderse.
Los populares cuentan con la estructura más importante: 700.000 simpatizantes y 23.000 concejales
A favor: Los populares han apostado por una campaña que resalte la experiencia y bagaje de su partido, que no se ha creado “ni en una televisión ni en una cafetería”, como el propio Rajoy remarcó el martes en Olmedo (Valladolid). Génova busca sobre todo contrastar con la bisoñez del partido de Albert Rivera, que ha seducido a un cuarto del electorado potencial del PP. Además de su enorme estructura (700.000 simpatizantes, 23.000 concejales), los populares tienen dos ventajas competitivas que pueden ser determinantes: la gran distancia que obtienen entre el electorado de más edad y el perfil presidencialista con que Rajoy ha salvado dos grandes crisis que le podían haber estropeado la campaña -el desafío independentista catalán y la amenaza del yihadismo-. Si consolida una amplia ventaja en la tercera edad (8,5 millones de votantes) y en la España rural y acierta a presentar las alternativas a su persona como sombrías incógnitas, puede alcanzar la meta del 30-32% y los 130-140 escaños. En ese escenario, se haría muy difícil la formación de un Ejecutivo distinto al popular.
En contra: Gran parte de los que votaron al PP en 2011 están desmovilizados, como demostraron las citas con las urnas de 2014 y 2015. Por primera vez el electorado de izquierda está tan dispuesto o más a ir a votar el 20-D que el del centro derecha, lo que constituye el principal peligro para Génova junto al empuje de un Albert Rivera con mucho tirón entre los jóvenes y al eje nuevo/viejo que tanto C’s como Iglesias quieren imponer frente al tradicional izquierda/derecha.
Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
La formación que más elecciones ha ganado y que durante más años ha gobernado España llega esta cita en su peor momento. Todas las encuestas vaticinan que Pedro Sánchez empeorará el resultado de Alfredo Pérez Rubalcaba (28,7%), que ya fue la cota más pobre alcanzada por los socialistas en unas generales. Con todo, Ferraz ha superado el hundimiento de comienzos de año, cuando Podemos le superó en intención de voto. Ahora es Ciudadanos quien aparece como rival por la segunda plaza, con el candidato socialista bajo la lupa de los barones y cuadros internos, que no perdonarían una debacle. Sánchez solo tiene una bala: o gobierna tras el 20-D o le será imposible seguir al mando del PSOE. Ferraz combinará en campaña el personalismo –presentando a su candidato como la renovación necesaria- con la puesta en valor del bagaje de un partido con 136 años de historia, el único que ha gobernado en todas las autonomías y, como repiten desde sus filas, “el único que puede ganar a Rajoy”.
El PSOE es el partido que más años ha gobernado España y el único que lo ha hecho en todas las autonomías
A favor: Como en el caso del PP, los cerca de 21.000 concejales socialistas y la estructura de una formación centenaria son un capital valiosísimo del que los emergentes no disponen. Sánchez ha implementado una estrategia de ‘puerta a puerta’ para que todos sus cuadros se impliquen y peleen por cada voto. La fortaleza del PSOE en el sur de España -sobre todo en Andalucía, región que más escaños reparte (61)- y el hecho de ser el partido que menos rechazo genera entre los votantes son otros dos activos que Ferraz debe esforzarse por rentabilizar.
En contra: El PSOE todavía acusa el desgaste de la marca que provocó el final de la era Zapatero. Emiliano García-Page, uno de los barones con más ascendencia, lo señaló recientemente en una conferencia en Madrid: tienen “debilidad de marca”. Hándicaps añadidos son la falta de cohesión interna -el liderazgo de Sánchez ha sido cuestionado desde el primer momento- y la pinza que Ciudadanos y Podemos ejercen sobre el socialismo, erosionándole tanto por el centro como por la izquierda con un discurso nuevo y sin ataduras del pasado.
Ciudadanos (C’s)
La progresión del partido de Albert Rivera es un fenómeno inaudito en la democracia española. Si los sondeos atinan y el 20-D Ciudadanos ronda el 20% de los sufragios, con 65-85 escaños y siendo la segunda fuerza en gran parte de España, estaríamos ante una irrupción sin precedentes en nuestro sistema de partidos. La formación naranja ha crecido a costa de restar apoyos a PP, PSOE y Podemos, con un discurso centrista, socioliberal y regenerador cuyas propuestas ha ido desgranando por bloques a lo largo de todo el año. Tras obtener 1.500 concejales y sus primeras alcaldías en mayo, Ciudadanos aspira ahora a competir de tú a tú con los dos grandes, tras dejar atrás al partido de Pablo Iglesias. Las elecciones catalanas fueron el trampolín definitivo para un Rivera que quiere compararse con Adolfo Suárez y hace una analogía entre la situación actual de España y los cambios que se vivieron hace 40 años.
Rivera es el líder mejor valorado pero no ha logrado implantarse en País Vasco, Navarra, Galicia y Extremadura
A favor: El candidato es el mejor activo de Ciudadanos. Rivera obtiene con diferencia la mejor valoración en las encuestas sobre liderazgos, se desenvuelve con agilidad y frescura en entrevistas y debates y saca partido de su trayectoria en Cataluña, donde creció políticamente a fuerza de enfrentarse al nacionalismo. Además, su partido aparece libre de las mochilas e incoherencias que provoca siempre el desempeño del poder -nunca ha gobernado- y se amolda a las demandas regeneradoras de la sociedad proponiendo medidas como la eliminación de los aforamientos, del Senado, del CGPJ, de los decretos leyes y de las diputaciones y haciendo bandera de la lucha contra la corrupción. Por último, es un partido con especial aceptación en las ciudades, entre los jóvenes y en el electorado más formado.
En contra: El hiperliderazgo de Rivera tiene el efecto negativo de reflejar deficiencias de plantilla, aspecto que en unas generales puede despertar reservas en parte de sus potenciales votantes. Igualmente, la bisoñez del proyecto es sinónimo de inexperiencia en la gestión, como día tras día se encarga de remarcar el PP para retener al votante conservador. Un tercer hándicap de Ciudadanos es su falta de definición ideológica. Si la campaña se polariza, con el eje izquierda/derecha siendo de nuevo el determinante, el centrismo de Rivera puede resultar poco rentable. Además, aún no ha logrado una implantación estimable en territorios como País Vasco, Navarra, Galicia o Extremadura.
Podemos
La formación de Pablo Iglesias nació para este momento, para medir su fuerza en unas generales. Surgida al albur del 15-M, con sus impulsores tratando de capitalizar la crisis de representatividad de un sistema con múltiples disfunciones, experimentó un crecimiento brutal tras las europeas de 2014, sensiblemente atenuado en los últimos meses. Podemos nunca logró la transversalidad ideológica que buscaba y los electores siguen situándolo mayoritariamente en una extrema izquierda desde la que nunca se puede superar el 15%. La dirección morada se ha esforzado por realizar efectistas fichajes de la sociedad civil que refuercen la solvencia del proyecto y llevan semanas apelando a la “remontada”, estrategia que lleva implícita la asunción de que parten por detrás de los rivales.
Podemos se enfrenta al lastre casi insuperable de ser ubicado por los electores a la izquierda de IU
A favor: Podemos cuenta con unas bases importantes, estructuradas en una amplia red de círculos que le proporciona gran presencia social. Eso se traduce en un suelo electoral valioso y una capilaridad que le permite tener similares apoyos en toda España. Para las generales suma una cadena de adhesiones de la sociedad civil que ayuda a ofrecer solvencia y seriedad al proyecto y unas alianzas electorales que en algún caso pueden ser determinantes. Los pactos con Ada Colau en Cataluña, con Compromís en Valencia y con las mareas en Galicia le darán un plus clave en esas autonomías, donde Podemos estaba teniendo problemas para competir.
En contra: Ser ubicado por los ciudadanos a la izquierda de IU es un lastre pesadísimo que anula la vocación de partido de mayorías con que nació. Además, el proyecto de Iglesias cosecha un apoyo prácticamente nulo entre los mayores de 65 años, el nicho más numeroso del electorado, y despierta numerosas reticencias entre las mujeres. Podemos ha diseñado una campaña inteligente que apuesta por las periferias y contempla estrategias para neutralizar los hándicaps señalados, pero hay tendencias que requieren tiempo para ser revertidas.
35-40 escaños para el resto
Las encuestas estiman que los cuatro principales partidos se harán con al menos 310 de los 350 escaños a designar. Por primera vez en un Congreso sin mayorías absolutas, es posible que los nacionalistas no jueguen un papel determinante. Ellos y Unidad Popular-Izquierda Unida se repartirán los 35-40 escaños que no vayan a parar a PP, PSOE, C’s, Podemos y las marcas asociadas a este último partido. UPyD desaparecerá de las Cortes con casi total seguridad, dos legislaturas después de iniciar el proceso de erosión del bipartidismo ahora acentuado por los emergentes.
C’s, PSC, Podemos, ERC y la marca de CDC están en empate técnico en Cataluña, la segunda región más poblada
En Cataluña se librará una interesante batalla entre ERC, Democracia i Llibertat (la marca bajo la que concurre CDC), Unió y los partidos nacionales. Hasta cinco fuerzas aspiran a la victoria en la segunda región más poblada, donde el independentismo puede sufrir un importante revés. PNV y Amaiur se disputan la hegemonía en el País Vasco con la vista puesta en las autonómicas de 2016 y los nacionalistas gallegos y canarios aspiran a mantener su modesta presencia en las Cortes Generales. Todo se decidirá por un estrecho margen, con una muy alta participación y tras una campaña que por primera vez no solo puede acentuar tendencias, sino también cambiarlas.